NOCHE DE CITA: PARTE 2

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Sus brazos me estrecharon contra él, mis talones abandonaron el suelo y miré al cielo sin dejar mi sonrisa.

La mejor noche de mi vida.

Nos separamos y juntamos nuestras frentes.

—¿Quieres cenar?

—Si, me encantaría —terminamos de separarnos, solos nuestras manos se mantenían unidas, nuestros dedos entrelazados

Caminamos unos pasos hasta la mesa; como un caballero, deslizó la silla hacia atrás para que pudiera sentarme y luego tomó su lugar frente a mí.

Rosita llegó a mi izquierda con una sonrisa en el rostro, sin poder ocultar su emoción con la situación. Juleka estaba del otro lado con un gran plato hondo entre sus manos.

—Lo primero es una ensalada primavera al estilo Couffaine

—¿Estilo Couffaine? —miré a Juleka y a Luka por turnos esperando una aclaración

—Lo sabrás cuando la comas —la hermana del chico frente a mí estaba sonriendo mientras nos servía la ensalada

Reí y no hice más preguntas, ambas chicas se despidieron y nos dejaron a solas... aunque podría apostar a que nos veían desde algún hueco.

Pinché un poco de todo lo que tenía la ensalada... lechuga, zanahoria, jamón y maíz. Faltaba la ricura tradicional... pero esta ensalada tenía fresas, queso y nueces, sabía deliciosa. Comencé a comer un poco más apresurado; no me culpen, tenía hambre y esta ensalada era la mejor que podría haber probado en mi vida.

—Está deliciosa —sentencié después de pasar el último monte de ensalada

—Lo sé

Me sonrió y me limpié los labios con la servilleta de tela que estaba en mis piernas.

—¿Cómo se le ocurrió a tu madre esta receta?

Negó con la cabeza sin poder ocultar una carcajada.

—No es de mi madre, es mía

Casi escupo el agua que pasaba por mi garganta en ese momento.

Repasemos Dupaing... Músico, amable, lindo, carismático, empático y cocinero Gourmet. ¿Puede existir un chico más perfecto? Dos letras: N-O.

Dejé mi vaso en la mesa y sonreí apenada.

—Lo siento —moví mis manos para quitarle importancia a la situación —Yo... debí preguntar...

—Está bien Mari, no hay problema, Juleka me dijo lo mismo cuando se la di por primera vez a los seis años

—¿Seis años? —mis ojos se abrieron como platos —Vaya... eres increíble

Su expresión se suavizó hasta que solo quedaba una tierna sonrisa en sus labios y ojos, tomó una de mis manos con la suya y las puso sobre la mesa.

Juleka llegó con el plato fuerte, pero ni siquiera escuché lo que era, ni siquiera me fijé cuando se fue con Rosita, estaba perdida en el rostro de Luka.

Comimos el filete, de vez en cuando intercambiábamos una sonrisa y en un momento me guiñó un ojo, me sonrojé y me cubrí la mitad de la cara con la servilleta.

—Ahora lo mejor de todo, el postre —anunció Rosita cuando regresó con su enamorada —Un delicioso cupcake relleno de crema pastelera y cubierto con glaseado de chocolate con chispas de fresa

Se acercó a mi oído y susurró.

—Todo horneado, rellenado y decorado por tu chico

Me guiñó un ojo y se retiró, mis ojos se posaron de nuevo en mi acompañante. Tomé el cupcake con mis dos manos y le di una mordida.

Estos cupcakes son mis favoritos... ¿Cómo lo sabía?

Le di otra mordida, y otra y otra, pequeñas pero muchas, estaba delicioso, simplemente delicioso, no era muy dulce, el pan estaba esponjoso y el relleno no se escurría por ningún lado, el glaseado era cremoso y tenía un toque amargo que era sutil pero perfecto.

No pude evitar poner los ojos en blanco por lo bueno que estaba.

Una vez terminamos el postre y limpiada mi cara de los restos del mismo; Luka se levantó y comenzó una linda canción lenta.

—¿Quieres bailar? —me extendió su mano con una sonrisa

Asombrada por su caballerosidad y un poco por todo lo demás, automáticamente puse mi mano sobre la suya y me levanté de la mesa. Su otra mano se acomodó en mi espalda, la mía en su hombro y, mirándonos a los ojos comenzamos un vals.

Daba gracias por saber bailar, no le iba a pisar el pie y a arruinar esta hermosa atmósfera que nos rodeaba.

Después de unos segundos, me acerqué un poco y recargué mi cabeza en su pecho sonriendo y cerrando mis ojos. En un suave y casi imperceptible movimiento, Luka movió nuestras manos para dejar la mía en su hombro, luego acomodó sus manos a ambos costados de mi cintura; pasando de un clásico vals a un baile más juntos, más de pareja.

———Actualidad———

Metí un brillo labial de emergencia en mi bolsa, maquillaje y desodorante, un sobre pequeño del mismo perfume que traía puesto por si las dudas y a Tikki.

Salí de casa y estaba la limosina de los Agreste frente a mí.

—¿De qué se trata esto? —pregunté más para mi misma que para otra persona

—Un tratado de paz —Adrien estaba a mi lado sonriendo —Desde el incidente nunca pudimos firmar un acuerdo de paz así que este es mi dote

Caminó hasta la puerta del pasajero y la abrió para mí sin que la sonrisa abandonara sus labios.

—Gracias —sonreí —Pero no gracias, iré al ayuntamiento caminando

—¿Crees soportar con esos zapatos? —señaló mi calzado

Era cierto, mis zapatos de piso no eran los más adecuados para caminar tanta distancia... pero no podía aceptar su oferta.

—Me las arreglaré Adrien

—Por favor, después de esto si no quieres saber nada de mí, me alejaré, inclusive dejaré la escuela para que no me vuelvas a ver

Estaba segura de que no lo haría, pero mi cabeza tuvo un poco de esperanza en sus ojos verdes y acepté con un asentimiento de cabeza, de cualquier modo, lo hacía en un gesto cortés.

—Si tienes algún truco bajo la manga, juro que no volveré a hablarte ni a dejar que te acerques a mí durante el resto de mi vida —mi mirada era desafiante

—No hay engaño, solo es un gesto de amabilidad y cortesía

Me metí a la limosina y me aseguré de que la falda roja cubriera mis muslos casi por completo, podría querer venganza en un inicio, pero ahora me daba igual su presencia o lo que hiciera con ella.

Cuando íbamos a mitad de camino empecé a tener un poco de frío, mis hombros estaban descubiertos gracias al cuello estilo halter que tenía mi creación, froté mis manos contra mis brazos para darme calor, pero fue en vano, el frío me estaba consumiendo.

—Toma —Adrien me ofrecía su chamarra desde el otro lado del asiento, no pude evitar levantar una ceja con una cara de pocos amigos —Póntela, no quieres resfriarte ¿o si?

A regañadientes tomé la prenda y me la puse sobre los hombros, estaba tibia y tenía la colonia que más me gustaba, la que le daba un aire de chico malo, como los de las novelas rosas que tanto me gustaban.

Al Compás Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora