VEN

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El helado se derretía en sus manos, esto ya se le estaba volviendo una costumbre, la frase de que las personas se acostumbran rápidamente a las cosas buenas le resultaba bastante cierta. Y es que no podía negar que lo que pasaba últimamente, era hermoso. Durante la última semana su rutina se componía de acompañar a la alfa pelirosa a cualquier cosa que hiciera, y mientras la esperaba cada día dentro de su pecho crecía una cálida sensación.

Verla moverse tan delicadamente, apreciar que aunque se peinara diferente, aunque su maquillaje fuera distinto ella se veía perfecta, apreciarla sin duda era su pasatiempo favorito. Aunque debía admitir que lo que más le agradaba de aquella alfa era, que no importaba la situación ella se mostraba amable siempre, no importaba si no estaba de acuerdo, si alguien se equivocaba, ella encontraba la manera de dialogar y hacerse entender sin llegar a ser altanera, siempre había respuestas amables de su parte para con los demás. Y con su persona no había sido la excepción, le había tratado tan bien, le había hecho sentirse tan segura, tan protegida que ese sentimiento comenzaba a doler, a herir por el miedo de perderla, por el miedo a no ser exclusivamente suya. Esa mujer era todo lo contrario a lo que había escuchado de los alfas. En su interior, su omega interna se contoneaba de lado a lado, jugaba con su pelo y pedía ser marcada por semejante alfa empoderada. Cuando se daba cuenta del egoísta sentimiento se recriminaba y terminaba por aislarse en sus recuerdos.

La pelirosa pareció notar su molestia, de cuando en cuando le lanzaba una sonrisa preocupada, o le dirigía miradas de lo que parecía ser ¿cariño? ... la pelinegra ya no sabía ni que pensar, salió de sus pensamientos cuando la vio dejar un folder en manos de una empleada y acercarse a la sala de espera donde ella se encontraba.

¿Aburrida? - le dirigió una de esas miradas que le hacían palpitar rápidamente el corazón, mientras sus mejillas se enrojecían.

No, no te preocupes por mí- se arrepintió de la última oración, tal vez por el tono tan bajo y hostil que uso, o porque en el fondo deseaba que se preocupara por ella el resto de su vida.

Unos asuntos más y saldremos, sé que en estos días no he sido la mejor compañía, me has acompañado tanto al trabajo que siento que ya te debemos un salario- la pelirosa rio, para la omega era la risa más perfecta que había escuchado, pero sin duda lo que más le gustaba de esa alfa eran sus ojos, tan claros, tan brillantes, eran un contraste perfecto para su personalidad tan atenta- termino aquí y nos vamos, saldremos al mundo real, ¿qué te parece?

Solo pudo asentir. Odiaba ser de esa manera, tan seria, tan nerviosa, le encantaría poder sonreír con la soltura que lo hacia Sakura, poder dirigirse a ella sin sentir que se desmallaría en cualquier momento.

Después de salir del trabajo, subieron a un lujoso rolls royce azul cielo, ambas iban en silencio, desearía poder romper el hielo, poder agradecerle por preocuparse por ella, decirle por lo menos algo que pudiera acércala más a ella, pero en su lugar solo apretaba sus dedos.

Me dijo Moegi que no tienes mucha ropa, así que iremos de compras, ¿te parece bien?- se acercó un poco más a ella, acortando un poco la distancia entre ambas. La alfa esperaba una respuesta pero sus labios se apretaron, su rostro se enrojecido por lo que solo volteo su rostro hacia la ventana y asintió levemente.

La alfa soltó un suspiro, acaso había dicho algo malo, notaba el nerviosismo de la omega, en cada acercamiento que daba, tal vez le incomodaba su presencia, tal vez solo ella podía sentirse tan ansiosa por hacerla suya, sin duda debía ir despacio si quería llegar a algo con esa omega. Por otra parte estaba la culpa que sentía, no le había dicho toda la verdad, no le había contado el trato tan sucio que le había propuesto a su preciado amigo, que diría ella cuando se enterara que era parte de ese plan tan ruin.

IndemnizaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora