Ámbar Lowell
Por primera vez, al despertar no me duele nada o al menos el dolor no se hace presente todavía pues comienzo a sentir una molestia en mi cuello, es hasta entonces que los recuerdos azotaron mi mente... Llevo una de mis manos a mi cuello y froto un poco la zona para aminorar la molestia.
Abro poco a poco los ojos mientras me acopló a la oscuridad del lugar, ya es de noche. Me incorporo en la cama y apenas lo hago ese hombre se hace presente, la angustia y el miedo aparecen con él pero no me permitiré demostrar temor, no frente a él, no otra vez. Lo observo mejor solo para asegurarme que es él y lo confirmo cuando enciende una pequeña lámpara de mesa dejándome verle mejor, se encuentra sentado en un sofá mientras que en una mano sostiene un vaso con lo que yo creo suponer es licor.
Ninguno de los dos dice algo y es que no hace falta, de mi parte yo no tengo nada que decir, lo último que quiero es entablar una charla con el hijo de puta que tengo frente a mi. Hago mis manos puños y retengo el impulso de ir corriendo hasta él y golpearlo con todas mis fuerzas, respiro profundamente y cierro los ojos mientras pienso para mí misma que lo que sea que haga aquí, tengo que actuar inteligentemente, lo que sea para sobrevivir.
Aunque... Si bien no tengo la menor idea de qué hará conmigo, no es difícil de adivinar, al menos se que mientras esté con Catriél nada bueno estará a mi y nada bueno será para mí.
Decido ponerme de pie y noto cómo me examina en cada movimiento que hago, recorre mi cuerpo con la mirada como si tratase de adivinar cuáles serían mis movimientos. Echo un vistazo a mi entorno y es entonces que me doy cuenta de tres puertas, cualquiera de ellas es una salida pero con Catriél estando en una esquina de la recámara me será imposible escapar, cualquier movimiento sería completamente absurdo. Por el otro lado, el gran ventanal que posa a mi derecha me hace cruzar una idea por mi cabeza.-Si al menos no logro escapar, la muerte sería una mejor opción...- pienso para mí misma.
Observo con mayor detenimiento el ventanal, las grandes cortinas tapan lo que creo son las manijas (ruego al cielo que estás se encuentren abiertas) vuelvo la vista de nuevo hacia donde se encuentra sentado Catriél y la distancia es considerable, si soy lo suficientemente rápida seré capaz de abrirla y saltar... El suicidio nunca lo creí como una posibilidad, pero ahora es lo mejor que tengo, aún si eso conlleva a atentar contra mi integridad.
Respiro profundo y camino lentamente hacia la ventana, si hago movimientos bruscos mi plan se irá al carajo, continuó caminando hacia el ventanal con la esperanza nuevamente de que esas manijas no se encuentren cerradas, me alerto al notar como Catriél se pone de pie y sin pensarlo tanto corro lo que me queda por llegar.
Abro rápidamente las manijas y me siento aliviada al sentir que estás ceden ante mi petición, no me detengo y empujó el ventanal, el aire frío y congelador me recibe pero no me doy el tiempo de deleitarse, me subo en el frío borde de concreto dispuesta a saltar y justo cuando estoy por caer al vacío unos brazos me rodean completamente. Mi respiración se agita y mi pecho comienza a bajar y a subir. La cercanía de Catriél me hace querer salir de la cárcel de sus brazos pero me retiene con tanta fuerza que parece no ser normal, aunque, comparando el corpulento cuerpo de este hombre con el mío, yo soy un pequeño chihuahua.
Me atrae más a su cuerpo y me hace bajar del borde, una vez que mis pies tocan el suelo me toma de la cintura y me pega a su cuerpo, me niego a mirar su rostro y solo me limito a girar mi cara a un lado. Con dificultad logro respirar profundo sintiendo como el aire violento y frío de la noche me recibe congelándome hasta los huesos.
-Asi que ahora eres una suicida- le escucho decir en mi oido, su gruesa y profunda voz consigue alterarme.
-¿Por qué volviste?- me atrevo hablar después de unos momentos.