La habitación de Amaia era justo como me la imaginaba, con colores propios de una mujer como ella, fuerte, decidida, pero sin perder ese toque femenino que tanto me atraía. Las sabanas se sentían suaves y limpias y olían como recién lavadas. Yo me acomodé boca abajo mientras estaba recostado de forma contraria en la cama, mis pies estaban del lado del respaldo, y apoyé mi barbilla sobre el dorso de mis manos. Un pequeño trozo de sabana me tapaba y sonreí al sentir el calor de aquella cama. Todo olía a Amaia y eso me encantaba.
Me parecía todo tan perfecto, tenerla cada noche era el cielo, era como estar en un sueño del que no quieres despertar. Esas semanas habían sido bastante intensas y divertidas. Intensas porque trabajar juntos era un suplicio sabiendo que no podíamos tocarnos, y divertidas porque últimamente había notado ciertos...celos, por parte de Amaia. Sonreí. Cada vez que alguna de las chicas se me acercaba Amaia prácticamente las asesinaba con la mirada. Y eso me hacía pensar que, o mi jefa era muy pero muy posesiva, o sentía algo más por mi que simple deseo. Quizás aquel cuento de "el amor no existe" era solo una excusa porque le asustaba aceptar que se había enamorado de mí.
Vale, quizás también yo me estaba inventando todo y a Amaia simplemente, como a toda mujer, no le gustaba compartir lo que ella pensaba que le pertenecía. Y la verdad es que si, yo le pertenecía, esa mujer me tenía completamente hechizado, me tenía como un esclavo que está dispuesto a darle todo el placer que ella quisiera, y que la amaba como a nadie, aunque ella no lo supiera.
Y volviendo al tema de los celos...volví a reír entre dientes. Esa semana casi no había visto a Érica, al parecer Amaia le había dado un poco de trabajo extra. "¡Esa bruja me ha hecho reescribir esto!, joder, pero si está perfecto, y lo peor es que tengo bastante trabajo acumulado por su culpa." Le había comentado a una amiga suya que estaba en el cubículo de al lado. Yo al escuchar aquello me mordí el labio para no reír.
Ay, como adoraba a Amaia cuando se ponía así de celosa...
La vi entrar tan estupenda como siempre en la habitación y cuando me vio allí recostado, mirando hacia la puerta, sonrió a medias mientras se acercaba con una manzana en la mano. Su cuerpo estaba cubierto por un fino camisón y la visión de sus pechos firmes y las curvas de su trasero me hizo temblar. Se sentó a mi lado mordiendo la manzana y acarició mis rizos.
-¿Estás seguro que no quieres nada?.-Yo me apoyé en los codos y tomé su mano besándole los dedos.
-Seguro, al menos que tengas un buen vino o un poco de vodka...-Ella sonrió.
-No tengo bebidas en casa.
-¿Y eso por que?.-Vi que su expresión cambiaba de repente y apartaba la vista.
-Creo que el alcohol es para divertirse fuera de casa, porque sino destruye todo...-Frunció el ceño y luego me miró. Yo percibí cierto dolor en su mirada y me imaginé que estaba recordando alguna experiencia, quizás con su padre.
Levanté la mano acariciándole la mejilla y sonreí.
-Guapa.-Le dije haciéndola reír.
Descendió su cabeza hasta besar mis labios, yo saboreé la manzana en su boca y una vez más sus labios fueron como tocar el cielo.
-Espera...-Rió cuando yo me giré atrayéndola a mi cuerpo.-Tengo que enviar un email primero, no tardo.
-Amaia, dijimos que nada de trabajo cuando...
-Si, ya. Pero esto es importante, es sobre el proyecto, Jiménez esta por enviarme todos los datos de la nota que tendremos que cubrir y recuerda que salimos en un par de días.
-Bueno...-Luego recordé algo y me recosté mirándola con media sonrisa.-Por cierto...-Dije atrayendo su atención.-Supe que al parecer Érica ya no está con nosotros...-Amaia apretó la mandíbula al escuchar el nombre de mi guapísima compañera de trabajo.
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