Capítulo 22- Pérez = Maquiavelo

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Dedicado a patriciafuenzailida, breanmelysnazareth y a LisberkysVasquez. ¡Espero que lo disfruten!

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Sigo a Pérez hasta su habitación y él cierra la puerta tras de sí. Las paredes son de color gris claro; la habitación se compone de un escritorio junto a la ventana, varios estantes llenos de trofeos, algunos libros y muchos CD's, cuadros en las paredes de jugadores de soccer, la cama en una esquina, una mesa con un televisor y consolas de videojuegos y otras cosas más.

—Siéntate —me dice, pero no hay dónde más para sentarse que en su cama—. No en mi cama, tarado.

—¿Entonces dónde, genio?

—En el escritorio, duh —responde como si fuera algo obvio.

Ruedo los ojos, pero me siento en la silla giratoria. Él se sienta en su cama; saco mi ordenador portátil de mi mochila, lo coloco sobre mi regazo y lo enciendo.

—Como dijo la profesora, tenemos que elegir un autor del Renacimiento y preparar un informe sobre él —le recuerdo, pero él está tan concentrado en su celular que dudo que me haya oído—. ¡Pérez!

—¡Ay! ¿Qué? —espeta gruñón.

—¿Puedes prestarme atención? Te estoy hablando, maldita sea.

El moreno me mira sorprendido. Yo también lo estoy. ¿De dónde saqué la osadía para hablarle así? Generalmente hubiera rodado los ojos y repetido lo que le dije.

—Estás en mi casa. Te puedo echar cuando se me pegue la gana, así que cuida tu lengua —amenaza. No me pagan suficiente por esto. Ya estoy harto de este chico.

—Bien, pero ¿puedes hacer el esfuerzo de mostrar el mínimo interés siquiera?

—No prometo nada. ¿Cuáles son las opciones?

—Pues, apunté cinco autores de los cuales podemos elegir —saco mi libreta y busco la página—. Boccaccio, Dante, Maquiavelo...

—Ese. Maquiavelo —decide, interrumpiéndome.

—Pero no has escuchado los demás...

—No me interesa. Haremos Maquiavelo.

Alzo las manos en señal de paz. No quiero discutir con él. Mi dolor de cabeza empeoraría si lo hago.

—Yo haré la biografía y tú haces las preguntas 3 y 4 —digo y él se recuesta sobre su espalda en la cama.

—Sí, sí. Como tú digas. Ahora cállate. Tu voz me provoca jaqueca.

~*~

Una hora después yo he hecho la mayor parte del trabajo y Pérez sigue en las preguntas que le di al principio. No sé si lo hace a propósito, o si es lento por falta de neuronas o si simplemente es porque quiere. Suspiro cansado y tomo un sorbo de la limonada que Gianna nos trajo hace un rato.

—¿Es enserio? No son tan difíciles esas preguntas, Pérez —le digo y él me lanza una mala mirada.

—¿Quieres callarte? No me concentro.

—Llevas una hora ahí y no terminas —replico. Él coloca su computadora sobre la cama, irritado.

—Lo hago a mi paso y si no te gusta, entonces hazlo tú. Además, tienes un acento ridículo. Ya cállate.

Pérez continúa su búsqueda y yo me masajeo las sienes. Este idiota me estresa. ¿Qué hice? ¿Qué hice en mi vida pasada para merecer esto? Pareciera que he envejecido diez años en esta última hora.

Desearía que fueses mi droga (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora