Capítulo 13- Desde Roma con amor

359 33 0
                                    

6 de diciembre de 2008

Tomo una buena respiración antes de bajarme del auto. Las manos me tiemblan; estoy nervioso. Joder que si estoy nervioso. Qué bueno que me fumé aquel cigarrillo antes de venir aquí.

Toco el timbre y rápido verifico mi aliento para asegurarme que esté fresco. La puerta se abre y un hombre en los cincuenta, podría decirse, de ojos inconfundiblemente verdes aparece. Le sonrío, pero él se cruza de brazos y me evalúa de pies a cabeza.

—Hola. Mucho gusto conocerlo, señor Barone —digo estrechando mi mano hacia él, quien la estrecha sin dejar de evaluarme. Me aclaro la garganta—. Vengo por Victoria —añado, lo cual es estúpido, porque es obvio que estoy aquí por ella.

—Así que tú eres el muchacho de acento británico que sale con mi hija —dice y es más como una afirmación. Asiento, tragando saliva—. No te quedes ahí fuera. Entra.

Entro a la casa y lo sigo hasta la sala. Esta es sencilla pero acogedora. Me siento en uno de los sofás bajo su atenta mirada que sigue cada uno de mis movimientos. No lo culpo, mi aspecto da la impresión de que soy un rockero que puede llevar a su hija por un mal camino. Aunque el señor Barone tampoco me da una impresión tan reconfortante que digamos. El hombre parece un expeleador de boxeo con tanto músculo que tiene y sus ojos intimidan un poco.

—Ella se está arreglando, no tarda en bajar —me informa y yo asiento. ¿Qué se supone que haga mientras la espero?—. ¿Sabes algo? No me gusta que mi niña salga con chicos que tengan perforaciones —dice y yo por la costumbre me paso la lengua por mi labio inferior, donde se encuentra mi piercing.

—Bueno, a mí me gusta y ella no parece tener problema con eso —digo y rápido me retracto. Mierda, ¿por qué siempre digo lo que pienso?

El señor Barone me mira sorprendido y temo que me vaya a dar una paliza. Sin embargo, él sonríe y alza las manos en modo de rendición.

—De acuerdo, no hay necesidad de irse a la defensiva. Solo te informo —dice y yo sonrío, sintiéndome un poco más cómodo—. Pero te advierto algo. Mi Victoria es muy inocente y no quiero que nada le pase, así que guardate las manos para ti. ¿Entendido?

—Sí —respondo.

Su advertencia está muy tarde y Victoria no es para nada inocente. Si tan solo supiera cómo gime y me pide más cuando lo hacemos. Además de que parece gustarle estar sobre mí la mayor parte del tiempo.

—Hola —dice una voz femenina.

Alzo la mirada y me encuentro a Victoria al pie de las escaleras.

Creo que el chicle que tengo en la boca me lo trago al verla. El término "hermosa" le queda corto. Lleva un vestido color azul marino que no le llega a las rodillas, más bien le llega a casi la mitad de los muslos. Es sin mangas, se ajusta a su cuello y abraza su cintura. Pero siendo honesto ahora mismo estoy pensando en lo mucho que quiero quitárselo, lentamente mientras acaricio su piel con mis besos.

Me pongo de pie al momento que ella se detiene frente a mí. Me sonríe mientras yo intento buscar las palabras correctas, pero es como si mi cerebro estuviese bloqueado.

—¡Guau! Estás... Yo... Tú... —intento decir algo, pero nada coherente sale. Jadeo—. No tengo palabras.

Victoria sonríe mientras procesa mi atuendo.

—Gracias. Tú también te ves bien —dice y sé que es una total mentira.

De hecho, parezco un tipo que se vistió con lo primero que encontró en su armario, lo cual es básicamente lo que siempre hago. Mi vestimenta consiste en una camisa blanca, chaqueta de vestir negra, mahones negros y Converse. Sí, no es el mejor aspecto. Pero al menos refleja mi estilo.

Desearía que fueses mi droga (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora