Para ella, el amor no es nada sencillo, a pesar de tener sentimientos tan puros y sinceros, perdió la batalla.
La decepción que se llevó fue demasiado para ella... aunque ya lo veía venir.
Por fortuna, no está sola y tiene a alguien muy importante...
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Después de clases no había ni rastro de Adrien, era como si se hubiera desvanecido, ni siquiera Nino sabía dónde estaba.
Lo busqué en su clase de esgrima pero no lo encontré.
—Tiene que estar en algún lugar... quizá si se fue a casa —estaba hablando conmigo misma para tranquilizarme, pero al contrario... me alteraba más —Si, debe ser eso, se sentirá mejor si le llevo de sus macarrones favoritos
—Estos macarrones son los mejores que he comido Mari —mientras hablaba con la boca llena, se embarró de chocolate en la mejilla —De verdad, tienes un gran talento para la repostería
Comencé a reírme por lo bajo.
—En serio ¿Qué hice para merecer una novia como tú? —se lamió los dedos y no pude contener mi carcajada —¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?
Le pasé el dedo por la mejilla y se lo enseñé sin dejar de reír. Me miró picarón y me empezó a hacer cosquillas.
Terminé de meter los macarrones a la caja y salí de la tienda con un poco más de ánimos y tranquilidad.
Cuando llegué a su portón, noté que estaba abierto, eso era extraño, normalmente Nathalie me recibe y me abre la puerta.
Entré sin pensarlo mucho, no podía ser nada grave, y si lo era, con mayor razón debía entrar.
Crucé el salón y subí hasta la recámara de Adrien, cuando pasé por la escalera escuché a Nathalie y a el Sr. Agreste hablar sobre la nueva línea, pasé de largo sin molestar.
Cuando estaba con la perilla en mano escuché una risa femenina y como Adrien se le unía, acerque mi oreja a la puerta para escuchar mejor.
—Entonces ¿seguro que estás bien?
—Vamos, sabes que si en verdad estuviera mal, estaría tumbado en la cama
—Y al contrario nos estamos riendo de la tonta de Marinette
Abrí los ojos como platos ¿Adrien estaba burlándose de mi?
—No sé porque sigues con ella
—Porque es lo que todos esperan de mi —suspiró —Mi padre la adora Lila, desde que salgo con ella se abre más a mi, no podría dejarla y arriesgarme a que mi padre me ignore de nuevo
—Si si, pero a mi también me aprecia —escuché como le daba un beso en la mejilla
—Es diferente
—Ella no te merece tanto como yo, no es suficiente, es hija de unos panaderos, una don nadie al lado de gente como nosotros
Esta vez, no escuché respuesta, y supe lo que eso significaba... Se estaban besando, en los labios, mi novio, mi chico, mi Adrien; se estaba besando con Lila.
Cerré por completo mis ojos y me deslicé hasta quedar sentada en el suelo, las lágrimas comenzaron a salir sin control de mis ojos, pero lloré sin emitir sonido alguno.
De la manera más discreta posible, intenté alejarme un poco para poder llamar a Alya, pero mi esfuerzo fue inútil cuando el guardaespaldas de Adrien me vio.
Puse mi dedo índice sobre mis labios para que se mantuviera en silencio, se agachó y me cargó. La caja que tenía los macarrones se cayó, pero hice caso omiso, solo quería salir de ahí.
Él me cargó hasta la puerta y cuando logré ponerme de pie sin tambalear, me di la vuelta para irme a casa; pero nuevamente, fue sin éxito, el Sr. Agreste estaba saliendo de su "junta" y cuando me vio, sus ojos reflejaron una decepción impresionante; pero no hacía mi, sino hacia su hijo, Adrien, quien había salido de su cuarto junto con Lila y me miraba asombrado.
—¿Marinette? —apenas pude escucharlo —¿Qué haces aquí? —cuando se movió su pie chocó con la caja de macarrones y la levantó del suelo
Voltee para mirar al Sr. Agreste y a Nathalie, hice una pequeña reverencia y me di la media vuelta para salir de este lugar.
Una mano tocó mi hombro, era Nathalie, detrás de ella, el Sr. Agreste me sonrió apenado, Nathalie me acompañó afuera, pero antes de cerrar la puerta escuché el inconfundible sonido de una cachetada.
—¿Cómo es que le hiciste eso?
—¡¿Hacer qué?!
—¡Ponerle el cuerno a tu novia! —suspiró —Creía haberte enseñado a principios morales
Nos detuvimos frente a la limosina.
—Marinette, el guardaespaldas de Adrien te llevará a donde quieras, no te preocupes por el tiempo, estoy segura de que el Sr. Agreste entenderá —el guardaespaldas me abrió la puerta
—Gracias Nathalie —susurré, a punto de descomponerme de nuevo
—Lo siento, no sé porque haría algo así —se acercó y me abrazó —Hablaré con él, debe haber una explicación
—La hay Nathalie —Lila salió de la casa con el ceño fruncido y hechando humo —Tiene nombre, apellido y el corazón de mi novio al parecer
La asistente de mi diseñador favorito siguió mi mirada, cuando se cruzó con Lila, me decidí por subirme a la limosina y cerrarme yo misma la puerta. El guardaespaldas siguió mi acto y se subió a la parte delantera del vehículo, tocaron la ventana, bajé el cristal presionando un botón a mi izquierda.
—Yo investigo, te iré a buscar cuando sepa algo
Sin dejar de mirar hacia el lado opuesto de donde ella estaba, hablé, sorprendentemente en un tono más calmado.
—No Nathalie, déjalo así, si ya no quiere estar conmigo, no debo saber por qué —miré por el espejo al guardaespaldas —A la torre Effiel, por favor
—Marinette, aunque te haya engañado, debe haber una razón, él no es así
Hasta ese momento no me había caído por completo el balde de agua fría... Adrien me había sido infiel, me había engañado, me había puesto los cuernos... cualquiera de las anteriores se podía traducir a una sola frase: Él ya no era mío.
—Creo que, entonces, ninguna de las dos lo conoce tan bien como creía —subí el cristal y el guardaespaldas se dirigió a la calle
Cuando salimos de la casa del que una vez había sido mi novio, sentí las lágrimas acumulándose en mis ojos otra vez y sin poder evitarlo, comencé de nueva cuenta mi llanto. Esta vez grité, me jalé el cabello, me golpee la cabeza con la mano tratando de entender: ¿Qué hice mal? ¿Por qué no había terminado conmigo si ya no me quería?
Cuando llegamos a la torre Effiel, me le quedé mirando desde el interior de la limosina, con mis ojos rojos y mis manos arrugando la falda de mi vestido rosa pastel; recordando el mejor día de mi vida, que sorprendentemente se había convertido en el más doloroso en menos de diez minutos.