•Capítulo 4•

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El frío viento susurraba mientras azotaba con fuerza las copas de los árboles, la luz de la luna era sutilmente opacada por una capa de nubes

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El frío viento susurraba mientras azotaba con fuerza las copas de los árboles, la luz de la luna era sutilmente opacada por una capa de nubes. Dentro de la mansión, el demonio de mirada escarlata recorría los pasillos con un candelabro en mano, cerciorándose de que todo estuviese bajo control, aunque en realidad, sus pensamientos no le dejaban estar realmente cien por ciento atento a lo que veía, suspirando detuvo sus pasos y miró hacia afuera por una de las grandes ventanas,  algunas gotas habían comenzado a caer, formando la llovizna que advertía la próxima llegada de la lluvia.

El silencio pacifico mantenía un ambiente agradable, sin embargo en ese momento el mayordomo no podía sentirlo de esa manera.

Era extraño porque realmente no había motivos para sentirse tan intranquilo, pero así era, tocó su pecho suavemente y chasqueó la lengua, perdió completamente la compostura y dejó con más fuerza de la necesaria el candelabro sobre el marco de la ventana, seguidamente se apoyó contra la pared contraria, su respiración estaba completamente agitada y su cuerpo temblaba, ¿por qué se sentía de esa manera? Se sentía sofocado, los humanos normalmente le llamarían a sus padecimientos ansiedad o algo por el estilo, y es que esos nuevos sentimientos le inquietaban; remordimiento, ¿celos? No eran cosas normales en su especie ¿por qué a él le estaba pasando?, una sonrisa temblorosa surcó sus labios. "No, no, no son celos, no, es solo que esa persona apareciendo de la nada en su mente interrumpe mis planes... y lo otro, seguro que estoy confundiéndolo con lástima..." trataba de devolverse la calma al mentirse a sí mismo, no podía inestabilizarse por cosas tan tontas, seguramente solo estaba exagerando, eso quería hacerse creer. Recuperó aparentemente la compostura, aunque su mente aún se estaba peleándo consigo misma, volvió a tomar el candelabro y retomó su calmada caminata, llegó hasta la habitación de su joven amo, abrió la puerta cautelosamente, sin entrar logró ver el rostro calmado del menor, quien parecía dormir profundamente, probablemente arrullado por la melodía brindada por la lluvia, Sebastian sonrió ligeramente, ojalá él pudiera tener esa anhelada paz mental en aquellos momentos.

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La tapa del ataúd se abrió dejando ver a un cansado shinigami retirado, Undertaker había estado tratando de conciliar el sueño durante casi media hora, pero simplemente le era imposible sucumbir ante el cansancio, suspiró pesadamente y salió del ataúd para dirigirse al comedor a prepararse un poco de té, pensando en qué tal vez si lograba relajarse podría al fin dormir.

Se sentó en la mesa para degustar el contenido de la taza humeante entre sus manos, cerró un momento los ojos, el sonido de la lluvia predominaba por sobre cualquier otro existente en el lugar, sin duda era una noche tranquila, pero él no podía gozar de esa tranquilidad, ¿el motivo? Lo que había sucedido hace unas horas se negaba a abandonar su mente, y eso de alguna manera le perturbaba un poco, suspiró, ahí estaba de nuevo, su corazón comenzó a acelerarse y sus pómulos enrojecieron, pasó sus manos por su rostro y seguidamente entre las platinadas hebras de su su cabello con cierta frustración y ansiedad, tocó suavemente con las yemas de sus dedos sus labios recordando por enésima vez el calor y la suavidad de los labios ajenos, sonrió sutilmente y llevo su diestra a su pecho, sintiendo el latir apresurado de su corazón, pero no estaba feliz, no, de hecho estaba aterrado, no dejaba de preguntase ¿qué pasaría si de alguna manera llegara a enamorarse? Seguramente sufriría, porque por mucho que quisiera confiar, sabía que Sebastian no era sincero, o al menos no por completo, que solo jugaría con él y al conseguir su objetivo se marcharía, lo dejaría de lado sin ningún remordimiento y el, el estaría devastado, por eso temía que el amor llegase a invadir su corazón, y lo que más alimentaba dicho temor era el hecho de que este mismo comenzaba a convertirse en realidad, porque si, aunque no quisiera y se resistiera ya se sentía atraído hacia el malévolo mayordomo, pero no solo eso, es decir, una simple atracción no hubiera sido capaz de hacerlo sentir de semejante manera, no estaría tan afectado justo ahora, claro que no, una atracción era algo más superficial; aunque en realidad no podía decir que era exactamente lo que sentía, no era amor, aún no, tal vez podía ser cariño o simplemente aprecio, no lo sabía.

•30 días• [UnderSebas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora