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Colecciona rubias.

El cuerpo de Ave se estremece. Su cerebro le indica salir de ahí pero no puede. Y ahí es cuando cae en cuenta de que no es por Will o por Katherine es por ella.

Pero, ¿por qué ella?

Trata de recordar algún evento con el hombre de traje pero le es imposible hacerlo. Nunca había visto al señor Barone antes y duda que el lo haya hecho. A menos que...

—Lamento ese inconveniente, por favor, arranca —dice finalizando con una sonrisa hacia la chica, ella se lo devuelve sin mucha sinceridad y siente que su cuerpo se encoge por un momento.

No te sientas intimidada. Se recordó así misma. Ya había pasado por esto alguna vez, y ahora sabía cómo manejarlo.


Tiempo pasado.

—¡Abre la maldita puerta Shawn! —gritó Ave empujando su cuerpo contra la puerta de la habitación del cuarto del chico repetitivamente.

—¡No, entiende que es por tu bien, no puedo permitir que alguien más te mire de forma tan morbosa, tu eres mía y solo mía, ¿entendiste?! —exclamó al chico mientras que tomaba a la chica por las piernas para ponerla en su hombros y después lanzarla bruscamente contra la cama.

—Shawn, por favor, déjame salir, prometo que cubriré cada centímetro de mi cuerpo y tu serás el único que pueda verlo, solo déjame ir, cariño —suplico la chica en un intento por convercerlo.

Aquella noche Shawn y Ave habían salido para celebrar su séptimo aniversario como novios. Ambos se encontraban felices pues acababan de salir de una mala racha. Pero todo esa felicidad si había ido a la basura cuando un hombre intoxicado pasó por el lado de la chica y la miró casi a comérsela agregando comentarios sexistas y repulsivos.

Ave se molestó, eso fue claro, pero lo más claro que el agua fue el puñetazo que le plantó Shawn al hombre causante de todo aquello.

Le pegó innumerables veces ignorando las palabras de Ave y sus intentos por detenerlo.

Ahora se encontraban ambos en su habitación. Solos en la gran mansión que portaban los Mendes.

Shawn se encontraba encima de la chica tomando sus brazos con fuerza mientras que Ave miraba hacia otra parte cansada de la situación.

—Cariño, nadie me lo puede asegurar, por eso debes de quedarte conmigo, siempre. Así yo te vigilaré y cuidaré de ti, todo esto por tu bien, porque te amo, dime que me amas —exigió lo último.

Ave apartó la vista de él.

—Pudrete.

—¡Dime que me amas! —volvió a gritar exaltando a la chica.

—Maldita sea, Shawn, ¿cuál es tu problema? —dijo la chica molesta por sus arrebates.

—Solo son dos palabras, ¡Dilo!

La chica lo miró a los ojos. Sus ojos cafés y sus rulos cayendo en su frente. Las ligeras gotas de sangre en su camisa y la marca en su mejilla.

—Shawn —murmuró la chica mirándolo a los ojos.

—Cariño —respondió el otro admirando sus ojos azules y el borde de sus labios.

Con cuidado, la chica aflojó el agarre de Shawn y le sacó su camisa. El castaño interpretando las cosas a su manera comenzó a besarla desesperadamente, después fue ella la que terminó desnuda ante él, poco a poco la mano de Ave fue deslizándose en la parte trasera del pantalón del chico, hasta llegar a su bolsillo de donde sacó la llave.

—Shawn —dijo Ave entre suspiros por parte del chico.

—Cariño.

—Jodete —dicho eso la chica le dio un rodillazo en la entrepierna aprovechando su momento de vulnerabilidad. Se paró de la cama y abrió la puerta de la habitación, para después devolverle el seguro y encerrar a Shawn en ella.

Estaba vacío, ni siquiera los empleados de la casa se encontraban, dándole la libertad a la chica de bajar la gran escalera principal en ropa interior. Se apresuró a tomar su abrigo y salió del hogar corriendo sobre el césped hacia la salida de la residencia.

Shawn, por su parte gruñó por la acción de la chica y comenzó a patear la puerta del cuarto logrando su objetivo exitosamente.

La chica corrió hasta llegar a la barda que dividía la calle con la casa del chico. Trató de subirla por la enredadera y justo cuando iba a darla vuelta para saltar el castaño tomó su tobillo y la jaló así estrellando su cabeza en el césped.

Lo último que vió aquella noche fue el rostro de Shawn con la luna de fondo y los grillos haciendo compañía con su tono.

—Dime que me amas.




El camino terminó y el auto se había estacionado ya en el supermercado. Ave se apresuró a colocar su mano en la puerta para abrirla pero el seguro se lo impidió.

—Creo que como mínimo merezco un gracias —dijo el señor Barone.

—Nunca le dije donde quedaba el supermercado.

—Tu padre si, fue un placer acompañarla señorita Ave, ten una bonita noche.

El sonido del seguro quitándose alivió el nerviosismo de Ave. Suspiró y salió del auto para luego cerrar la puerta no sin antes darle las gracias.

—Gracias por el aventon.

—Cuando quieras, cariño.

¡Oh, amor! ;Shawn Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora