Llegué a la puerta y me quedé ahí parado unos segundos, abrí la puerta y ahí estaba ella, era simplemente hermosa, su sonrisa y sobre todo su linda mirada, esta mujer me tiene completamente loco, obsesionado.
Ella se encontraba sentada en la ventana mientras jugaba con la cachorra, no me costó nada conseguirla pero por ver esa sonrisa vale la pena todo, misma sonrisa que probablemente se le borrará al decirle que nos casaremos...
Me acerqué y me miró regalándome una de esas hermosas sonrisas que cambian mi vida.
-Muchas gracias, de verdad, amé a esta pequeñita. Es tan hermosa- dijo volviendo a jugar y acariciarla, me senté detrás de ella a la vez que la envolvía en mis brazos.
-¿Cómo se llamará?- pregunté mientras la cachorra trataba de morderme a lo que Ámbar se río.
-Se llama Kira, ¿Te gusta?-
-Es perfecto Ámbar- dije tomando su mano mientras aún reía- nos casaremos dentro de tres semanas- dije mientras le ponía el anillo enfrente.
Y justo en ese momento, casi de inmediato, sus risas pararon, se separó de mí y se puso de pie.
Ámbar Lowell
-¿Qué?- sus palabras prácticamente me eran imposibles de asimilar -es una broma ¿Verdad?-.
-No- contestó con voz seria.
-¿Por qué?- mi voz se cortaba -¡¿Qué te he hecho?!-.
Mis lágrimas comenzaron a salir sin nada que las detuviera, cubrí mi rostro con mis manos ignorando por completo el enorme dolor que sentía, mis costillas nuevamente dolían. No quiero casarme con él, me ha demostrado que puede ser el mismo diablo si así lo quiere ¿Y me obliga a que me quede a su lado?.
-Ámbar, por favor, aunque grites, llores y hagas lo que quieras no va a cambiar el hecho de que nos vamos a casar-.
Lo miré y sin más me fuí de la sala, claro que dolía, cada paso que daba era una punzada en dos zonas de mi cuerpo, como lo odio.
No supe cómo, pero cuándo me dí cuenta ya me encontraba fuera de la mansión y con la pequeña Kira a mis pies vaya, alguien que sí me quiere en esta horrible prisión.
Salí descalza ignorando por completo el ensuciarme los pies, Kira venía corriendo y logró sacarme una sonrisa, me olvidé de la presencia de un montón de hombres con armas quienes me miraban.
-¿Se les perdió algo?- dije y de inmediato bajaron la vista casi que por orden.
Seguí caminando mientras Kira tan solo se ponía a jugar Dios, creo que esta hermosa cosita es lo único que me alegra.
-Señora no puede avanzar mas- dijo ese hombre, Max si no mal recuerdo.
-¡Maldita sea!- grité lo más estresada que pude.
-¡Todos fuera ya!- voltee para verlo, Catriél no parecía muy feliz que digamos.
Todos aquellos hombres se fueron dejándome en el enorme jardín con Catriél y bueno, Kira no cuenta.
-Ámbar ya, deja tus berrinches-
-¿Berrinche?- reí -me dices berrinchuda y tu quieres obligarme a casarme contigo solo porque se te hinchan los huevos-.
-Ámbar, estas acabando con mi paciencia y ya sabes lo que pasa-
-Vamos, hazlo, acabo con tu paciencia, me golpeas y violas hasta sangrar y desgarrarme, vamos, hazlo, mátame, así acabas con el gran infierno que me espera a tu lado-.
-No me importa lo que digas- dijo apretando la mandíbula y cerrando los puños -te casaras conmigo quieras o no, al fin y al cabo tu ya me perteneces-.