Décimo Segundo Tempo (A)

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Salí de su habitación a grandes zancadas, sintiendo unas inmensas ganas de golpear algo.

¿Cuándo había sido la última vez que me había enojado tanto?

Este chico tenía una capacidad increíble para sacarme de mis casillas.

Estaba muy ocupado maldiciendo para mis adentros, hasta que una voz me detuvo.

—¡Espera!

Me volví con una ceja enarcada, observando lentamente a la madre de Nathan.

Me pasé las manos por el cabello.

—Lo siento, señora, pero me retiro —dije y ella suspiro cansada.

—Tenle paciencia, ¿sí? —soltó y la nostalgia en su voz me hizo fruncir el ceño—. Él no siente la mitad de las cosas que dice cuando está enojado o deprimido.

No pude evitar soltar una carcajada bañada de sarcasmo.

—Pues para no sentirlo elabora muy bien las oraciones —gruñí—. No tengo tiempo para esto, señora. Lo lamento.

—Nat no..., no siempre fue así —siguió—. Hacía años que no dejaba a alguien siquiera acercarse a su habitación, sólo... te pido que le tengas paciencia. No sé quién eres ni si eres una buena persona pero..., él no dejaría a cualquiera hacer estas cosas...

Por un pequeño segundo, ese comentario hizo que un sentimiento extraño se alojase en mi pecho, pero la amargura de toda esta situación lo opacó por completo.

—Pues debería decírselo a él, porque no parece importarle —musité, dándome la vuelta sin esperar su respuesta.

Me dispuse a irme, pero ese sentimiento extraño seguía apretando mi pecho y me detuve con la mano en el picaporte.

Suspiré, pero no quise volverme a verla. No quería ver su expresión mientras pronunciaba esas palabras.

—Y tampoco entiendo por qué a mí si me importa.

Y salí.

El viento me golpeó con fuerza y el frío caló rápidamente a través de la fina ropa, que ahora parecía demasiado ajustada y áspera sobre mi piel.

Una risa amarga salió de mis labios, porque no entendía que estaba ocurriendo.

Por primera vez, no tenía idea de que estaba sintiendo ni qué camino estaba tomando.

«Ni siquiera eres mi amigo, Alex»

Volví a reír al recordarlo, apretando los puños.

—¿Quién dijo que quería ser tu amigo? —murmuré a la nada.

Pero no pude ignorar la leve tristeza que había en mi voz.

*

Entrelacé mis manos sobre la planta de mi pie, sintiendo la manera en que los músculos de mi pierna y espalda se estiraban en medio del split.

«19..., 20...»

Cambié de lado, haciendo lo mismo con mi otro pie.

«19..., 20...»

—¡Listo el calentamiento, chicos! ¡Ensayen los números siguientes! —la voz de Madame Riza retumbó en las paredes del salón y me puse de pie lentamente, sintiendo el ardor en mis músculos—. Alex, prepárate. Sales en 2 minutos.

Asentí, pasándome las manos por el cabello y estiré los brazos una última vez.

Me quité lentamente el suéter que tenía puesto, dejando al descubierto mi pecho desnudo y traté de ignorar la mirada que Samuel no me quitaba de encima.

Al Compás del Corazón [gay/yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora