Capítulo 6- El partido de soccer

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3 de octubre de 2008

¿Seré idiota o me hago? Hmm. Ahora que lo pienso creo que lo soy. De hecho, Gian me lo dice todo el tiempo y comienzo a creer que está en lo cierto.

Sin embargo, al momento de hacerlo no pensé en lo que podría pasar. No me sentía del todo bien para continuar con las clases restantes, así que decidí irme a mi casa mejor. Entonces de camino al área de estacionamiento ví el Lamborghini Estoque azul de Pérez y una idea se me vino a la cabeza. Asegurándome que no hubiera nadie viendo, caminé hasta su auto y pasé mi llave raspando la pintura por el lado izquierdo.

A ver si esto te duele tanto como a mí mi boca, pensé.

Y luego decidí volver a mi clase correspondiente. Al final del día todos los estudiantes salieron hacia sus autos y cuando Pérez vio el suyo juro que gritó como niña. No pude evitar que una leve risa escapara de mis labios.

Sin embargo, esta mañana me llaman por los altavoces para que me reporte a la oficina del director Dominici y pienso lo peor. Alguien de seguro me vio rayando el auto de Pérez y le contó al viejo Dominici todo. Al entrar  veo a Dominici sentado detrás de su escritorio y a Pérez sentado en una silla frente a él.

—¿Quería verme, director? —pregunto sin permitir que mi mente piense cosas locas.

—Sí, Lewis. Tome asiento, por favor —me dice y me siento en el asiento vacío al lado del moreno. Rápido él me fulmina con la mirada—. Seré directo. El joven Salvatore aquí presente cree que usted rayó su auto —dice.

—No, no. No que yo creo; sé que fue él —interrumpe Pérez.

—Lo lamento, pero ¿tienes alguna prueba de que fui yo? Todos saben que me odias, así que podrías haberlo hecho tú mismo para culparme a mí —digo y Dominici asiente.

Oh, me voy a ir al infierno por mentir, solo espero que en el infierno haya cervezas.

—Lewis tiene razón, Salvatore. ¿Tienes pruebas? —le pregunta y el moreno duda.

—Eh... No. Pero yo sé que fue él —dice—. Además, ¿por qué iría a rayar mi propio auto? ¡Es loco y estúpido! Mi padre me mataría.

—Bueno, entonces supongo que no puedo hacer nada, ya que no hay pruebas siquiera. Además, el joven Lewis es uno de nuestros mejores estudiantes y no creo que sería capaz de hacer algo así.

Sonrío. Lo tengo en la palma de mi mano.

—Grazie, director Dominici —digo.

—¡Al menos castígalo! —demanda Pérez, pero Dominici solo niega con la cabeza.  

—No puedo hacer nada de eso hasta que hayan pruebas —dice calmadamente.

—¡Qué! —grita Pérez levantándose de su silla como si algo le hubiera pinchado el trasero. Su cuello está tenso, las venas marcándose y si no se calma pronto le va a explotar una vena.

—Mientras tanto ustedes dos van a ayudar en la biblioteca juntos debido a la pequeña pelea que tuvieron ayer en los vestidores de chicos —continúa.

Esta vez Pérez y yo protestamos al mismo tiempo.

—¡¿Qué?! —ambos gritamos. El director parece ser inmune a nuestros gritos.

—Como he sido informado de que usted, joven Salvatore, inició la pelea, se quedará treinta minutos más en la biblioteca —le dice a él.

—¡Eso no es justo! Mi padre se enterará de esto —espeta.

—No le tengo miedo a su padre, jovencito. Al contrario, creo que su padre estará de acuerdo conmigo acerca de esto. Y si sigue hablando estupideces, le contaré que sus calificaciones han estado decayendo.

Desearía que fueses mi droga (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora