Capítulo 16- Decisiones, decisiones

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La señora de servicio me mira de arriba a abajo disimuladamente y asiente. Me dice que por razones de seguridad no puede dejarme pasar, por lo que le avisará a Marco que estoy aquí. Espero unos minutos y la puerta se abre nuevamente. La señora me deja pasar, me pide que me quite los zapatos y me conduce a la sala.

Marco está sentado en el sofá jugando videojuegos mientras habla por el micrófono de sus audífonos. Parece estar muy concentrado y me pregunto qué tendrán los videojuegos para ser tan adictivos.

Joven Marco, tiene visita —le informa.

Chicos, me tengo que ir —habla Marco por el micrófono—. Sí, lo sé. Volveré en una hora como máximo.

Marco se desconecta y alza la vista en mi dirección. Me mira sorprendido. Yo me miraría de igual forma si estuviera frente a un espejo.

—Mamma mia! —exclama. Pone su consola a un lado en el sofá y se pone de pie—. ¿Qué te pasó, hombre?

Pérez pasó, quiero decir, pero me contengo. Marco es su mejor amigo y no hay duda que lo defenderá. Además, estoy en su casa; tiene derecho a echarme si digo algo que no deba.

—Solo fue una pequeña pelea —digo encogiéndome de hombros.

—¿Pequeña? Chico, ¿te has visto en un espejo? Pareces un muerto andante. ¿Quieres hielo? —me dice.

—No es necesario...

Antonella, trae un pañuelo con hielo, por favor —le pide Marco a la señora de servicio.

Marco me dice que me siente y Antonella me da el pañuelo con hielo. En realidad no estoy tan mal; bueno, al menos mis cinco sentidos funcionan bien. Tengo el ojo izquierdo morado, mi labio inferior tiene un leve corte, me duelen las costillas y mis nudillos al fin pararon de sangrar. Pérez tampoco está tan mal; creo que le rompí la nariz, le di unos cuantos golpes y él también tiene un ojo morado. No le hice mucho daño, ya que él es más fuerte que yo. Sin embargo, estoy satisfecho de no haberlo dejado intacto.

Grazie —le digo a Antonella. Ella asiente y se retira.

—Entonces... ¿Qué estás haciendo aquí? —me pregunta el moreno, sentándose en el sofá a mi lado.

—Pensé que podrías ayudarme. No fuiste hoy a la escuela —digo, presionando el pañuelo contra mi ojo.

—Tuve una pequeña indigestión —replica—. ¿En qué te ayudo?

—Me preguntaba si aún tienes cigarrillos —digo. Él frunce el ceño.

—¿Cigarrillos? Explícame por qué razón vendrías a mi casa a pedirme cigarrillos que puedes conseguir en cualquier sitio.

—No de esos —niego con la cabeza—. De los que tenías en la fiesta de Halloween —aclaro.

—¡Ah! Creo que aún me quedan algunos. Ven.

Marco se levanta del sofá y me guía por el pasillo hacia su habitación. Él cierra la puerta tras de sí y luego busca algo en uno de los cajones de su cómoda, en el cual está su ropa interior. Saca una caja de cigarrillos.

—Es el lugar más seguro que tengo para esconder mis cosas. Antonella nunca toca ese cajón —explica mientras abre la caja—. ¿Cuántos quieres?

—Emm... Dos, supongo —respondo.

—Toma la caja entera. Me acabo de acordar que tengo otra —dice tendiéndome la cajita. La tomo dudoso.

—¿Seguro? —pregunto y él asiente—. Gracias. Por cierto, ¿dónde consigues esto?

Desearía que fueses mi droga (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora