Catriél West
Me desperté temprano por la mañana, a la hora en la que habitualmente empieza mi dia, cinco en punto para ser exactos.
Estiro mis brazos buscando relajar mis músculos y es entonces que choco con algo y no es hasta que abro los ojos que la visualizo, en la apenas claridad de la madrugada estaba el cuerpo de esa pequeña chica que dormía plácida y tranquilamente sobre mi cama. Noto cómo su cuerpo desnudo tiembla por el frío que emana de la habitación y es que vivir en medio de un bosque hace que el clima sea más frío. Decido tomar una de las sábanas y la cubro con esta, de inmediato noto cómo se relaja, es ahí cuando su calor corporal comienza a emanar de ella.
Me doy el tiempo de mirar más detenidamente su rostro y es que es realmente bella, aparto un pequeño mechón de cabello que se encontraba en su cara y lo llevo tras su oreja, preciosa, es preciosa, pudo haber sido una venta muy exitosa y muy costosa de no ser que ya había sido utilizada por mi. Y aunque todavía podría venderla ya no es lo mismo, nadie quiere algo ya usado.
Observo las marcas en su cuerpo que se hacen presentes con el ya conocido color morado, verde, rojo y hasta negro de los moretones en su piel, las marcas y mis mordidas por todo su ser. Me siento satisfecho de mi trabajo, ella está marcada por mi, como mía al igual que muchas más, lástima que simplemente no me interesa ni ella ni las otras.
-Dulce, tierna y excitante pequeña, no debiste salir aquel día, la suerte no está de tu lado, hermosa- pensé para mí.
Sin pensar en nada más, decido levantarme de la cama e ir directo al baño donde procedo a tomar una ducha, lavo mis dientes y rasuro mi barba. Es entonces que observo el reflejo en el espejo y me percato del pedazo de labio faltante junto a un pequeño moretón creciente en mi mejilla. Mientras aún analizaba mi rostro, un pensamiento arrebató mi mente, y es el hecho de que esa hermosa pequeña estuvo decidida a dar pelea, tal vez al final cedió, pero ya era muy tarde. No voy a negarlo, me dejó completamente atónito.
Me alejo del lavabo agitando mi cabeza pasa liberarme de ese pensamiento y voy directo al clóset, sin pensarlo tanto tomo el primer saco color azul marino y me lo coloco, tomo mi reloj de bolsillo y salgo de ahí. Checo rápidamente la hora y doy con las seis y media, me he demorado más de lo normal, me maldigo a mi mismo por el retraso y voy directo a la puerta. Antes de girar la chapa echo un último vistazo a la mujer que posa en mi cama, sin más, abrí y dejé la habitación.
Camino por el ya conocido largo pasillo y es entonces que me encuentro con Eidrén, uno de mis agentes, el líder de mi organización y mi mano derecha al mando.
-Buenos días señor Catriél- saluda Eidrén. Me limito a responder con un asentimiento de cabeza mientras termino de acomodar mi saco- Ahora que la chica no puede venderse, ¿Qué procederá con ella?.
-Ya sabes la rutina- respondo, provocando que su semblante cambie de inmediato como si se encontrara analizando la situación- déjale que duerma su última siesta y mátala.
Su mirada no expresaba absolutamente nada, me miraba serio como si estuviera esperando que cambiase de opinión.
-¿De verdad?- preguntó incrédulo- No pensé que fuera a...
-¿Creíste que me quedaría con ella?- pregunté interrumpiendo mientras solté una risa- Por favor hermano.
-Nunca antes había dormido con una mujer- dijo encogiéndose de hombros y volviendo con su semblante serio- creí que sería diferente con ella.
-Como sea, encárgate de eso rápido y vuelve a trabajar- lo miré serio y es entonces que entendió, me dedicó una última mirada y se retiró.
Procedí a bajar directo al recibidor donde mis agentes ya se encontraban listos, tome mis armas, salí y me dirigí directo a una de las camionetas, me adentré en esta y en cuanto escuché el motor encenderse, di la orden de irnos.
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