Capítulo 4- Una cita, una maravillosa cita

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¿Sabes ese momento en que estás llegando a la mejor parte de un libro y alguien viene a interrumpirte cada cinco minutos? Así es como me siento en estos momentos con la interrupción de Pérez.

Maldito bastardo. Hijo de puta.

Es difícil leer la expresión en el rostro de la hermosa pelirroja a mi lado. La mía es clara: enojo, molestia y ganas de golpear algo; en este caso el perfecto rostro de Pérez. Él llega hasta nosotros, su mirada enfocada en Victoria completamente.

—Te he estado buscando, Vicky. Prometiste que ibas a bailar conmigo —le dice y la molestia crece en mí.

—En un momento, Pérez. Estoy hablando con alguien ahora mismo —le responde ella y él arruga las cejas.

Contengo una risita. La chica de mis sueños lo acaba de rechazar indirectamente. En tu cara, idiota, pienso.

—¿Te está molestando este extranjero? —espeta y con un suspiro Victoria se pone de pie. Se acerca a él y pone una mano en su pecho, haciendo que él ponga su completa atención sobre ella. Una ola de celos me cruza.

—No me está molestando, solo conversábamos —le dice suavemente—. ¿Qué tal si vas adentro, me consigues una bebida y luego bailamos?

—De acuerdo, pero que sea rápido —accede él y ella le da un beso en la mejilla.

Pérez se retira y yo lo sigo fulminando con la mirada hasta que entra a la casa. Lo odio, ¿ya lo he dicho? Es tan irritante, siempre tiene que buscar la manera de joderme la vida. Yo estaba teniendo una magnífica noche socializando con la mujer de mi vida y él viene a joderla. Estoy molesto, celoso, con ganas de ir y golpearlo, y necesito un trago.

La dulce y suave voz de Victoria me saca de mis pensamientos.

—¿Qué esperas? Vamos —me dice. Ella sigue de pie mirándome expectante con sus preciosos ojos.

—¿Eh? ¿A dónde?

—A dónde sea. Vámonos de aquí, Steve.

~*~

27 de septiembre de 2008

Gimo volteándome hacia el otro lado de la cama. No estoy listo para levantarme aún, pero el sol colándose por las cortinas me obliga a hacerlo. Abrir los ojos es como una misión imposible y cuando me siento en mi cama un dolor punzante me golpea la cabeza.

¡Rayos! ¿Cuánto bebí anoche? Solo recuerdo siete vasos de vodka, cuatro cervezas y cinco tragos de whiskey.

Algo curioso es que sin importar la resaca que tengo, puedo recordar claramente todo lo que sucedió anoche. Después que Victoria accediera a irse de la fiesta conmigo conduje por la ciudad y acabamos en una heladería. Estuvimos hablando toda la noche. Es una chica increíble, súper dulce, divertida, calmada y amante de la música. Sin embargo, estuve la mayor parte del tiempo mirando sus tentadores labios y pensando en lo delicioso que debe ser besarla. Luego la llevé a su casa y me dio un beso en la mejilla.

No pude dejar de pensar en ella toda la noche. Durante los últimos dos años la he observado en silencio y se podría decir que soy yo el acosador. Es una chica sencilla, siempre está en su grupo de amigas y es porrista. Y sí, he ido a unos cuantos juegos de soccer del instituto solo para verla en su corta falda de su uniforme y ligarmela. Soy un pervertido, lo sé, pero la culpa es de mis hormonas salvajes.

Me obligo a mí mismo a salir de la cama solo porque tengo inmensas ganas de ir al baño. Me quedo toda la mañana en mis pantalones de pijama. Ignazio me prepara el desayuno, decido darle el día libre y una vez que se va me siento frente a la televisión a ver las películas que dan los sábados.

Desearía que fueses mi droga (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora