•Capítulo 8•

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Advertencia: Smut.

«El único cielo al que seré enviado será cuando esté a solas contigo.»

Cuando en su elegante reloj de bolsillo marcaron las 19 horas Sebastian salió de la mansión y empezó su trayecto hacia la funeraria, no sin antes desviarse un poco para comprar su ya habitual regalo de la florería

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Cuando en su elegante reloj de bolsillo marcaron las 19 horas Sebastian salió de la mansión y empezó su trayecto hacia la funeraria, no sin antes desviarse un poco para comprar su ya habitual regalo de la florería.

Cuando llegó, vio a Undertaker realizando aparentemente una autopsia, aunque no lograba ver el cadáver así que supuso que se trataba de un niño pequeño.

Undertaker al escuchar y sentir la presencia de Sebastian se apresuró a ocultar su pequeño proyecto, cerrando el ataúd a la velocidad de un chasquido, logrando una pequeña mueca de confusión en la cara de el demonio.

—¿Es una de tus muñecas raras?— Le cuestionó esta vez con la mueca en sus labios un poco más marcada, no tenía recuerdos para nada bonitos de esas cosas.

—No, no es nada especial...— dijo soltando una risita medio nerviosa al final de su frase que dejó a Sebastian no demasiado convencido de su afirmación.

—Ugh... aún estoy esperando tus disculpas por haberme casi matado en el Campania ¿sabes?— dijo con indignación fingida y cruzó sus brazos sobre su pecho.

Recordar ese terrible altercado le revivía el dolor en el pecho de la guadaña atravesándolo, realmente esa había sido la primera vez en que se sintió a punto de morir.

En manos de quien ahora más lo confundía.

La vida da giros muy graciosos.

Undertaker alzó los hombros con una sonrisa simple.

—No voy a tener remordimientos por alguien que puede hacerme daño con solo recibir una simple orden.—

Había golpeado una fibra sensible, borrando todo rastro de diversión en Sebastian. Lo miró un momento con una expresión indescifrable para Undertaker.

Era verdad, después de todo eso es justo lo que estaba haciendo en ese momento.

—No me mires así, sabes que es cierto.—

Sebastian bufó discretamente mientras recordaba las palabras del shinigami en aquella ocasión.

"Pensé que, si se trataba de ti, serías capaz de proteger al joven conde."

"Ese es nuestro señor mayordomo."

"Tu registro cinemático fue muy sugestivo pero..."

"Como lo esperaba, es verdad que solo traes dolor y congoja al conde."

"Así que lo mejor será que desaparezcas."

El ambiente se había tornado tenso, definitivamente no había sido buena idea sacar ese tema tan sensible porque ahora ambos estaban reviviendo un sentimiento mutuo que últimamente habían enterrado en el fondo de sus seres: resentimiento.

•30 días• [UnderSebas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora