HE VUELTO

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Habían pasado muchos meses desde ese momento, dos años de crecimiento, no solo personal sino también profesional.

Volteé hacia la ventana, la ciudad se veía hermosa desde aquí, las luces de todas las casas y algunas parejas paseando. Sin poder evitarlo recordé con nostalgia cuando mi vida era igual.

Cuando llegamos y logré entrar a mi habitación con tranquilidad me tumbé en la cama, no había mejor manera de describir la paz.

Conecté mi teléfono al cargador y me quité los zapatos, la pantalla se iluminó con el nombre de mi chico en la pantalla. Estiré mi brazo y alcancé el aparato, con cuidado de no desconectarlo llevé la bocina a mi oído y contesté.

—¿Hola?

—Vaya, creí que caerías dormida en cuanto tocaras la cama

—¿De verdad me tienes tan poca fe? No soy tan perezosa —sonreí —Aunque un pequeño descanso no es malo ¿sabes?

—Lo sé, lo sé, sólo bromeaba —escuché su risa, lo cual me hizo poner una mueca en mi rostro y que mis ojos ardieran

Pasé mi brazo libre por encima de mis ojos tratando de ocultar las lágrimas, sollocé ligeramente, hace mucho tiempo no veía su rostro, cada uno tenía sus asuntos pendientes con su trabajo, pero aún así, saber que podríamos estar uno con el otro pero que eso traería complicaciones me lastimaba.

—¿Marinette? —pasé saliva —¿Qué pasa?

Me forcé a sonreír y secar mis lágrimas con cuidado para que no me escuchara.

—Estoy bien, no pasa nada, solo es el polvo

Intercambiamos un par de palabras de preocupación y consolación respectivamente; poco después colgamos y tuve la necesidad de bajar por algo de comer y aire fresco.

Salí de la habitación cambiada en ropas menos llamativas y un cubrebocas de tela del mismo color rosa de mi gorra.

—Señorita, no debe salir —mencionó Eric a mi derecha

—Calma Eric, nadie sabrá que estoy aquí —volteé a ver a Roger sonriendo

Cuando llegué al restaurante pedí una soda italiana con alcohol.

¿Era tan malo querer volver a casa y a mi vida normal? Sin poder evitarlo las lágrimas recorrieron mis mejillas una por una al igual que los suspiros saliendo de mis labios.

Después de terminar mi bebida sentí que alguien me observaba, pagué la cuenta, caminé a la salida y tomé el camino más largo de regreso a mi habitación, girando a la derecha tomando las escaleras incluso en el tercer piso sentía la penetrante mirada en mi espalda, aceleré el paso y agaché la cabeza. Fue demasiado tarde cuando quise subir corriendo por los peldaños, la misteriosa persona me jaló del brazo y me metió al elevador, una vez adentro presionó el botón para apagar el cuarto y las tenues luces de emergencia me recordaron a una película de terror.

Mis labios no se movían ni siquiera para respirar, mi cuerpo estaba en la esquina opuesta a la de mi captor y mientras más minutos pasaban más sentía sensación de pánico.

Observe cómo los hombros del desconocido subían y bajaban con pesadez como si estuviera mentalizándose. Al siguiente momento una de dos manos se quitó los guantes y luego la máscara de color negro. Giro sobre sus talones y alzando la mirada me dedicó una sonrisa de cansancio.

Mi estómago dio un giro de ciento ochenta grados, sus esmeraldas estaban más brillantes que nunca y él había crecido un par de centímetros si es que eso era posible, los músculos de sus brazos eran un poco más pronunciados a causa del ejercicio y una pequeña parte de mí se imaginó cómo sería el resto de su anatomía, tenía los dorados cabellos un poco revueltos y las mejillas de un tono rosado, se veía como alguien completamente diferente en un buen modo.

—Hola... Bichito

———Hace dos años———

Corrí frenéticamente hasta que mi cuerpo impactó con el de otra persona, iba a disculparme cuando distinguí entre la penumbra de oscuridad a la silueta que estaba frente a mí en el suelo del hospital.

—¿Adrien?

—¿Marinette?

Ambos habíamos preguntado al mismo tiempo, sin conocer la razón de mis movimientos pero sin detenerme me acerqué y lo miré a los ojos, estábamos muy cerca, con una distancia prudente, pero peligrosamente cerca.

—Lo siento

Escuchar salir esas dos palabras de sus labios no debería sorprenderme a este punto, pero él era Adrien Agreste, siempre me sorprendía de algún modo.

Mis ojos y oídos no daban crédito, Adrien tomó mis manos del suelo entre las suyas y las acercó a su pecho, dirigió sus ojos a los míos y suspiró al borde del llanto.

—Nunca debí haberte obligado a tomar una decisión, debí haberte dicho la verdad desde un inicio, fui un cobarde y lo que hice no tiene perdón, mucho menos exigirte darme otra oportunidad, fue irracional pedirte algo así

La presión sobre los dorsos de las manos aumentó un poco pero no me lastimaba.

—Estás en tu derecho de odiarme, ignorarme —sonrió sin alegría —Incluso de abofetearme, porque no has hecho nada más que ser la más increíble chica que conozco Marinette Dupaing Cheng...

Sus lágrimas cayeron sobre nuestras manos unidas, una corriente recorrió mis extremidades y luego el resto de mi cuerpo al entrar en contacto con esas gotas de arrepentimiento sincero.

—Y ahora sé que lo correcto es dejarte ir

Mi corazón se paralizó, mi cabeza empezó a desconectar circuitos y escuché un sonido sordo de un oído a otro, mi vista se nubló a causa de mi propio llanto pero permanecí en silencio dejándolo continuar.

—Voy a irme a América, encontraré de nuevo el camino y la manera de acercarme a ti, un empleo, una vida nueva, redención... —dejó que recargara las palmas de mis manos sobre su pecho —Cuando haya encontrado paz conmigo mismo volveré —una de sus manos se perdió en mi cabello acercándome un poco más —Pero eso no cambiará lo que siento por ti, aunque me lleve diez años, diez décadas, diez vidas, regresaré contigo y en ese momento Mari... —juntó nuestras frentes sin romper la burbuja —Podré recuperar con honor a la chica que es dueña de mi corazón... A mi única e incomparable Ladybug

La última frase la había dicho en un susurro, pero aún así yo había sido capaz de escucharla con total claridad. No pude contenerme y lo envolví en mis brazos. Era cierto, ambos debíamos separarnos completamente para volver a encontrar el camino correcto, pero también sabía que fuera como fuera siempre una parte de mi le pertenecería a Adrien.

—Te voy a extrañar...

Sus manos se posaron con delicadeza en mi cintura para no dejar que me apartara, al inicio no quería dejarlo ir, pero debía hacerlo, al igual que debía hablar con Luka sobre esto, no era justo para ninguno y menos para él, hasta aclarar mis propios pensamientos no podía estar con nadie.

Al Compás Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora