Subí los pies en la mesa del camerino, tirando al suelo varios productos de maquillaje que no me molesté en levantar.
Me llevé el cigarrillo a los labios y di una calada profunda.
Como primer bailarín era el único que tenía un camerino individual y no debía compartir espacio con los subnormales de los otros bailarines.
Tosí y apagué el cigarrillo contra la silla en donde estaba sentado, viendo la mancha negra que comenzaba a formarse en el afelpado material.
Permanecí un segundo observando la habitación, los siete trajes distintos estaban colgados en las paredes, pulcramente arreglados y el espejo cuerpo completo de madera oscura se posaba solitario en una esquina de la habitación.
El humo del cigarrillo aún flotaba en el aire.
Luego de unos segundos el silencio comenzó a ahogarme y me incliné a sacar que mi pequeña maleta mis audífonos.
Al instante en que la música comenzó a perforarme los oídos sentí mi pecho liberarse y mi respiración hacerse más calmada.
Mi mente vagó hasta recordar al chico que hacía unos minutos había venido a ver a los bailarines y solté una pequeña carcajada.
Tal vez si había sido un poco cruel.
Aunque, no era mentira que me cansaban las personas que sólo querían que les dieran esperanzas estúpidas cuando ellos no podían dárselas solos.
Bufé y saqué otro cigarrillo.
—Pero ese chico era raro —murmuré con el cigarrillo entre los labios, sabiendo que nadie me estaba escuchando.
No sabía qué era lo que me parecía extraño, pero en sus ojos había algo que no hay en cualquier persona. Sus ojos marrones proyectaban un dolor y odio tan profundos que no parecían tener final.
Eran esos ojos que te hacían preguntarte si habían brillado alguna vez.
—Justo como yo —solté, riendo con amargura.
Di otra calada y cerré los ojos, tratando de perderme en la música que me perforaba los oídos para así no concentrarme en la punzada que se había instalado en mi pecho.
*
No escuché la puerta.
Me di cuenta que alguien había entrado cuando sentí un húmedo beso en el cuello que hizo que se me erizara la piel.
Cerré los ojos, sintiendo la línea de besos que estaba dejando la persona en mi cuello (la cual, no tenía ni idea de quién era), mientras sus manos recorrían mis brazos con suavidad.
—¿Nadie te dijo que no se puede fumar en los camerinos, Alex? —dijo, y reconocí la voz del chico del avión al instante.
—¿Nadie te dijo que no se puede tener sexo en los aviones? —respondí, girando la silla para verlo de frente, consiguiendo así que dejara de tocarme también.
—Touche —sonrió con sus dientes perfectos.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, sacando otro cigarrillo y encendiéndolo.
—Vaya, que directo —rodé los ojos—. Ya, ya, quería decirte que no me quedaré en el conjunto se habitaciones donde están todos los bailarines puesto que mi madre vive en la ciudad —sonrió y podía imaginarme a dónde estaba yendo esto—. Y quería saber si te apetecía quedarte en mi casa, así no tienes que lidiar con todas estas molestias.
«Tu eres una de esas molestias» pensé, pero no dije nada.
Lo miré a los ojos un segundo y pude ver perfectamente las dobles intenciones en su propuesta, probablemente quería alguien para tener sexo cada vez que quisiera y yo parecía ser la mejor opción porque no me importaba nada.
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Al Compás del Corazón [gay/yaoi]
RomanceNathan es un chico frío y a quien no le importa lastimar a los demás con sus palabras, pues su propio dolor le impide notar el de otros. Su madre y su hermano son las únicas personas en las que confía y también los únicos que saben por qué está como...