A pesar de todo lo que ya hemos hecho me pongo nervioso. Jamás he hecho esto. ¿Qué tal si lo hago mal? ¿Si la lastimo? Pero no se supone que piense en eso en estos momentos. Estoy a punto de hacerlo con ella, por Dios. Quiero enterrarme en ella sin control, pero no estoy seguro de esto.
Victoria nota que me he quedado congelado y pone su mano en mi mejilla.
—¿Qué sucede? —pregunta preocupada.
—Nada. Solo... Este... Olvídalo —no sé qué decirle. Sería vergonzoso decirle que estoy nervioso y es mi primera vez. No puedo decirle eso, ¿qué va a pensar?
Meneo la cabeza y rápidamente me pongo el preservativo. Ella está ansiosa y lo puedo saber por la manera en que abre más sus piernas y alza las caderas rozándome.
—Calma, nena —le digo. Ella me mira suplicante.
—Por favor, Steve —ruega. Decido torturarla un poquito.
—¿Qué? Dime qué quieres —digo rozando mi miembro en su entrada sin penetrarla.
—Quiero sentirte dentro. Ya, por favor.
Y no tiene que decir nada más. La miro a los ojos, esos ojos verdes que son mi perdición, mientras lentamente la penetro, con cuidado de no hacerle daño. Victoria jadea y termino por entrar por completo. Jadeo un poco, la sensación me deja inmóvil un momento y cierro los ojos. Es increíble, indescriptible. Es incluso mejor de lo que había imaginado, pero también duele un poco. Mi corazon martillea en mi pecho y sé que Victoria lo puede sentir.
—Steve —me llama, haciendo que vuelva a mis sentidos.
—¿Hmm? —musito. Me toma de los hombros halándome hacia ella.
—Muévete —pide y me besa.
Retrocedo y embisto lentamente, y con solo ese movimiento una ola de placer me recorre todo el cuerpo. Mis movimientos son constantes y a un ritmo neutral hasta que ella enrolla sus piernas en mis caderas, haciendo que la penetre más profundo.
—Más rápido, Steve —susurra en mi oído, gimiendo.
Solo puedo obedecer mientras la beso acelerando mis movimientos. En este momento solo quiero complacerla. La siento apretarse más a mi alrededor y gime alcanzando su orgasmo. Yo alcanzo el mío también, mi cuerpo estalla en muchas olas de placer y me dejo caer sobre ella.
Mi mente viaja a mil kilómetros por hora, únicamente pensando en lo increíble que esto acaba de ser. No hay palabras para describirlo; la sensación de por sí es suficiente para querer hacerlo dos, tres, diez veces.
La hermosa pelirroja debajo de mí me abraza y yo entierro mi cara en medio de sus pechos. Su pecho sube y baja rápidamente, su corazón palpita fuerte. Me levanto, le doy un beso corto y salgo de ella... de mala gana porque no quiero. Esto se siente perfecto. Estar dentro de ella... No quiero alejarme porque me encanta cómo se siente.
Tiro el condón a la basura y me acuesto a su lado sin saber qué hacer ahora. ¿Se supone que la abraze? ¿Que le diga algo? ¿O qué? Sin embargo, ella se gira y descansa su cabeza en mi pecho, contestando esas preguntas.
—Eso fue increíble —dice por fin y yo murmuro concordando con ella.
—¿Te cuento un secreto? —digo. Victoria alza la cabeza para mirarme.
No, no. No le digas, tonto, grita mi subconsciente.
Ella asiente y yo me muerdo el labio.
—Jamás había hecho eso —murmuro.
—¿Qué quieres decir? —pregunta frunciendo el ceño.
Aparto la mirada, pasando mi lengua por mi piercing. Esto es vergonzoso. Ahora me va a preguntar y después se va a burlar. Dios, ¿por qué tengo una bocota?
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Desearía que fueses mi droga (Pausada)
Teen FictionSteve Lewis es el hijo perfecto, tiene excelentes calificaciones, siempre se esfuerza por dar lo mejor de sí y es adinerado. Parece tener la vida perfecta... Sin embargo, la realidad es otra. Es un extrovertido sin amigos, todos en el instituto lo d...