·Prologo·

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Venezuela-Barquisimeto.
26/02/2019.

La luz de la luna junto a los focos de la camioneta, era lo que iluminaba aquel oscuro camino.Circulando por esa carretera los vehículos avanzaban a altas velocidades muy peligrosas, tanto que en cualquier momento podía ocurrir un accidente, pero la realidad era que un choque de avenida era lo menos por lo que se preocupaban ahora, después de todo cuando la gente empieza a comportarse como salvajes, atacandose entre si, mordiendo hasta perforar la piel, muchas cosas se vuelven minorías.

En el interior de aquella camioneta azabache, se encontraba una joven apreciando lo que ocurría fuera a través del cristal. Su mirada estaba llena de un terror absoluto, mientras que sus manos sostenían con fuerza el cinturón de seguridad, enterrando sus cortas uñas en aquel material duro. El destello de las luces de aquella ambulancia se reflejó en sus gafas de pasta gruesa y negras. El vehículo se dirigía en la dirección opuesta a ellos.

Sintió como su corazón palpitaba a toda marcha, mientras que sus manos comenzaban a sudar frío por lo que estaba ocurriendo, había escuchado las noticias pero jamás se imaginó que aquel nuevo virus se extendiera tan rápido y llegaría al estado Lara, su hogar. Había oído por la radio el comportamiento de aquellos que se infectaron, pero verlo en persona era realmente una experiencia que jamás le había deseado a nadie. En esos momento solo podía recordar los alaridos de las personas y la multitud corriendo por la calle, gritos de terror y sollozos pidiendo ayuda, mientras que alguien tomaba su mano para guiarla fuera del peligro, llevándola a un lugar seguro para luego poder escapar en aquella camioneta que ahora les servía de transporte.

Escuchaba una voz lejana, muy similar a cuando te hundes en una piscina y tus oídos se llenan de aguas, dificultando la audición, pero lo que realmente la regreso a ese mundo fue el toque suave y gentil que sintió en su brazo cuando su compañero, que iba al volante, colocó su mano sobre ella.

— Oye, Lizabeth respira un poco—Le pidió con voz amable aquel chico de ojos rasgados— Sé que lo que viste es traumático, pero te aseguro que te llevaré a un lugar seguro.

— Lo siento, Kai—Se disculpó ella con voz suave — Es que todo esto ha ocurrido tan rápido, es decir, esta mañana estaba tranquilamente en el liceo bromeando con los chicos y ahora... —Un suspiro escapó de sus ahora pálidos labios para seguidamente recostar su cabeza la respaldo del asiento— Ni siquiera sé cómo describir todo lo que ocurre.

Y es que no era fácil describir un acontecimiento como aquel, no sabía ni siquiera como empezar a ordenar sus ideas, por donde iniciar a recopilar sus recuerdos, todo había transcurrido de forma tan rápida que apenas podía procesar que ahora se encontraba en una camioneta camino al aeropuerto. Kai no lo culpaba, después de todo ver en primera fila como una vecina se abalanzaba hacia otra con ojos llenos de cólera, sonidos extraños saliendo de sus bocas, mordiendo con la intención de desgarrar la carne, era un verdadero espectáculo bizarro.

Sus ojos color miel seguían puesto en la carretera, evitando chocar con algún loco impulsado por el pánico, pues aunque estuvieran en el fin del mundo, tampoco iba a permitir que se murieran por un simple choque, ocasionado por un maníaco que no sabía que si se estrellaba contra un poste a alta velocidad, efectivamente no correría el destino de los infectados, pero igual se moriría por una fractura o hemorragia. En el mejor de los casos moriría sin dolor, en los peores, quedara inmovil, esperando que alguien lo ayudara o simplemente esperando su destino que se pudo evitar teniendo un poco más de cuidado y razón común.

La chica acomodó sus lentes con un toque del dedo índice, seguidamente sus ojos apreciaron a su compañero, detallando aquellos rasgos asiáticos y piel blanca cual porcelana, aquella mirada color miel estaban fijos en la carretera, atento a cualquier inconveniente que pudiera surgir. Sus brazos estaban cubiertos por una chaqueta negra la cual dejaba a la vista aquella camisa color vino tinto, la cual era combinada con unos pantalones bluyín oscuro y zapatos deportivos.

El sonido de una explosión provocó que el asiático presionara el freno de golpe, las ruedas rechinaron y sus cuerpos se impulsaron hacia delante, siendo detenido solo por cinturón de seguridad. Cuando sus miradas se lograron oriental un poco, apreciaron como un grupo de casas estaban en llamas, los gritos de agonía se escuchaban fuerte, mientras las personas intentaban escapar de aquel mar de fuego.

Los músculos del joven se tensaron junto a su mandíbula, aferrándose con más fuerza la volante de la camioneta. Esta vez presiono el acelerador, provocando que el carro retomara la marcha de nuevo. Lizabeth por su lado no evitaba mirar aquella escena con cierto temor.

—¿Ya llegamos?

Aquella repentina voz femenina la hizo saltar en su haciendo soltando un grito, lo cual ocasionó la carcajadas de asiático. La joven de lentes infló las mejillas y le pronunció un fino "oye" a modo de reproche, seguidamente giró un poco su cuerpo, encontrando el rostro adormilado de una amiga. Esta se encontraba acariciando un poco su frente, la cual estaba algo roja, debido a que se había golpeado con el cristal de la ventana en el momento que Kai había hecho presión en el freno por reflejo automático.

—Aún nos falta algo de camino Liza—le contestó con voz tranquila el asiático— Perdona si te desperté con el freno tan repentino, fue un reflejo automático.

—Tranquilo chico lindo...

La segunda chica se recostó nuevamente la haciendo apreciando el paisaje por la ventana, observaba aquellos locales que alguna vez aprecio camino la liceo, jamás se había imaginado estar en el asiento trasero de una camioneta, huyendo por su vida y escapando de personas que habían perdido el control sobre sí mismas, humanos que ahora solo eran esclavos de sus instintos primitivos, incapaces de razonar o sentir.

Entonces el silencio reinó en aquel vehículo, habían llegado a una zona donde todo estaba aparentemente tranquilo, aunque el asiático no disminuye la velocidad de la camioneta.

Poco a poco una nube de tragedia se cernía sobre el país de Venezuela, una amenaza la cual solo habían observado en películas y series, nadie se esperaría que ahora aquel entretenimiento era lo que les amenazaba, viviendo en carne viva la incertidumbre y el temor de ser infectados, la brusquedad de recurso e incluso el miedo de tener que perder a alguien valioso para ti.

Realmente la muerte no sería compasiva.

【✜ Vida Entre Muertos ✜】【Saga Ángeles Exterminadores】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora