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La noche era calurosa. La blusa de tirantes que portaba Ave era delgada, lo suficiente para que el aire la traspasara. El brazo de la chica se movía efusivamente de un lado a otro para lograr que el periódico que tenía sujeto le brindara una corriente fresca.

Ese día Ave había esperado encontrar la noticia de un asesinato en el periódico local. No sucedió, era de esperarse, no comentarían sobre la muerte de una persona provocada por un indigente, no era algo fuera de lo común, a menos de que no hallaran el cuerpo.

Días atrás, Ave se encontraba en su habitación, acostada en su colchón viejo tratando de conciliar el sueño, cuando escuchó un disparo. Sus ojos se abrieron de tope a tope. El sonido provenía cerca, demasiado cerca. Pasaron segundos y se escuchó otro. El grito de una mujer abarcó la silenciosa noche que presenciaba.

Era su día de descanso. Lo lamentaba.

Otro disparo, Will abrió la puerta de su habitación asomándose por la ventana que daba el callejón donde provenían los disparos. Le quitó el seguro al arma que tenia en sus manos y cerró la ventana.

—Hay que llamar a emergencias —murmuró Ave.

—No, solo... solo es Vick jugando al chico malo, no-no hagas nada —pasó la mano por su nariz, señal de que no se encontraba en sus cinco sentidos—. No hagas algo estupido.

—Mírate, estás que te caes de borracho, dámela—se acercó a él y trató de tomarla. Pronto comenzaron a forcejear por ver quien se quedaba con ella, hasta que alguien apretó el gatillo.

Ambos se miraron mutuamente.

El sonido del disparo volvió.

El arma chocó contra el viejo suelo de madera.

—Lo-lo siento —apenas pudo pronunciar Will retrocediendo para luego salir de la habitación.

Ave puso la mano en su abdomen y le agradeció al universo por no haber cargado el arma.

La tomó del suelo, abrió la ventana y salió para tener mejor vista de lo que ocurría.

Lo último que vió fue a Vick el vagabundo del barrio salir del callejón.




Shawn dio la vuelta para encaminarse al edificio donde vivía su amada. Al estar a metros de él noto un carro negro estacionarse en el frente, los vidrios polarizados y el chofer que lo acompañaba no hizo más que destacar la riqueza del hombre que salía del vehículo.

Era un barrio peligroso y Shawn no solía traer su carro por lo mismo. Vaya, de seguro el hombre estaba forrado de billetes.

Entró al establecimiento y se apresuró a parar el único ascensor del edificio.

—Buenas —saludó el hombre con el bastón.

Shawn respondió con una sonrisa fingida.

Ambos subieron al mismo piso y caminaron al mismo departamento.

—Me imagino que vienes por la chica —dijo el hombre adinerado antes de tocar la puerta frente a ellos—. Pero que mal educado, me presento, soy el señor Barone.

—No se imagine cosas, mejor metase en sus propios asuntos y toque la puerta, no tengo todo el día —contestó con amargura.

—Me recuerdas a un viejo amigo, terminó muerto —seguido, la puerta se abrió sin tocar y ambos mostraron su gran dentadura.

—¡Señor, Barone! —exclamó Will—. Por favor pase, pase.

El señor Barone hizo caso a las indicaciones y con una sonrisa socarrona miró al chico aún fuera del departamento.

¡Oh, amor! ;Shawn Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora