"Y tanto que si"

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+18! Dedicado a quienes lo estaban esperando! cruzando los dedos para que les guste...

Capitulo 17: "Y tanto que si"

Emma Swan había escuchado cosas en su vida, muchas cosas. Desde que era pequeña aprendió a entender la amargura del desdén en la voz de las personas, la lasitud de la indiferencia. Aprendió a reconocer aquellas palabras que duelen como un golpe en la nariz así como identificó demasiado pronto el cinismo y el engaño. Los aprehendió de memoria porque usarlos fue vital. Se ilusionó y la rompieron, la abandonaron. Así que hizo lo que debía, volver a las viejas manías que tan bien conocía. Podía reconocer a los mentirosos, porque una mentirosa sabe reconocerse en los demás. Era lo que era y lo había asimilado. Solitaria y siempre al filo de la mediocridad.

No tenía ni idea de cómo se sentía el cariño hasta que Henry Mills golpeó su puerta el día que cumplió los 28 años. No tenía idea de cómo se sentía estar arropada y protegida hasta que Mary Margaret y David la comenzaron a llamar hija. No tenía idea lo que significaba la lealtad hasta que la vivió de la mano de muchos personajes de cuentos de hadas que luchaban en un mundo sin magia. No conocía la alegría, ni tampoco las buenas intenciones. No conocía la redención hasta que no conoció a la madre adoptiva de su hijo. No habría conocido la fe si no fuera por el pequeño que ahora era un joven y que, sin conocerla de nada, había depositado su vida en sus manos obligándola a creer.

Y ahora se daba cuenta que, a pesar de lo que aprendió dentro y fuera de Storybrooke, le quedaba algo más para descubrir. Emma sabía que estaba enamorada de Regina, joder que lo sabía muy bien. La había padecido muchísimo. Cuando llegó, esa morena imponente que actuaba para preservar lo suyo, le había causado muchísimos disgustos. La detestaba, pero al mismo tiempo le producía una excitación que rompió por completo los límites de su libido. Esa desafiante mirada le provocaba una lujuria desbordante, tanta que en muchas ocasiones la hubiera empotrado contra una pared y follado rabiosamente. Esa sensual figura y manejada indiferencia eran un cóctel con el que se había agitado deletreando en silencio las letras de su nombre, una por una. Regina, Regina, Regina. Había balbuceado su nombre una noche cualquiera sin saber que la soñaría por el resto de las que quedaban, aunque quisiera arrancársela de los deseos a toda costa.

No podría precisar el momento en que la lujuria permutó en algo distinto. En cierto momento, dejo de pensar a Regina como un contrincante y la identificó como una aliada. Una madre luchadora que habría dado su vida a cambio de la del hijo de ambas. Ese vínculo confundió la sed de su cuerpo y la transmutó en un deseo que traspasaba lo físico. Quería hacerla suya, pero no solamente por un desahogo primitivo, quería pertenecer. Pertenecer a la vida de esa mujer. Fueron amigas y cada paso que dieron, fuera un traspié o no, se enamoraba de ella un poco más, pero también se alejaban. Hasta que Hope aparcó a unos metros de ella en un escarabajo igual al suyo para darle una bofetada a esa realidad disforme en la que se había sumido.

No puedo retener el aire que tenía en los pulmones. Surgió de su cuerpo como un jadeo intenso y desenfadado. Aquí y ahora, con Regina pidiéndole que la hiciera suya, aprendía una nueva sensación. Esa a la que llamaban locura de amor. Porque Emma Swan estaba loca de amor y Regina Mills era la fuente de su desquicio. Regina Mills era quién le había enseñado que las definiciones establecidas para las palabras amor, lujuria, deseo y felicidad se habían escrito sin conocerla. Se habían escrito sin saber cómo una mirada o una frase de Regina podían quebrar el límite de cualquiera de esos conceptos y llevarlos a otro nivel.

Uno donde las sensaciones nacían en el interior y se extendían hasta que podían notarse en la superficie.

Levantó las manos sin dejar de pestañear y acarició su rostro, sintiendo la piel caliente de la morena en sus dedos. Sus labios se abrieron y soltaron la única palabra que parecía sacudir todo su ser – Regina – lo pronunció bajito, como si fuera un secreto y cuando las letras se sucedieron quiso seguir escuchando su nombre – Regina – repitió notando como la morena la contemplaba tratando de entender – Regina, Regina, Regina – lo dijo tres veces, como cuando la llamaba en silencio, y la mencionaba detuvo su errática mirada en sus ojos, buscando la razón de tanto afán por su nombre.

La última Esperanza (The Last Hope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora