Dolor

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Sentía un fuerte dolor en el pecho que no lograba entender, según yo, esto era lo mejor, pero si era lo mejor...¿Por qué me sentía tan miserable? ¿Por qué sentía que mi corazón se desmoronaba dentro de mi pecho?. Recordé el esfuerzo que tuve que hacer para decirle a Alfred que todo terminaba y no derrumbarme delante de él. Quería abrazarlo, quería decirle lo que estaba pasando pero no podía. No me parecía justo para ninguno de los dos, y mucho menos para él.

Suspiré intentando que las lágrimas no salieran y dejé la maleta sobre la cama de aquel hotel. Mis manos temblaban y yo intenté pensar en todo lo que tendríamos que hacer ese día, pero no podía pensar en nada más que no fuese en Alfred. Casi podía escucharlo diciéndome que tenía miedo y que por eso hacía todo esto, y puede que tuviera razón, pero la verdad era que todo esto me sobrepasaba

Escuché la puerta sonar y la abrí rápidamente, detrás de ella estaba mi mejor amiga. Cuando la vi, las lágrimas que había estado conteniendo salieron sin remedio y ella dio un paso adelante abrazándome y cerrando la puerta a su espalda.

-Siento un dolor horrible, Regi...-Le dije en medio de un sollozo. Ella apretó los brazos a mí alrededor para reconfortarme y yo sentí que en todos estos años ella era mi única familia.

-Ya está, Amaia, no llores por favor...

-Casi no pude verlo a la cara, te juro que nunca había hecho nada tan difícil como esto...yo...yo...

-Lo amas, ya lo sé.-Se separó de mí y me secó las lágrimas que corrían por mis mejillas, pero muchas más seguían saliendo sin remedio.-¿Estás segura de esto, Amaia?.

-Ya sabes que si. No puedo hacerle eso a Alfred, no se lo merece.

-Amaia, él tiene que saberlo.

-No.-Dije firme.-Solo...-Suspiré tratando de calmarme.-Solo necesito irme lejos, muy lejos.

-Sabes que esa no es la solución

-Me prometiste que no le dirías nada.

-No se lo diré. Pero no puedo verte así.

-Estoy bien, no te preocupes.

-Ya, claro.

-¿Entiendes que para Alfred todo esto era un juego?, no puedo llegar allí y contárselo, no soportaría su rechazo.

-Y en cambio prefieres rechazarlo tú.

Yo me di la vuelta.

-Solo estoy dejando que siga con su vida.

-Amaia, él...

-Regi, no lo digas. No quiero ilusionarme con nada ahora.- Volví a girarme y vi que mi amiga me miraba con pena.-¿Lo llamaste?.

-Si, me dijo que estaba justamente aquí en Valencia, le dije que era urgente y me dijo que vendría en media hora.-Yo asentí.-No entiendo de que va esto.

-No hay nada que entender, él es el único que puede ayudarme.

-¿Por qué precisamente él?.

-Yo me entiendo, Regi.

-Como digas.

-¿Estás segura que vendrá?, necesito hablar con él hoy.

-Si, no te preocupes, me dijo que vendría en nada.

Yo suspiré calmando un poco mis sollozos. Tenía esa sensación en el pecho de querer llorar por horas, pero saber que no podía.

-Gracias.-Le dije sentándome en la cama.

-No tienes que agradecerme nada, tonta.-Caminó y se sentó a mi lado. Su mano acarició mi cabello y yo recordé todas las veces que ambas nos habíamos consolado de esta forma, cuando la otra tenía el corazón en pedacitos como yo lo tenía ahora.-Solo quiero saber si estás completamente segura de esto.

-Lo estoy.-Murmuré.

-Bueno, entonces sabes que tienes mi apoyo en lo que sea. Aunque crea que no estás haciendo lo mejor, tienes mi apoyo.

-Gracias.-La abracé y las lágrimas volvieron a salir.

-Venga, date una ducha rápido que tenemos trabajo por hacer, y sin tí no podríamos hacer nada.

-Creo que se las arreglarán un rato sin mi...no quiero ver a Alfred, además, tengo que esperar a...

-Si, cierto.-Suspiró.-Bueno, me llamas si necesitas algo ¿vale?.

-Si.- Sonreí a medias en medio de las lágrimas

-Te quiero, bruja.

-Y yo a ti.- Volví a abrazarla y luego Regi se fue dejándome un poco más tranquila.

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Cuando Regina me dijo que Amaia no se sentía muy bien y que se reuniría mas tarde con nosotros, la preocupación que tenía desde hacía semanas aumentó al triple. Ahora estaba seguro que a Amaia le pasaba algo más, y yo me preguntaba porque no me decía nada. ¿Es que acaso me escondía algo?.

-¿Pero se encuentra bien?.-Le había preguntado yo, Regina apartó la vista y luego asintió.

-Si, solo cosas de mujeres ya sabes.- Sonrió a medias.-Pero no tardará, sin la jefa no podremos hacer nada de igual forma.-Dijo divertida.

-Regina, estoy preocupado.-Me acerqué susurrándole.-Sé que Amaia no está bien, y aunque lo nuestro haya terminado necesito asegurarme de que no me está ocultando nada.

-Ella está bien, Alfred. No te preocupes.

Yo suspiré cuando Oscar se acercó para comentarnos algo. De alguna manera averiguaría que estaba pasando. Me disculpé con la excusa de ir al baño mientras ellos planeaban todo en el lobby y subí al ascensor. Sentía que mi corazón saldría de mi pecho, estaba nervioso, pero estaba completamente decidido. Iba a confesarle de una vez por todas cuanto la amaba, y que si se iba de mi vida ya nada tendría sentido, le diría que ella era la mujer de mi vida y con la única con la que quería envejecer.

Cuando la puerta del ascensor se abrió tomé aire sintiéndome aún más nervioso, pero con la seguridad de que mi amor por ella era mi única oportunidad para que Amaia se quedase a mi lado. Caminé en medio del pasillo y cuando estuve a unos cuantos pasos de aquella habitación, la puerta se abrió.

Me quedé de piedra al ver al exnovio de Amaia allí y luego vi que ella salía detrás mientras le decía algo como "Siempre recordaré esto..." y luego lo abrazaba. Me paralicé de tal modo que no sentía mi cuerpo. No sabía como era que estaba de pie, el aire me faltaba y los ojos comenzaron a escocerme.

No, Amaia no había podido regresar con él...¿por eso estaba tan extraña?, no, me negaba a aceptarlo, me negaba a aceptar que la había perdido para siempre. Cuando ambos se separaron giraron la vista y me vieron allí. Los ojos de Amaia me transmitieron sorpresa y dolor, un dolor parecido al que yo estaba sintiendo, pero reaccioné bajando la vista y dando la vuelta.

Eres un gilipollas, Alfred ...era en todo lo que podía pensar.

Esclavo de sus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora