Duodécimo Primer Tempo (N)

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Siguió pasando algunas veces más.

Alex y yo seguíamos saliendo, normalmente a sólo hablar de trivialidades en el túnel pero siempre terminábamos igual.

Sus labios en mi cuello, los míos en el suyo y nuestras manos recorriendo el cuerpo del otro.

Para mí era extraño, se sentía extraño. La ansiedad estaba ahí, la inseguridad, el miedo, pero no se sentía mal.

Mientras más veces ocurría, más seguro se sentía, más cálido y no recordaba cuando había sido la última vez que me había sentido así.

Alex se detenía siempre que se lo pidiese o notase que la ansiedad sobrepasaba el nivel normal y era algo que siempre llevaba lágrimas a mis ojos.

Hasta ese momento, nunca supe lo que era que alguien se detuviese cuando se lo pedía.

Y se sentía..., bien.

Al principio sentía que de alguna manera eso no era suficiente para Alex, sentía que debía esforzarme más, que debía complacerlo, aunque no quisiese hacerlo.

Pero luego entendí que no, lo entendí por la manera en que sus ojos brillaban al separarnos; por la forma en que parecía más pleno al bailar.

Y por eso ahí estaba, en el salón de arte de la universidad pintando sus ojos en un lienzo, mientras esperaba que viniese por mí, pues le había dicho a Chris que quería llevarme a almorzar.

Una sonrisa estaba plantada en mi rostro mientras seguía mezclando pinturas para conseguir el color de sus ojos.

Y todo pasó muy rápido.

Sentí como alguien tomaba con fuerza el espaldar de mi silla y lo siguiente que supe fue que mi cuerpo estaba impactando contra el suelo.

Mi vista se nubló de golpe y sentí el corazón disparárseme en el pecho, mientras me encogía sobre mi mismo debido al dolor.

Las risas vinieron.

Logré enfocarme lentamente, sólo para ver la cínica sonrisa de Mark y su grupo, pero no tenía ni siquiera fuerzas para fruncir el ceño.

Me sentía increíblemente mareado.

Sentí a Mark tomarme del cuello de la camiseta, golpeando mi espalda contra el suelo, el metal de mi silla aún debajo de mí, haciéndome soltar un quejido.

—¿Qué pensaste, inútil? —dijo, riendo—. ¿Qué tu querido hermanito te salvaría toda la vida de nosotros? ¡No pensé que fueses tan estúpido!

—Suéltame... —jadeé, respirando con dificultad.

Mi cabeza dolía horriblemente y no lograba enfocarme por completo.

Traté de quitar sus manos, clavando las uñas en sus brazos, pero fue inútil pues mi fuerza parecía no existir.

—¿A quién crees que estas arañando?

Y sentí la bofetada.

Mi mejilla comenzó a arder casi al instante en que sentí mi garganta apretarse.

Mark nunca me había golpeado.

Podía sentir la ansiedad, las lágrimas arder en mis ojos y la manera en que parecía que alguien me apretase los pulmones.

Las imágenes vinieron, una tras otra, las bofetadas se sentían reales de nuevo, casi palpables. Los golpes, los gritos.

Todo estaba ahí de nuevo.

Podía escuchar las risas a lo lejos, y ya no sabía en donde estaba.

No me di cuenta cuando empecé a llorar.

Al Compás del Corazón [gay/yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora