•Capítulo 11•

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«Eres libre de dejarme, pero solo no me engañes y por favor, créeme cuando digo que te amo»

«Eres libre de dejarme, pero solo no me engañes y por favor, créeme cuando digo que te amo»

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"Si, harías bien en no buscarme... porque esta vez tendré que asegurarme de que no te queden ganas de volver a verme nunca.

Y... Sebastian, por favor también olvídame..."

▽▼▽

Si tenía que ser completamente honesto lo más correcto sería decir que las ocasiones en las que se había tomado realmente el tiempo de valorar el propósito o rumbo de su larga, larga vida eran verdaderamente escasas; para comprobarlo bastaba con decir que al contarlas con una mano sobraban muchos más dedos de los que probablemente le gustaría admitir y que la gran mayoría de ellas ni siquiera podía recordarlas con claridad.

De hecho la última vez que había sopesado la idea de cambiar de rumbo había sido porque, a pesar de que en el pasado robar almas de baja calidad y en consecuencia a veces pelear con infinidad de shinigamis e incluso algunos demonios había sido algo muy divertido, después de cientos y cientos de años había acabado por convertirse en una rutina tediosa y cansina que francamente ya ni siquiera le valía la pena. Debido a eso es que ahora se hallaba en este punto de su vida en el que servía como mayordomo a un simple humano que poseía el alma más exquisita que había llegado a anhelar saborear. Pero esa ya es otra historia.

Ahora ese motivo le parecía tan insignificante...

Y es que incluso si en aquel momento le hubieran advertido que acabaría volviendo a replantearse la vida por un motivo tan denigrante cómo creer haberse enamorado ni más ni menos que de un Dios de la muerte, a quien por simple instinto debería despreciar fervientemente, seguramente se habría mofado escandalosamente en las narices de quien hubiese osado proclamar reverenda estupidez delante suyo y claro, luego lo habría matado por ofenderlo.

¿Cómo hubiera podido adivinar que la vida realmente daría ese giro tan caprichoso en contra suya?

Siempre pensó que la vida de un demonio era verdaderamente simple y divertida, vaya, su única preocupación era evitar morir pronto y saciar su hambre, o en dado caso, como lo era el suyo de hecho, cumplir adecuadamente sus contratos, el resto no era mucho más que gozar de su pecaminosa existencia plagada de infinitas libertades. Al menos él nunca había tenido otro tipo de preocupación.

Hasta ahora.

A pesar de sus prósperos tres milenios de existencia en los que había conocido a un sin número de demonios de todo tipo, nunca había ni siquiera oído hablar de algún caso medianamente cercano de un congénere que se hubiera visto afectado por el amor, tanto así que no tardó en concluir que dicha posibilidad no era más que un mito, no le tomaba mucha importancia realmente.

•30 días• [UnderSebas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora