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JaeBum se encontraba caminando tranquilamente por las calles sombrías de Seúl. Acompañado de una dulce niña de cabellos castaños como los troncos de los árboles.

Cualquiera que lo viera y sepa su secreto, no se creería que una persona como el, estimará tanto a una pequeña de nueve años. Nadie se lo creería. Para JaeBum, su hermana menor, era su tesoro más preciado, y daría cualquier cosa por ella, incluso si se tratase de su propia vida.

—Quiero aprender a pintar como ella —la pequeña señaló a la susodicha.

JaeBum se lo pensó mucho, para después darle una respuesta concreta.

—No.

—Pero... Jae, yo quiero —la pequeña lo vio con un inusual brillo en sus ojos avellana.

—Lo pensaré.

Al momento de querer regresar a caminar, para llegar lo antes posible a su casa, la pequeña se rehusó; pues ella en verdad anhelaba aprender a dibujar y difuminar como aquella chica de cabellos morados.

—No te moveras de aquí hasta que diga que sí, ¿cierto? —adivino JaeBum, al ver a su hermana de brazos cruzados.

Ella negó con un puchero en sus labios.

—Está bien —aceptó—. Hoy mismo hablaré con aquella chica.

[•••]

—HyeRi, se te hará tarde, apurate —gritó JaeHa, desde adentro, al notar que su hija estaba con su caballete afuera de la casa, justamente en su patio.

—Voy —aunque eso se escucho más como un susurró, HyeRi no se iba a tomar la molestia de gritarle y decirle que ya iba. Ella no era de esas.

[•••]

Ahora, como otros días de tortura, o así los llamaba HyeRi, se encontraba corriendo, ya que su entrenador la tenía corriendo, exactamente diez vueltas y sin descansar.

HyeRi odiaba eso.

—¡Apurate HyeRi, que tu padre no me paga por tu lentitud! —exclamó su entrenador, mientras cambiaba de hoja de su periódico.

《Maldito viejo, me tiene corriendo aquí, mientras el está sentado, leyendo el periódico, cómodamente.》, pensó HyeRi.

Al final pudo terminar de dar las diez vueltas y sin descanso.

Colocando sus manos sobre sus rodillas, mientras respiraba agitadamente, HyeRi ya no sentía sus piernas, sentía que en cualquier momento se dejaría caer en la cancha de entrenamiento, mientras veía a su entrenador, sentado en las gradas viendo una revista pornográfica, porque si, así era su entrenador, siempre usaba el mismo periódico para ver una de sus tantas revistas.

A HyeRi le repugnaba eso.

—No he dicho que ya has terminado —hablo el entrenador, dejando a un lado su periódico.

—Pero yo me he dicho que sí —respondió HyeRi, mientras se dirigía a su mochila y sacaba de esta una botella de agua, que no dudo en beberla—, además, ¿a usted que le importa?, sólo regrese a ver su revista pornográfica.

Su entrenador se vio palidecer, ante la confesión de HyeRi, está sonrió para sus adentros al ver lo nervioso que se puso aquel viejo.

—¿C-Como es que sabes eso? —balbuceo el sujeto; viendo expectante a HyeRi.

—¿Quién de aquí no lo sabe? —contestó HyeRi, colgandose su mochila, mientras llevaba en su mano, la botella de agua.

—¡Señorita Lee! —exclamó el señor, pero todas sus exclamaciones fueron en vano, pues HyeRi ya se había marchado de la cancha de entrenamiento.

HyeRi ya había cruzado aquella puerta, aún con su botella de agua en la mano, prosiguió a caminar.

Esta vez decidió caminar y no tomar el autobús como acostumbraba, pues ya estaba empapada en sudor y lo suficientemente cansada, por lo que decidió que lo mejor era caminar, para que el gélido aire del otoño la tocará.

Con su cabello hecho en una coleta y con algunos mechones de su cabello morado pegados a su cuello, debido al sudor, y con su ropa deportiva color gris, camino rumbo hacia su casa. Mientras andaba, decidió poner play a su playlist; mientras se colocaba sus audífonos.

Está vez ese viejo si se pasó, aún sigo con demasiada sed.》, pensó.

Y era verdad, pues está vez si que había corrido demasiadas vueltas, lo habitual eran cinco, pero esta vez habían sido esas, debido a que sí te detenías, hacías el doble de vueltas y por equivocación de HyeRi, se detuvo a retomar aire y cuando menos lo pensó, ya se encontraba corriendo el doble.

Sumida en sus pensamientos, se percató en un agarre que de un momento a otro, hizo que dejará de caminar. Volteó a ver a la persona responsable viendolo con el ceño fruncido.

HyeRi espero a que esa persona se dignará a hablar, pues ella no era de esas chicas que por mero gusto iniciaban una conversación, de hecho era de esas chicas de pocas palabras. HyeRi alzó una ceja, esperando a que esa persona se dignará a hablar.

—Mi hermana quiere que le enseñes a dibujar o pintar, sea lo que sea que hagas con los pinceles —sentenció el chico de cabellos negros como la noche, noto que su voz era fría y distante.

HyeRi resoplo e hizo un ademán de pensarlo, pero lo que dijo fue un:

—No tengo tiempo. —HyeRi se giró, para volver a comenzar a caminar rumbo a su casa, cuando el chico volvió a protestar.

—Te pagaré lo que quieras.

—No quiero tu dinero —dijo ella de manera fría y cortante.

—Ella te vio pintar en el patio de tu casa y quiere que le enseñes —volvió a argumentar el chico, cuyo nombre no sabia.

—¿Y como estas seguro que era yo la que pintaba? —comentó ella, cruzandose de brazos.

—Tu cabello te delata.

Maldito por lo bajo.

—Sigue siendo un no.

—Mataré a tus padres si no aceptas —amenazó aquel chico.

Á HyeRi le era difícil pensar, pues el Fétido olor de la basura no la dejaba concentrarse. ¿Matar a sus padres? Eso era una completa barbaridad, pero la verdad no le importaba mucho. Si decía que no y el los mataba, ella se vería obligada a irse con sus tíos de Australia y no quería eso.

—Bien —aceptó de mala gana—, si eso es todo, me voy —dijo mientras se alejaba del chico.

Eyes on You ➸ JaeBum. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora