Capitolo 3

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ORLENA

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ORLENA

El despertar de los chicos fue un momento épico de ver. Primero fui yo la que les echaba agua y a continuación aparecía en escena Mellea con el recipiente lleno de harina para arrojarles encima de sus cuerpos, dejándoles asquerosos y pegajosos a todos. Lo mejor de todo fue ver sus caras de desconcierto. No sabían que estaba sucediendo hasta que de un momento a otros se despejaron y mi humilde casa se convirtió en un gallinero en toda regla. Todos pasaron por la ducha antes de ponernos todos a limpiar el desastre que habíamos formado. 

 El resto de día estuvo tranquilo, comimos juntos y después cada uno se fue hacer las cosas que tuvieran pendientes. Yo bajé a las calles a que me diera el aire un rato mientras estaba sentada en una de las tantas barcas que navegaba por uno de los canales de la ciudad. Me entretuve viendo los diversos colores con los que pintan las fachadas de los edificios. 

 Ahora que ya había entrado la noche, mi grupo de amigos y yo caminábamos por las oscuras calles de la ciudad. Las pocas farolas encendidas que había, no opacaban la oscuridad de la madrugada. Recorrimos callejones estrechos, típicas callejuelas que no pasa nadie una vez caía el sol por si algún asaltante está esperándoles al acecho. 

 Nuestros pasos eran rápidos para llegar en menos tiempo a la discoteca. Y así fue. Una vez en frente del club nocturno llamado Piccolo Mondo Disco, hicimos como todas las personas: esperar en la cola hasta que nos tocó entrar. 

Los chicos inmediatamente fueron a la barra a pedir nuestras bebidas; tardaríamos en verlos. De eso estaba segura. Por otro lado, nosotras buscamos unos sillones para poder sentarnos a esperarlos.

 —¿Y qué haremos este verano? —la pregunta de mi amiga me pilla desprevenida. No había pensado en el verano en ningún momento.

 Idara, por otra parte, estaba disfrutando de las vistas que nos proporcionaba nuestros asientos.

 —Idara, ¿me puedes decir a quien miras con tanto entusiasmo? —la recién nombrada se da por aludida y deja de ver al chico que está viendo mientras babea. Aparta la mirada y nos presta atención. 

—A nadie, no observo a nadie —miente tan mal que deberíamos regalarle un premio. Mis pensamientos se detienen en cuando veo llegar a nuestros amigos. 

—¿De qué charlabais mientras estábamos ausentes? —el curioso de Battista habla. Y para los que estábamos presentes no fueron desapercibidas las miradas de él y de nuestra amiga Idara.

 Vamos a divertirnos un rato.

 —Solo le estábamos preguntando por mera curiosidad a Idara —la recién nombrada me mira como si me estuviera lanzando dagas a diestra y siniestra. Ignoro su mirada —a ver a quién contemplaba con tanto entusiasmo. Mellea me da la razón —revelo lo que no quería que se enteraran los chicos —. Aún no nos ha dicho la respuesta. 

Il passato torna sempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora