•Capítulo 3•

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Lunes nuevamente, ya había pasado una semana y para ese momento ya habían ocurrido avances bastante buenos en esa relación tan fría de ambos seres, tampoco podían pedir maravillas para haber pasado tan solo siete días, pero hasta el momento iban bien

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Lunes nuevamente, ya había pasado una semana y para ese momento ya habían ocurrido avances bastante buenos en esa relación tan fría de ambos seres, tampoco podían pedir maravillas para haber pasado tan solo siete días, pero hasta el momento iban bien.

Lo que estaba naciendo entre ellos no podía ser llamado amistad, y desde luego que era bastante normal considerando que al menos uno de ellos lo que estaba buscando era algo más íntimo; sin embargo tampoco se habían involucrado sentimientos profundos aún, así que ahora mismo su relación era un poco confusa. Como es de esperarse ambos se encontraban más cómodos con la presencia del otro, aunque esto no quiere decir que Undertaker ya no tuviera en mente la idea de que Sebastian y su amo tenían planes distintos a una amistad, aunque aún no lograba comprender mucho más ya que, lo que podía notar a simple vista es que obviamente el mayordomo estaba tratando de seducirlo, y lo primero que podía pensar era que aquel demonio quería simplemente humillarlo al hacerlo caer en sus redes y usarlo como un simple pasatiempo, cosa que obviamente no permitiría, pero aún así no comprendía en que podría beneficiar eso a Ciel, quien obviamente estaba involucrado en eso ya que Sebastian lo visitaba diariamente y no podía ser que el conde no lo notara esas salidas, todas a la misma hora, debían estar previamente consensuadas, y si él joven no estaba coludido en algún plan con su mayordomo entonces tal vez el demonio le había mentido para conseguir su permiso, pero sinceramente veía más probable la primera opción.

El shinigami miró el reloj notando que solo habían pasado cerca de tres minutos desde la ultima vez que había revisado la hora; suspiró, realmente no sabía en que momento había comenzado a hacer eso pero se negaba rotundamente a aceptar que esperaba ansiosamente la hora de su llegada, no, solo estaba asegurándose de no ser tomado por sorpresa, o eso decía el.

▽▼▽

—¿A dónde crees que esté yendo todas estas tardes?—

—No lo se, pero seguramente será un asunto con el joven amo...—

—Hmmm... si, tienes...— "razón". La oración de la joven sirvienta se vio interrumpida por el sonido de un carraspeo de garganta por parte del mayordomo de la mansión, que anunciaba su llegada; se encontraba en el marco de la puerta escuchando la platica del ama de llaves y el cocinero. Al escucharlo llegar tanto Bard como Meyrin se sorprendieron.

La muchacha dio un pequeño salto por el susto, provocando a la vez que la pila de platos que se disponía a guardar cayeran causando un molesto ruido al romperse.

—Lo... lo siento mucho, Sebastian.— se trababa un poco al hablar mientras trataba de recoger a toda prisa los restos de esos platos. Sebastian suspiró con hartazgo presionando suavemente el puente de su nariz mientras negaba con la cabeza, luego se acercó para ayudarla a recoger el desorden.

—¿Qué debo hacer para que se comporten...?— habló para sí mismo con fastidio y más que nada resignación a su comportamiento, fue entonces cuando notaron que la cocina comenzaba a llenarse de humo y olor a quemado. —¡Bard!—

•30 días• [UnderSebas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora