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—Largo de mi casa —ordenó Ave haciéndose presente en la alta tensión que se había armado en su intento de sala de estar.

—Vine para acompañarte al trabajo —Shawn se paró de inmediato del sillón causando una sonrisa burlona por parte del señor Barone.

—No sabía que te gustaban los niños, pensé que eras de gustos mayores, algo mas sofisticado y maduro —habló el hombre de traje también parándose de su sillón pero para acercarse a la chica y tomar de su mano para luego depositar un beso.

Ave incomoda ante el acto la retiró en cuanto pudo y volvió con la mirada brusca hacia Shawn.

—Vamos, cariño, no es momento para que te pongas ruda —dijo Shawn cansado de la misma actitud de Ave.

—Déjame llevarte, a menos de que el joven de aquí tenga carro —se ofreció el señor Barone, con claras intenciones de joder al chico.

Shawn apretó su mandíbula y maldeció mentalmente. No hacía ni una hora de conocer al viejo y ya era un dolor de cabeza. Genial, alguien más para deshacerse.

—No es necesario, él ya se va —la rubia empujó con cuidado a Shawn hacia la puerta de salida aunque este se resistió.

—Cariño, no te enojes, apenas llego y me empujas, ¿por qué no me das un beso de despedida? —coqueteó Shawn desde la salida.

—No, jodas, Shawn, ya te dije que no quiero nada contigo.

—Antes jurabas quererlo todo, aún te lo puedo dar, sabes bien que si —dijo con una sonrisa de lado.

—Tu lo has dicho, antes, antes de que sucediera la desgracia —remarcó la palabra antes.

—No sabía que mi partida te había afectado tanto —se burló.

El corazón de la chica se estrujó. El seguía pensando que era sobre él, que su tristeza y el frío de sus palabras eran por él, estaba tan equivocado, no tenía ni la más mínima idea.

—Te fuiste y me dejaste sola, me dejaste expuesta —reclamó con enojo y tristeza en un casi murmuro apunto de convertirse en llanto.

—Cariño, no llores, solo estoy jugando —el chico se sorprendió por la reacción de Ave y la tomó por el rostro.

—Solo aléjate de mi —suplicó de nuevo, igual que las otras veces.

—Si me voy no podré ver el azul de tus ojos, ni tu cabello alborotado y, créeme, valen más que cualquier escultura en un museo.

—No sabes cuánto te odio —murmuró al borde de las lagrimas.

—Cariño, no te resistas, tú y yo somos gemelas.

—Tu estás mal de la cabeza.

—Están tan en lo correcto —el chico de cabello castaño la tomó por la nuca de forma brusca y le dio un rápido beso en la mejilla por lo que recibió un último empujón y una portazo en la cara.

Shawn salió del edificio con una mirada de satisfacción. Pero no todo había salido como lo planeado. Aquel viejo entrometido no iba hacer más que joderlo, más valía que solo fuera de paso porque no podía volver a verlo, no podía soportar su cara de superioridad ante el mundo. Shawn Mendes sabía deshacerse de problemas y ese no era más que otro de la lista.

Ave volvió a su habitación por su bolso, llena de imágenes provenientes de su pasado mientras que el señor Barone se encontraba en el comedor con Will y su madre atendiendolos con tazas de té.

—Solo vine a dejarles la invitación, preferí dárselas personalmente, no lo olviden, sábado por la noche. Espero verte ahí Katherine.

—Por supuesto que si, señor Barone, me halaga de solo habernos invitado, hace mucho que mi Will y yo no salíamos a lugares tan elegantes —comentó la madre de Ave con suma emoción en su rostro.

Ave sonrió desde lejos, al menos ese día vio a su madre sonreír sin estar bajo a alguna sustancia.

—Ahí estaremos, señor Barone —dijo Will igualmente feliz que Katherine.

—Oh, por favor, sabes que puedes llamarme Leo y espero que así sea, lamento que haya sido una visita rápida pero tengo asuntos que atender.

—Oh, si, claro, déjeme acompañarlo a la puerta —se ofreció amablemente Will.

Ave salió junto con el hombre y ambos bajaron por el ascensor. Al salir de edificio el hombre de traje la tomó del brazo y la detuvo.

—Permíteme llevarte a tu trabajo, por lo que vi el joven insistente te retrasó —se ofreció de nuevo.

Ave miró su reloj. Últimamente el señor Barone iba y venía por su departamento. Will y Katherine juraban que era un ángel que Dios había enviado directamente para ellos y que debía ser amble con el ya que había hecho muchas cosas por la familia.

"Hizo sonreír a mamá". Pensó.

—Espero que no sea una molestia —aceptó finalmente.

—Claro que no —respondió el hombre, se acercó a su chofer y le murmuró una que otra cosa al oído,  le abrió la puerta del carro y el señor Barone le hizo una seña para que entrara.

¿Qué podía pasar?

Ave se sentó en el asiento trasero y le sonrió amablemente al hombre por el gesto. Este le devolvió la sonrisa y cerró su puerta.

El chofer rodeó el auto y abrió la puerta de a lado para que pudiera entrar el hombre de traje.

En el camino el silencio tomó lugar. Perfecto para que Ave analizara la situación.

Era demasiado amable, y parecía ignorar el nido de adicciones que era la pareja que forma Will y Katherine, su apartamento estaba a nada de ser una pocilga y aún así se paseaba en el como si fuera su casa, sin contar el hecho de que le dió empleo a Will en una abrir y cerrar de ojos. ¿Qué hacia Will codeándose con un hombre tan importante y que hacía el señor Barone juntándose con un alcoholico como Will?

Esto no era nuevo, era una trampa. Ofrecía oro y después lo arrebataba más intereses. En esta situación ¿quien era el interés? No había nada de la familia que pudieran quitarles, nada de valor al menos.

El sonido de un celular la sacó de sus pensamientos.

—Detente aquí un momento, debo contestar —pidió para luego salir de auto y subir a la acera de la calle.

Ave río mientras observaba al hombre contestar su teléfono. Vaya, el hombre si que necesitaba privacidad para hacer sus llamadas.

—Le gustan las rubias —dijo el chofer viéndola por el retrovisor.

—Disculpa —respondió Ave confundida por su comentario.

—Le gusta coleccionar rubias.




Estuvo medio aburridon la cosa, pero les juro que se viene lo mejor 😗.

¡Oh, amor! ;Shawn Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora