·Emociones·

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Venezuela-Miranda.
08/04/2019.

—Coñoelamadre...—Farfullo Beatriz.

El frío de la noche, comenzaba a colarse por las ventanas rotas, aquello le causaba desconfianza, pues la briza no era lo único que se podía colar por ahí. Se abrazó a sí misma, frotando sus brazos para intentar mantener un poco de calor, aunque llevaba la chaqueta el frío era fuerte.

Al acercarse a la ventana, apreció a su exterior, estaba en un quinto piso, un salto desde esa altura y estaría muerta. La oscuridad de la ciudad la recibió, junto a un dulce olor a tierra mojada. Afuera estaba lloviznando, no era una lluvia fuerte o violenta, las gotas sólo caían suaves y en poca cantidad, mojando todo lo que se encontrara fuera de un refugio. Un efímero recuerdo llegó a su mente, uno que la hizo sonreír sin percatarse.

Pues ese día de lluvia tenía clase de Matemática, con un profesor que se ganó el odio de todos los estudiantes de su generación. Y no porque fuera estricto, estaban acostumbrado a ese tipo de docentes, habían aprendido a sobrellevarlos incluso a sacar una nota más elevada, con sólo cumplir sus estrictas reglas en el salón de clases, las cuales subían puntos netos. Pero ese profesor era odiado, porque el simple hecho de ser un mal docente, debido a que exigía buenas notas, cuando él no asistía al aula para dar las clases.

Muchas secciones optaron por tomarse selfie en el salón de clase, para tener pruebas que el profesor no había ido, para poder recolectar firmas, y que lo sacaras o cambiaran de año. Claro que ya jamás iba a saber, si habrían podido ganar esa guerra, porque eso ya no importaba ahora.

Pero lo que recordó fue algo más lindo, ese día de examen Lizabeth le había prestado la calculadora a Beatriz. Y de pronto una fuerte lluvia cayó de golpe, comenzando a empapar a los estudiantes que regresaban a casa, regando los árboles y llenando las calles de agua. Beatriz estaba dentro del salón, terminando su examen, uno que claramente no entendía cómo iba a resolverlo, porque el profesor sólo les había dado una clase exprés, la cual nadie entendió, ni el más listo de su salón. Sabía que afuera estaría Lizabeth, esperándola para irse juntas, ella a su casa y su amiga, a tomar el carro rumbo a su hogar.

Al ver la lluvia por la ventana, recordó que Lizabeth no había traído suéter ese día, y era un pollito que por cualquier cosa se enfermaba. De pronto escuchó un pequeño estornudo, gracias a que estaba cerca de la muerta. En ese momento no le importó que el profesor la pudiera regañar. Se levantó y salió del salón, mientras se quitaba su suéter. Al salir se lo lanzó a la cabeza a su amiga, para luego decirle:

—Cúbrete

Regresó al interior del salón.

Un suspiro nostálgico escapó de sus labios.

—Tengo que encontrarlos.

Declaró mientras seguía avanzando por aquel lugar.

Mientras avanzaban pudo sentir el silencio abrasador, el silencio era su mejor amigo en esos momentos. Tenía que estar atento a su alrededor, o terminaría siendo atrapada por las criaturas, que rondaban cerca de las zonas. No podía permitirse un enfrentamiento, no después de haber despistado a una horda, con un despertador y una olla de hierro que encontró por ahí.

Se recordaba a sí misma que no podía gritar, no importaba lo que pasara, no podía gritar o atraería de nuevo a los infectados hacia ella. Se preguntaba qué haría Lizabeth en esos casos, tal vez, así sería más fácil encontrarla. Por ejemplo, en el liceo si no se encontraba en las mesitas, estaba en la zona de atrás. En este caso, seguramente comenzaría a bajar de piso.

Con ese pensamiento en mente empezó a buscar escaleras.

Al encontrarla no dudo comenzar a bajar, notando los pasamanos de cristal manchados de sangre y agrietados. Contrajo el rostro con una mueca de asco, mientras seguía avanzando. Tras defender dos pisos, se encontró con que las escaleras estaban bloqueadas. Una mueca de disgusto se dibujó en su rostro, tenían que encontrar otra bajada.

【✜ Vida Entre Muertos ✜】【Saga Ángeles Exterminadores】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora