¿Vives una vida caótica? ¿Eres padre soltero? ¿Tienes un 1% de vida social? Pues entonces eres el súper papá Byun Baekhyun. Tu casa es un desastre, pasas ocupado frustrando peleas, vives armado de provisiones de yogurt para finalmente llegar a casa...
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Soy Byun Baekhyun, tengo 24 años, soy enfermero y trabajo en el área de Neurología del hospital Asan de Seúl. ¿Cómo me describiría? Pues soy una persona positiva, perseverante, amante de las cosas dulces, del chocolate caliente y Song Joong Ki. ¿Qué más necesitas conocer? Por supuesto, a mis pequeños pastelitos.
—Seoeon, Seojun, a levantarse, es hora de ir al jardín —susurré, meciéndolos suavemente.
—Leche —respondió enfurruñado uno.
—Sí, sí, se está calentando, mi amor
Había un serio problema en esta casa y es que mis hijos se despertaban temprano, pero era casi imposible sacarlos de la cama, menos ahora que estábamos en pleno invierno, aunque a quien engaño, esto sucede todo el año. Teníamos que llegar al jardín infantil a las nueve de la mañana y ya eran las ocho y media y si estos niñitos no recibían su biberón con leche tibia, no se levantaban.
Mientras el agua terminaba de hervir aprovechaba de guardar las últimas cosas en sus dos pequeñas mochilas y cuando oí al hervidor producir un leve silbido fui a buscar las mamaderas para rellenarlas y entregárselas a mi par.
—Para Seojun de chocolate —dije entregándole la mamadera verde—, y para Seoeon, de frutilla —entregándole la amarilla—, ¿Felices?
Mis pequeños asintieron aún somnolientos.
—Despiértense por favor que estamos atrasados otra vez
Gracias a dios la leche hizo su magia y pude ver como de a poco mis hijos empezaban a llenarse de energía.
Si fuese por mí no los llevaría a la guardería tan bebitos, pero no tenía a nadie que pudiese cuidarlos por todo el día. Mis padres no vivían lejos y me ayudaban, de hecho, mamá los cuidaba por unas horas sin poder más debido a que seguía trabajando y con respecto a la mamá de Hayun nunca más supe de ella luego de mudarme de Bucheon. Mi única salvación fue el jardín o guardería que quedaba a unas pocas calles del departamento.
Bebí el último sorbo de mi café matutino y apuré el paso al escuchar que los mellizos habían terminado de comer ya, por lo que comencé a vestirlos rápidamente.
—Odio correr como siempre niños —me quejé mientras corría con ambos en brazos.
—No papá, no —reía Seojun.
—Sí, papá sí, no te hagas el gracioso
—Papi, te quiero —imitaba divertido Seoeon.
— ¿Y tú de que te ríes? Sabes que si sigues vendrá el monstruo de los besos a comerte —amenacé a lo que el menor rió más fuerte.