•Capítulo 19•

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«Piensas que es demasiado tarde para salir intactos por lo menos juntos. No se hable de futuro.»

—Es un negocio totalmente redondo, cuando Toulouse me habló de ello sonaba realmente serio ¿sabes? Además no estaremos solos, lo haríamos con la guía de un amigo suyo que sabe mucho de ese rollo

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—Es un negocio totalmente redondo, cuando Toulouse me habló de ello sonaba realmente serio ¿sabes? Además no estaremos solos, lo haríamos con la guía de un amigo suyo que sabe mucho de ese rollo.–

Había escuchado su explicación atentamente, lucía verdaderamente ilusionado con la idea, exclamando cada oración con una sonrisa brillante alargando sus labios como si lo que le estuviese diciendo fuese un plan de un negocio totalmente normal de la vida cotidiana.

Absurdo.

–Ian, escuchame una cosa... Eres un idiota.– El aludido abrió la boca y frunció las cejas en una expresión de indignación que hizo reír al otro, luego miró al techo volviendo a su expresión seria inicial. Siguió las líneas de las grietas profundas en el cemento que estaba lleno de manchas oscuras por la humedad que inevitablemente se filtraba cada vez más, incluso si miraba hacia abajo, las barras oxidadas de la terraza en la que estaban le recibirían de inmediato, a donde quiera que mirase todo era el mismo cuadro al oleo de miseria y basura podrida por doquier, incluyendolo a él y a su amigo. Carraspeó suavemente y miró sus manos para devolver su atención al tema.

Lo que se le prometía era tan tentador y maravilloso que acabaría con cada uno de sus problemas por siempre, podría darse una vida digna, solamente un tonto se negaría a esa espléndida oferta, si tan sólo no fuese más que una amalgama de palabras de humo.

–¿Qué me dices entonces?– Insistió el otro al ver que parecía totalmente absorto en su cabeza, pensando en -sabrá Dios- qué cosas.

–No creo que debas estar tan seguro de esto, a mí me suena más bien a una charlatanería.–

Invocar a un demonio, en eso consistía el segurisimo plan que le proponía; e incluso tenía la osadía de mirarlo en ese momento como si fuese el ser menos avispado que hubiese pisado la tierra por no creer en su perfecta clarividencia. Bufó cansado, Brown no era un hombre demasiado proteico una vez que se afianzaba a una idea, así que lidiar con él era bastante un suplicio.

Oliver era incapaz de creer que no pudiese ver más allá para darse cuenta de lo estúpida que sonaba la idea, vamos, que no podía siquiera sostenerse por sí misma; ¿qué diablos iban a hacer cuatro hombres armándose un culto o lo que sea que fuese esa mierda para llamar a un jodido demonio para que les arreglara sus vidas horribles?, ya no era un crío para tener fé en cualquier cosa que prometiese el más mínimo de posibilidades para salir de ahí.

Ian le miró unos segundos más y luego bajó la mirada, esta vez cambiando su actitud ilusionada finalmente a la postura seria que se esperaría de un adulto de casi 30 años. Por supuesto que comprendía su punto. Sacó de su bolsillo un cigarrillo que encendió con un aire pensativo. El silencio nunca lo era realmente ahí, siempre estaba en el aire el murmullo de los gritos y la agonía de los delitos más atroces que ocurren en algún sucio rincón lleno de testigos ciegos, sordos y mudos. Era el sonido de la vida misma, de los que alguna vez hace años en su joven inocencia habrían sido monstruos nocturnos que traía consigo la oscuridad de la noche, ahora ellos mismos eran parte de ese mundo de sombras.

•30 días• [UnderSebas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora