Capítulo Final - "Amanda"

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En el instante en que Eli corría hacia la cabaña sintió que nada podía salir mal, que todo se ajustaba a lo planeado y que por primera vez en todo ese tiempo le estaban ganando la partida a aquella cosa que llamaban Wataku

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En el instante en que Eli corría hacia la cabaña sintió que nada podía salir mal, que todo se ajustaba a lo planeado y que por primera vez en todo ese tiempo le estaban ganando la partida a aquella cosa que llamaban Wataku.

Corrió deprisa, tanto como pudo y al llegar a la puerta tan sólo la derribó con el impuso del cuerpo. Allí dentro estaba él, su padre. Si bien estaba vivo, no tenía buen aspecto. A simple vista se podía apreciar su mala nutrición y escasez de limpieza, casi no parecía su padre. Esta versión del Sr. Martínez era más pálida, más débil, más consumida. Estaba atado con cadenas a una de las paredes de madera con la cabeza agacha mirando al suelo.

— ¡Papá! ¡Papá! Vamos, levántate — insistió su hija mientras el hombre salía de un especie de trance.

Ella trató de ayudarlo pero él se negó. Con gran dificultad, el Sr. Martinez comenzó a moverse sin poder ocultar la debilidad de su estado. Alzó la vista lentamente hacia la joven y de inmediato sus ojos se abrieron de par en par.

— ¿Eli? ¿Hija? ¿Qué rayos haces aquí? — dijo con gran sorpresa — Debes irte, morirás, ¡Vete! — ordenó desesperado.

— Papá, te vinimos a buscar — decía Eli con entusiasmo y extrañeza por la respuesta que había obtenido.

— ¿Venimos? ¿Quién viene contigo? — preguntó asombrado.

—No hay tiempo pa, debemos salir.

La cabaña no era grande, tan sólo tenía una planta. Todas las paredes estaban hechas de madera y estaba desprovista de todo tipo de muebles con la excepción de una vieja mesa cubierta de cacharros, latas y cuchillos. Si Wataku se ocultaba allí ya debería haberla visto, tenían que aprovechar su ausencia.

La joven estaba confiada, suponía que Gero y Cinthia estaban haciendo un excelente trabajo y que para cuando la bruja volviera ya estaría lejos de aquel lugar. Pero todo acabó en un pequeño instante, toda aquella ilusión de estar a un paso de lograrlo se esfumó por completo y la realidad cayó sobre Eli como un yunque. Desde afuera, en aquel bosque maligno, se pudo oír los gritos agonizantes de Nico seguidos por un mortífero y seco latigazo que culminó con un silencio espantoso.

El corazón de Eli comenzó a latir con fuerza, necesitaba salir pero temía hacerlo, temía lo peor.

— ¿Nico? ¿Nico estas bien? — preguntaba desde dentro de la cabaña al tiempo que se acercaba lentamente hacia la puerta.

—Hija, ten cuidado — le pedía su padre.

Su mente permanecía cautiva dentro una burbuja, miles de pensamientos se cruzaban en un pantano de horribles recuerdos. Sus pies temblaban a medida que avanzaban por la vieja cabaña. El exterior se traducía en horror y sufrimiento. La puerta se aproximaba con cada paso y el temor por hacer efectiva su pesadilla se acrecentaba desmesuradamente. Finalmente lo hizo, salió y todo era tal y como lo había imaginado. A un lado de la casa y desde uno de los árboles yacía colgado el cuerpo inmóvil de su amigo. Desesperada, corrió allí para tratar de bajarlo, de ayudarlo, pero ya era demasiado tarde. Eli no salía de su sorpresa, su amigo de tanto tiempo había muerto y ella no pudo hacer nada para evitarlo. Sentía culpa por haberlo instado a ir a aquel sitio perverso donde lo único que encontró fue la muerte.

Los Sucesos de KuntulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora