Mi hermana rueda los ojos en fastidio.
—¿Qué quieres? Solo vine a buscar unos zapatos y luego me voy —dice.
—Solo quiero que hablemos. Será rápido —le explico. Ella pone una mano en su cintura.
—Habla entonces. No tengo todo el día.
Claro. Como tiene dos hijos, un marido vago y un trabajo abrumador no tiene tiempo para los demás. Pobrecita. Yo tampoco lo tendría si viviera su difícil vida.
—Mamá y papá vinieron a la casa hace dos semanas y preguntaron por ti. Les dije que te habías ido —digo y ella alza una perfecta ceja.
—¿Y qué?
—¿Cómo "y qué"? Papá estaba preocupado por ti. Te dejó un obsequio en tu cuarto.
¿Ven? A Elaine no le importa nada. Es una perra egoísta.
—¿Eso es todo? ¿De eso me querías hablar? —se ríe—. Eres tan estúpido, hermanito.
—¿Te puedo preguntar algo? —digo y ella me indica que sí con la mano—. ¿Por qué me odias tanto?
Su expresión cambia de inmediato. Me mira como si quisiera matarme. Da un paso dentro de mi habitación.
—¿Quieres saber por qué te odio tanto? Porque mamá y papá te dan todo, lo tienes todo, eres el hijo favorito. Siempre dicen "¿Por qué no eres más como Steve? ¿Por qué no puedes sacar buenas notas como Steve? ¡¿Por qué coño no puedes ser Steve?!" ¡Ya estoy harta! —grita y yo quiero decirle que nada de eso es cierto. Que es completamente al revés—. Pero ¿sabes qué? Al fin estás teniendo tu merecido. Todos te odian, nadie quiere ser tu amigo y ni siquiera tienes novia.
—Eso no es cierto. Mamá y papá te quieren a ti. Eso tampoco es razón para odiarme —le digo, pero ella no parece estar dispuesta a escucharme.
—No me interesa, no quiero escuchar. Nunca vas a encajar, extranjero —dice para luego irse de mi habitación.
La sigo hasta la puerta de su cuarto y ella la cierra en mi cara.
—¡Tú también eres extranjera! —grito desde afuera de su puerta.
Suspiro. Sus palabras no deberían afectarme, porque nada de lo que dijo es cierto. Pero lo hacen, sin quererlo. No quiero darle la satisfacción de saber cuánto me han afectado sus palabras.
Bajo a la cocina, saco dos cervezas y un pastel de chocolate de la nevera y vuelvo a mi cuarto.
***
27 de octubre de 2008
—¿De qué se van a disfrazar para la fiesta de Halloween? —pregunta Dante.
Estamos Gian, Dante y yo sentados en el sofá más grande de la sala de estar en mi casa jugando videojuegos.
Han pasado dos semanas desde la pequeña discusión entre Elaine y yo. Esa misma tarde ella tomó algunas cosas suyas y se fue a Dios-sabe-dónde, y no ha vuelto desde entonces. En realidad, así es mejor; no tengo que soportarla y la casa me queda para mí. He intentado no pensar en sus palabras y creo que lo estoy logrando.
Mi vida está hecha un lío en estos momentos y no sé qué hacer. Optó por la decisión más sencilla: ir a una fiesta. Una en la que no tenga que lidiar con nada, en la que se me olvide todo y pueda despejar mi mente. Necesito emborracharme de veras y hacer algo que jamás haya hecho. O sea, ¿por qué no? Mis padres andan de viaje, Elaine se fue y no creo que vuelva en un largo tiempo, y no tengo a nadie más. No creo que a ninguno de los tres les importe lo que yo haga. ¡Joder! Ni siquiera lo hacen. Y Victoria. Pensé que las cosas podrían llegar a más, pero ella no me ha hablado desde aquel sábado que la llevé a su casa y nos besamos.
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Desearía que fueses mi droga (Pausada)
Novela JuvenilSteve Lewis es el hijo perfecto, tiene excelentes calificaciones, siempre se esfuerza por dar lo mejor de sí y es adinerado. Parece tener la vida perfecta... Sin embargo, la realidad es otra. Es un extrovertido sin amigos, todos en el instituto lo d...