Cap 11†

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Ámbar Lowell

Me sentía cansada, mis piernas flaqueaban y estaba segura de que en cualquier momento terminaría por caer. Mis pies ya no soportaban caminar. Sin embargo, Eidrén apenas se percató de esto y se giró para verme.

-Solo un poco más Ámbar- dijo, pero para este punto, la única motivación que tenía para seguir, era que cada vez estaría más lejos de Catriél.

-Quiero descansar- contesté, mi voz sonaba cada vez peor debido a la falta de aire y agua -ya no quiero, ya no puedo seguir-.

Miré como llevaba sus manos a su cabello y lo revoloteaba aún más de lo que ya estaba, se encontraba desesperado pero ya no aguantaba, ya no podía seguir caminando, mis pies dolían y mis piernas ya no aguantaban.
Me acerqué a una enorme raíz de un árbol que sobresalía del suelo y me senté en ella para descansar aunque sea unos momentos. Eidrén me miró de nuevo, confundido y estresado, no era su culpa el que yo fuera débil, sé que debía correr todo lo que pudiera y huir lo más pronto de este lugar, pero a este punto cada paso que daba era como tener mil cuchillos enterrados en mis pies, por más que quería seguir y luchar, ya no podía.

-Escucha- se acercó a mi y se puso de cuclillas tomando mis manos en las suyas -hay una cabaña a pocos metros de aquí y está muy cerca de la carretera, podemos ir allí y descansar, sé que hay unos cuantos suministros, después continuaremos y nos largaremos de aquí-.

Sin pensarlo dos veces me levanté y nos pusimos en marcha a esa cabaña. Eidrén entrelazó nuestras manos y continuamos.

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No se cuánto habíamos avanzado exactamente, creo que un poco más de unos treinta o cuarenta metros, me encontraba tan exhausta y hambrienta que estaba segura de poder devorar todo un banquete.

Alcé mi vista al cielo que apenas era visible por los frondosos y hermosos árboles que lo tapaban, esos pedacitos de cielo que se colaban poco a poco se iban tornando naranja, la tarde ya estaba cayendo y eso significaba que nuestro tiempo iba corriendo más y más rápido. Mis pensamientos y mi caminar se vieron interrumpidos haciéndome detener en seco al sentir la espalda de Eidrén chocar contra mi.

-¿Qué pasa?- pregunté extrañada, él sin hablar solo tomó mi rostro haciéndome girar a la otra dirección para ver una pequeña pero preciosa cabaña- no lo puedo creer, llegamos-.

Y dicho esto me giré hacia él lanzándome a sus brazos, los cuáles me recibieron.

-Mañana, a esta hora, estaremos en México- No me importa el lugar, solo quiero salir de aquí.

Me separé de él y ambos nos propusimos entrar en la cabaña, por dentro era acogedora, tenía unos pequeños mueblesillos, una cocina con lo necesario y hasta el fondo era un pequeño cuarto con su propio baño.

-Mira por aquí- habló Eidrén dirigiéndose hacia una de las puertas que al abrirla efectivamente, era un baño -hay agua y electricidad así que podrás ducharte. Aunque no hay agua caliente- le sonreí ante esto haciéndole saber que no importaba.

Sin rechistar y sin que me lo dijera dos veces, corrí hacia el baño. La luz tenue que había en la habitación era cálida, no alumbraba mucho pero lo suficiente para no resbalar, observé una pequeña bañera que estaba un poco sucia y una regadera oxidada, bueno, no hay que ser exigentes. Me deshice de mi ropa y me metí en la ducha, abrí la regadera y de primero el agua salió de un café raro, pero después de unos momentos volvió a su color normal. Me metí bajo la pequeña lluvia artificial y dejé que las gotas cubrieran cada parte de mi cuerpo haciendo que el sudor, polvo y tierra se fueran por el drenaje.
No quería salir de aquella lluvia maravillosa pero tenía qué, además, Eidrén también tendría que ducharse.

Tú Mi Obsesión, Tu Eres MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora