Café (+18)

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7:50 a.m.

Llovía, mi alarma aún no sonaba, pero era tan placentero escuchar el sonido de la lluvia golpeando por mi ventana. Podía tan solo girarme del lado izquierdo de mi cama, y ver por mi ventana el cielo, grisáceo y frío, para mi, era empezar bien el día. Sonreí mientras lo hacía, me costaba mucho levantarme de mi cama, pero supe que era el momento preciso para estrenar todos esos suéteres y gorros que estaban escondidos en el clóset.

Entré en la regadera, el agua caliente caía por mi espalda dándome un masaje, recogí mi cabello hacia atrás mientras alzaba mi cabeza, cerré los ojos y tan solo lo disfruté. Gota por gota.

Comencé a ponerme mis pantaletas de encaje, y mi brallete negro. Toda mi ropa íntima era de encaje, no por lo sexy que se pudiera llegar a ver puesta, sino por la comodidad que se siente al tenerla puesta. Me vestí con unos jeans holgados y una blusa liza completamente blanca, sin algún estampado, y como de costumbre, mis tenis blancos. Deje secar mi cabello con la secadora, no acostumbro hacerlo diario, pero no quiero salir con el cabello húmedo con este hermoso clima o podría enfermarme. No me maquillé en lo absoluto, solo me coloqué mi abrigo negro, una bufanda y por supuesto, mi gorro negro con mini puntitos de color blanco. Y tomé mi backpack de cuero negro.

El clima seguía friolento y lluvioso. Me fascinaba.

― Hola, linda. ― Mi compañera Zara me saluda mientras se encuentra detrás de la caja registradora.

― Hola, preciosa. ― Digo con voz casi seductora. ― ¿Cómo va el día?

― Marcha bien, hemos tenido más clientes con este frío, he tenido que preparar más de cincuenta capuccinos, y un sin fin de cafés negros, solo imagina eso.

Enarco una ceja.

― Eso suena muy bien, ahora deja me acómodo para ayudarte a trabajar. ― le mando un beso en el aire.

He preparado y servido muchos expresos, originales y lattes. Rebanadas de Chesecake, y una que otra dona o brownie.

Mientras preparaba un capuccino clásico. Llegó lo inesperado.

― ¡Dios mío! Que hombre ― me suelta un codazo en mi hombro. ― Éste lo atiendes tú.

― ¿De qué hablas? ― doy la media vuelta para mirar lo que ella esta mirando. ― Mmm vaya gustos amiga.

― Podrías dejar de ser tan agüada, es un galán ese hombre. Yo sí le daba sus buenas tazas de café al día.

Abro los ojos como platos.

El chico se acerca al mostrador.

― Hola ¿Podrías servirme un café? ― dice el hombre tan apagado.

― ¿Cómo quiere su café señor? ¿Café expreso? ¿Con crema? ― Zara intenta establecer una platica con él, pero dudo que lo logre.

― Café de olla, solo quiero eso. ― Piensa un instante. ― Me lo tomaré aquí.

Yo sin girarme a ver, solo escucho el pedido, y comienzo a hacerlo.

Al tenerlo listo, comienzo avanzar entre las mesas, pero noto que el hombre está de pie mirando por la ventana de la cafetería. Es alto, pero tengo trabajo que hacer y no puedo quedarme aquí a admirarlo.

― Aquí tiene su café, señor. ― interrumpo.

El da la vuelta, y me mira a los ojos

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El da la vuelta, y me mira a los ojos. No sabría definir su expresión, pero me está observando, se mantiene callado mientras lo hace.

― Si se le ofrece algo más, solo pídalo por favor... Compermiso.

― Gracias. ― es lo único que sale de su boca.

Me acerco a seguir preparando los pedidos, y era obvio que tendría a Zara invadiendome de preguntas.

― ¿Qué te dijo?

― Nada Zara, regresa a tu lugar.

― Pero ¿Por qué te miro de esa manera?

Puse mis ojos en blanco y dejé la cafetera en la barra.

― Zara, no lo sé, lo interrumpí de sus pensamientos, tal vez solo estaba distraído.

Los días siguientes fueron igual, a la misma hora el hombre llegaba a pedir su café de olla, yo era la que siempre iba a servirlo, poco a poco comenzó a hablarme un poco más, dijo que su nombre era Istvan, él sabía el mío por el pequeño hacer que llevaba cargando en mi mandíl. En uno de esos días
Itsvan me propuso invitarme a salir, obvio acepté.

El día de mi salida con él, el clima estaba fatal, lluvioso, con mucho viento y un cielo con tormentas eléctricas, me quedé sola en la cafetería porque Zara se había enfermado de gripe, Istvan llegó como de costumbre a la misma hora. No había ni un cliente, el único cliente era él, dejé de trabajar porque la energía había cortado la electricidad, Bill me pidió que me acercara con él. Insistí en que revisaría la luz para que regresara, pero él con una mueca después me dijo:

― Es inútil, nadie puede desafiar a la naturaleza, solo espera a que regrese la luz. ― acto seguido hizo una pequeña sonrisa. ― Por favor siéntate a platicar conmigo, te juro que no te voy a comer.

Le hice caso y me senté a tener una buena y larga charla con él.

Le conté todo acerca de mi, le dije el porqué estaba aquí, porque estaba haciendo esto.

Pero algo no andaba bien con él después de todo lo que le había contado de mi.

― ¿Te sientes bien? ― pregunté confundida.

Él frunció el ceño, como si le acabaran de dar una noticia mala. Miraba hacia la vela que se encontraba al centro de la mesa, tratando de comprender algo.

― ¿Istvan? ― insistí.

― ¿De verdad crees eso? ― al fin sostuvo su mirada con la mía.

― ¿Creer qué? ¿De qué estás hablando?

Paso su mano por su rostro.

― Pensé que no te volvería a ver después de... ― se detuvo.

― ¿De qué Istvan? Estás asustándome.

Suspiró antes de que las palabras salieran de su boca.

― De aquél accidente en que te perdí.

― De aquél accidente en que te perdí

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Demasiado tiempo sin pasarme el rato por aquí para que comenzarán a fantasíar con las historias de Billie, pero aquí estoy de regreso, espero no volver a dejarlo. 😓

One Shots | Bill Skarsgård Donde viven las historias. Descúbrelo ahora