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Ave sintió que algo iba mal por lo que retrocedió unos cuantos pasos y dio camino de regreso. No sabía a dónde ir, solo estaba segura de dos cosas, una de ellas era que no podía regresar a su edificio, no sabría cómo reaccionar ni que hacer, el pánico era engañoso y la otra, muy evidente, es que no podía ver a Shawn, ya no quería, sentía que la chica sofisticada en el carro lujoso era algún tipo de advertencia.

Recordó la última vez que estuvo ahí.

Tiempo atrás...

—Shawn, algo malo ha pasado, necesito que me contestes.

—Shawn, de verdad necesito tu ayuda, se lo que dije antes pero de verdad necesito tu ayuda.

—Shawn, Shawn, por favor, te lo suplico, contesta, no se que hacer, te lo ruego, contesta.

Ave paseaba de un lado al otro en su cuarto, sentía que algo le oprimía el pecho de una forma terrible. Las lágrimas no cesaban y sus sollozos eran incontrolables.

Trataba de marcarle al chico que le dijo que era una zorra sin corazón, trataba de marcarle al castaño que le dijo que sin él no sería nada, trataba de marcarle al sujeto que la golpeó por abrazar a un compañero en su graduación.

Y es que hace unas horas le había dicho que la olvidara, le había jurado que nunca regresaría a él, le maldijo la vida entera una y otra vez.

Pero ahí estaba. Llorando en su habitación con el teléfono en la mano, mirándolo detenidamente hasta explotar, pues era un regalo de Shawn, uno que precisamente había aventado por la ventana al no obtener respuesta.

Más no sabía si estaba exagerando, creía que era su fin, creí que era lo peor que le había pasado a su tan corta edad, y se maldecía así misma, ¿cómo había sido tan estupida para permitirlo?

Tomó dinero de sus ahorros y fue hacia la propiedad de lo Mendes, pero al ser su vida un cliché había sido demasiado tarde, pues lo supo perfectamente al ver el rostro de superioridad de su madre.

—Ay, niña, se ha ido, y no volverá, te aseguro que de eso me encargo yo —bajaba de los escalones uno por uno, dando un aspecto dramático justo como ella.

—¿Podría usar su teléfono?

Y en un último acto de bondad la llevó hacia la biblioteca, cerrando las grandes puertas y dejando al mundo fuera de ellas.

Aquella tarde, en aquel cuarto, había nacido un secreto, uno el cual sería cuidado por la madre de Shawn y Ave, el cual prometieron que nunca saldría de ellas, haciendo un juramento ante cientos de libros, ante miles y miles de paginas, y en cada historia, y en cada letra había un murmullo, un murmullo destinado a las desgracias de la chica.



—¿Cariño?, ¡Cariño! —gritó Shawn al ver la silueta de Ave a unos metros de su hogar.

La joven rubia dio vuelta y permaneció en su lugar esperando a que Shawn se acercara primero. De nuevo, no sabía que hacer, sabía lo que quería más no lo que debía, en ese mismo momento deseó ser la niña de cinco años que se había caído y que mami la abrazaba para pasar el dolor. ¿A caso un abrazo de Shawn la ayudaría a calmarse?, ¿sería reconfortante?

—Ven aquí —y tal y como si lo hubiese adivinado el chico la abrazó cubriendo mayormente su cuerpo debido a las diferencias de tamaño.

Pero no sintió nada.

—¿Quién es la chica? —preguntó en murmuro aún en sus brazos.

—¿Qué?

—Ellos lo saben, Shawn.

—Habla más fuerte, no te escucho.

Las farolas de la calle alumbraban los cuerpos de ambos. La camisa de vestir negra de Shawn ayudaba a marcar sus músculos gracias al abrazo que estaba dando. Shawn siempre lucia bien, no había necesidad de un cambio o demás, el chico era encantador por si solo, mientras que Ave siempre traía el mismo color pálido y la delgadez a veces le jugaba en su contra, la rubia seguía preguntándose el porqué de la obsesión de Shawn en ella, apostaba a que en el tiempo que estuvieron en la preparatoria habían chicas hermosa de sobra, más hermosas que Ave, como la rubia elegante de hace unos minutos.

Shawn también era elegante, de gran futuro, probablemente como la otra chica, Ave sabía que ella no lo era.

—Hay policías en mi edificio, una señora abrió el contenedor, se supone que nadie abriría el contenedor, ni mucho menos llamar a emergencias, nadie llama a emergencias, Shawn, al vecindario no le gusta los policías, a mi no me gustan los policías —dijo Ave en lo que parecía un ataque de pánico.

—Okay, Ave, necesito que te calmes.

—Shawn, estamos jodidos, estamos tan jodidos, ¿qué no lo ves?, vendrán por nosotros.

—Ave, nadie vendrá por nosotros, ¿de acuerdo?, no hemos hecho nada.

—Creo que deberíamos decir la verdad, quiero decir la verdad, Shawn, no me gusta esta sensación, hace que quiera arrancarme la piel de los huesos, quiero que pare, has que pare —casi suplicó la chica aferrada más a los brazos del castaño.

—Ave, cálmate —demandó Shawn.

—Es que no lo entiendes, puedo sentir su mano tocando mi espalda, puedo sentir su respiración en mi pecho, y el olor a perfume, su olor a perfume, es... es simplemente repugnante, es caro, apuesto a que es sumamente caro pero me hace querer vomitar —las lágrimas comenzaron a salir, rondaban por su mejillas, sus pálidas mejillas y la fuerza en la que sus manos se aferraban a la camisa de Shawn, podría arrancarla de un jalón.

—Mírame, Ave, solo mírame —Shawn la tomó de la cara, y limpió de sus lágrimas, eran demasiadas asi ejecutando sin éxito.

—Shawn, el me sigue, está atrás de mi, murmura en mi oído y me dice sus pecados.

Permanecieron bajo la luz unos cuantos minutos más. Ambos reflexionando y recordando el gran acto. La pobre rubia era atormentando con recuerdos y más, aquel joven de cabello castaño no experimentaba ni la más mínima emoción, casi nulo.

—Pediré un taxi, e iras a tu casa, porque nada ha pasado, no estamos escondiendo nada, no hay nada de que alarmarnos, ¿de acuerdo?, porque tú y yo no estuvimos juntos esa noche, tú estabas en tu apartamento, sola, durmiendo plácidamente —le murmuraba Shawn apoyando su cabeza sobre la de ella, movía los pies al ritmo de una suave canción que tarareaba en pausas haciendo que su pareja lo siguiera—. Yo estuve con Emma, pero eso tú no lo sabes, porque no estuvimos juntos, no esa noche y esta tampoco.

Su nombre era Emma, ya no era Ave la novia del gran Shawn Mendes, ahora era Emma, se preguntaba si tendría un apellido pretencioso y de alta sociedad, se preguntaba si Shawn la trataba de la misma forma como la trató a ella alguna vez, se preguntaba si la chica habría visto ya las banderas rojas, aquellas advertencias que muchos ignoran. ¿Sería Emma la nueva Ave? Claro que no, Ave fue despreciado por su familia, criticada por su condición social, ella era Emma, la gran Emma junto al gran Shawn Mendes.

—¿La chica lo sabe? —murmuró Ave mirando a la nada.

—Oh, no, no —negó varias veces—. Ella no sabe nada, le he dicho que me cubra, no sabe de qué, pero hará lo que le pida, se que haría lo que fuera si se lo pidiera.

—¿Y si ella hace preguntas?

—Cariño, te he dicho que lo tengo controlado, Emma me ama lo suficiente para mantener la boca cerrada, no hay nada de que preocuparse,  no sospecharía aunque lo tuviera de frente —respondió Shawn sin escrúpulos, frío y seco como sus sentimientos hacia la chica de porte de fino, recordando la cruz sobre su pecho.

Ave sintió un poco de pena por ella. Sentía que la habían involucrado, y no quería eso, la quería fuera de todo el desastre que representaban ambos, fuera y lejos, muy lejos, lo suficiente para nunca acercarse de nuevo a Shawn. Porque Ave la había pasado muy mal, porque ni la belleza o el dinero le habían dado el a amor que ella necesitaba.

Porque Shawn Mendes representaba peligro, un peligro del que ni Ave ni Emma se salvarían.

Dios bendiga a la rubias.

¡Oh, amor! ;Shawn Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora