CAPITULO 8

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DESPUÉS DE LA HISTORIA

CAPÍTULO 8

Salió de la habitación donde se encontraba acompañando a su gemelo dormido, para contestar aquella llamada.

― Oh, señorita Vanderwood ¿A qué debo su llamada? 一expresó este, apoyándose en la pared, mientras sostenía el celular en su oreja, con la mano derecha, ocultando la izquierda en su chaqueta.

― Te dije que si volvías a llamarme "señorita Vanderwood", te rompería las piernas, agente 707 ―dijo la voz molesta, mediante su micrófono―. No me olvidaré de cumplir mi palabra. Pero ese no es el motivo de mi llamada... Los superiores me han estado preguntando por ti. Te tienen trabajo.

― Creo que fui especifico al decir que "me tomaría un descanso".

― Y yo te recuerdo que te estoy haciendo un gran favor, al no decirles que te estás involucrando demasiado con personas comunes, entre ellos a tu hermano sanguíneo. Pero no puedo reportarte como "enfermo" por siempre, en mis reportes. Si te han seleccionado para este trabajo específico, es porque nadie más puede hacerlo.

― ¿Tengo que salir del país para realizarlo?

― Sí, pero no está tan lejos. ¿Por qué no dejas ese hospital tan deprimente y vienes a tu casa? Te daré los detalles, que no puedo darte por teléfono.

Por medio de la bocina, pudo escuchar un suspiro de pesar, seguido de una blasfemia.

― Bien, iré, pero tardaré un par de horas en llegar. No puedo irme de aquí, así por así. No puedo...

― Si, si, si... ya estoy empezando a cansarme de que lo digas ―le interrumpió el rubio―. "No volverás a dejar a tu hermano menor, solo". Personalmente, me importa un rábano el lío en el que te estás metiendo, pero si tienes que hacer algo, hacélo, pero rápido, para que traigas tu trasero hasta aquí. No tengo toda la vida para esperarte, boludo.

Le cortó luego de eso.

El rubio malhumorado, caminó varios pasos, desde la entrada donde se encontraba, para detenerse ante lo que presenciaban sus ojos.

La guarida del agente 707 era un completo chiquero. Había bolsas vacías de esas papas fritas que tanto le obsesionaban... tantas que casi podían alfombrar el suelo. También latas de gaseosas a medio tomar, ropa sucia tirada en el suelo, y hasta... ―abrió su heladera en busca de algo para tomar, mientras lo esperaba―... un calzoncillo congelado entre sus latas de gaseosa.

Soltó un suspiro de resignación, acompañada de una cara de asco.

― Bueno, no puedo esperar en esta inmundicia. Podría contagiarme algún virus. Limpiaré esta porquería de guarida, aunque sea una vez más... ―murmuró enrabietado aquel extraño rubio con acento llamativo―. Pero ni crea que lo haré gratis... esta vez le cobraré mil dólares la hora. Yo no hago las cosas gratis.

-.-.-.-.-.-.

Aun un poco exaltados, nos sentamos juntos, al fondo del vagón de aquel tren.

Hacia un frio tremendo, que se podía ver reflejado en la ventanas gélidas, mas no lo sentía por haber corrido tan deprisa.

― ¿Estás bien? Trata de respirar profundo y más despacio ―me sugirió, mientras sujetaba mi traje en sus brazos, para aligerarme.

― Si, gracias.

Me tomó un par de minutos estabilizarme.

― Debo admitir que me sorprende bastante que hayas venido a encontrarme ―expresé, ya recuperada―. En verdad siento no poder haber estado presente cuando te dieron el alta. Avisaron de las horas extras, ha último momento.

DESPUÉS DE LA HISTORIA (YOOSUNG X MC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora