Los pajaritos

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Mis ojos se abrieron poco a poco y sentí la pierna adormecida. Sentía la marca del cuero en mi mejilla y el cuerpo cansado. Luego recordé porque. La claridad que comenzaba a filtrarse por la ventanilla a pesar de los vidrios ahumados me hizo sacudir la cabeza varias veces y levantar la vista mirando los rizos que conducían mi auto.

-Oye...-Mí voz sonó gruesa y carraspeé. Tenía el pelo alborotado y me di cuenta que no tenia el sujetador.

Alfred me miró por el retrovisor y sonrió.

-Ah, buenos días, jefa.-Yo puse los ojos en blanco.

-No me digas así...¿Qué hora es?.

-Temprano, puedes seguir durmiendo.

Yo me senté en el asiento trasero y me miré en el retrovisor. Tenía un aspecto horrible. Me restregué la cara y busqué una coleta en mi bolso recogiéndome el pelo.

-¿Dónde estamos?.-Dije mirando a mí alrededor, el camino me parecía completamente desconocido.

-Pronto lo verás, pero tengo que decir que estamos en un lugar bastante alejado.

Yo lo miré irónica.

-¿Piensas secuestrarme de verdad?.

-Claro.-Dijo sonriente.-Y ya es tarde para arrepentirse.-Yo suspiré y me estiré en el asiento.

-Supongo que si.-Dije aún sin muchas fuerzas.

Lo escuché reír y lo miré.

-Siento mucho haberte dejado sin fuerzas.

Yo le hice una mueca.

-Si, claro...

-No fue premeditado, enserio.

-No te preocupes, de igual forma no me arrepiento de que lo hicieras.

Aquello había sonado extraño pero era completamente sincera, mi cuerpo aún tenia rastros del placer que me había brindado Alfred y yo me pregunté como lo hacia, ¿Cómo me hacia sentir de esa forma?, nadie lo había hecho nunca, y quizás esa era la razón por la que estar en mi auto, en medio de la nada, en un camino completamente desconocido para mi, con aquel chico, no me preocupaba.

Lo vi sonreír con autosuficiencia y suspiré de nuevo, sentía la boca seca y el cuello adolorido.

-Mierda, no volveré a dormir en este asiento jamás.-Murmuré buscando mi sujetador en algún lugar.

-Lo tengo justo aquí.-Me dijo estirando la mano hacia atrás para acercármelo.-No me mires así.-Rió.-Lo encontré tirado aquí delante.

Yo no le respondí y simplemente me di la vuelta colocándolo en su lugar, casi lo pude escuchar resoplar.

-No verás nada tan temprano.-Le dije y él soltó una risita.

-Como si no lo hubiese visto ya.

Cuando estuve completamente despierta y más recuperada me pasé al asiento delantero. El roce de mi cuerpo con el de Alfred pareció alterarlo, y a mi tampoco me dejó indiferente, era como si nuestros cuerpos tuvieran un imán invisible y se atrajeran en cualquier hora y momento.

-Joder, necesito un buen café...¿estuviste conduciendo toda la noche?.

-Algo así, de hecho hice una parada hace un minuto.-Me pasó un vaso de café.-Supuse que lo necesitarías.

-Dios te bendiga, hijo mío.-Dije emocionada al tener un vaso de café en mis manos.-¿Y yo estuve dormida todo este tiempo?.

-Supongo que si.-Dijo divertido.-Eso lo sabrás tú.

Esclavo de sus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora