Capítulo 5- "Estás advertido, extranjero"

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El camino hacia mi casa se me hace corto y cuando llego veo las luces de la sala de estar encendidas. Frunzo el ceño preguntándome si Elaine decidió volver por fin a la casa después de tres días. Pero mientras estaciono el auto en el garaje veo el Aston Martin  rojo ya estacionado. Eso solo puede significar una cosa: mis padres ya volvieron.

Entro a la casa con una felicidad que no había sentido en años. Mi padre está sentado en el sofá viendo las noticias nocturnas con una cerveza en la mano y mi madre está a su lado revisando su celular. Mis padres son James y Elizabeth Lewis, famosos empresarios millonarios, su trabajo es reconocido en toda Italia. ¿Qué hacen? Diseñan ropa para ambos sexos, sus mayores rivales son Armani, Gucci y D & G. ¿Cómo se conocieron? Pues, mi padre estaba en un desfile de modas, era su primer día de trabajo en esta empresa de ropa y su jefe le había asignado que fuera al desfile para que le trajera un informe. Mi madre era una de las modelos y cuando mi padre la vio fue amor a primera vista. Un total cliché, pero así fue la cosa. Han estado trabajando toda su vida y básicamente no les importa nada más que no sea su maldito trabajo. Están en los treinta y pico casi llegando a los cuarenta, son jóvenes y en serio que pienso que deberían tomarse un descanso y pasar tiempo con sus hijos. Sin embargo, ellos no piensan lo mismo.

Sintiendo mi presencia mi padre alza la vista y me sonríe.

—Hola, muchacho. ¿Cómo estás? —pregunta. Mi padre no es tan frío como mi madre, por eso nos llevamos tan bien y al contrario de Elizabeth, a él sí le importo.

—Bien —digo.

—¿Dónde estabas? —pregunta mi madre sin apartar la mirada de su celular. Uau, madre, podrías fingir que te importo un poco.

—Como si te importara —digo y mi padre me da una mala mirada.

—¡Steve! No le hables así a tu madre —me regaña y yo solo ruedo los ojos en molestia—. Te traje algo de Venecia —me dice sacando una cajita de plástico y un llavero.

El llavero tiene una imagen de una góndola y el nombre de la ciudad en letras simples. Dentro de la cajita hay una cadena de plata con placas que dicen mi nombre. Es muy bonito y me sorprende que él lo haya mandado a hacer para mí.

—Gracias. Me gusta —digo sinceramente.

—Me alegro, hijo. ¿Dónde está tu hermana? También tengo algo para ella —me pregunta y yo guardo las cosas en mi bolsillo. Me encojo de hombros.

—No lo sé. Hace tres días que se fue.

—Esa niña. Me va a oír cuando regrese —dice y por primera vez mi madre aparta sus ojos del aparato electrónico.

—Ay, déjala, James. A lo mejor está con su novio —le dice.

Me quedo boquiabierto. Es sorprendente la osadía que tiene de defender a esa ingrata. Desearía que mi madre no fuese tan ciega con Elaine. Es una manipuladora y fría calculadora, pero vamos, mi madre y Elaine son iguales, ambas igual de frías, crueles y huecas.

Mi padre la mira y pone su cerveza en la mesita de cristal.

—Lizzie, se supone que esté en su segundo año de universidad y que piense en lo que quiere estudiar, no que se la pase saliendo por ahí y teniendo novio nuevo cada cinco meses —dice él, indignado.

—Es joven, tiene la vida por delante. Además, Elaine siempre puede trabajar en la empresa con nosotros —discute ella.

Ruedo los ojos y subo a mi cuarto dejándolos en su discusión. Si no están en viajes de negocios, están discutiendo sobre mi hermana. Se nota quién es la favorita de la familia.

Desearía que fueses mi droga (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora