Trigésimo Tempo (N)

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En medio de toda esa emotividad Alex terminó sentado en mi regazo, sus brazos alrededor de mis hombros y su rostro en mi cuello.

Estuvo un rato así, mientras yo le acariciaba el cabello y no podía evitar la sonrisa de estúpido que estaba en mi rostro.

Ah, maldición, lo había extrañado mucho.

—Nat —murmuró, sin levantar el rostro.

—Dime.

—¿Quieres..., quieres ver el estudio?

—¿Quieres mostrármelo?

Asintió.

—Entonces sí —dije.

Se separó y se puso de pie, una brillante sonrisa plantada en su rostro.

Parecía un niño.

Rápidamente se puso detrás de mi para comenzar a empujar mi silla.

—¡Te mostraré lo maravilloso que es mi local! —exclamó.

Quise decirle que el maravilloso era él, pero preferí guardarlo para mí.

*

El espacio era muy modesto y bonito, una de las paredes era un gran espejo y todo era en tonos pastel, con algunas decoraciones en rosa y celeste. Tenía un cuarto con sus vestuarios y habían fotos de bailarines por todo el lugar. Habían sillones de color vino, imaginaba que para los padres de sus alumnos y todo era muy acogedor.

Podía sentir a Alex en cada esquina de la habitación.

Él sonreía, como creo jamás haberlo visto sonreír. Sus ojos brillaban y hablaba muy rápido, su voz más alta de lo normal.

Me enseñó cada mínimo espacio del sitio.

Deseé verlo así de feliz toda la vida.

—¿Te gusta? —preguntó emocionado, dando una vuelta con los brazos extendidos.

Estaba casi saltando se la alegría y era lo más lindo del mundo.

—Me gustas tú —dije, riendo.

Rodó los ojos.

—No seas cursi, ¿te gusta o no? —soltó.

—¿Es necesario preguntar siquiera?

—Entonces no te gusta.

—¡Alex!

—¡Es que no respondes!

—¡Porque es obvio!

—¡No lo es!

—¡Me encanta, imbécil! —reí—. Me encanta esto, me encanta que sea tuyo y me encantas tu.

Apartó la mirada y se pasó una mano por los cabellos de su nuca.

—Me alegra que te guste —murmuró, tan bajo que casi no logré escucharlo.

¿Era tan lindo antes?

Me acerqué a él y enredé mis dedos con los de su mano libre, viendo la sonrisa formarse en sus labios.

—¿Quién te ha dado permiso de ser tan tierno? —dije y me miró indignado.

—¿Quién mierda es tierno? —se puso la mano libre en la cintura, ofendido.

—Pues tú.

Se inclinó, dejando su rostro a pocos centímetros del mío, una sonrisa felina formándose en sus labios.

—¿Ah sí? —soltó.

—Sí —por instinto bajé la mirada a sus labios, volviendo a hundirla en sus ojos azules casi al instante. Sonreí y subí las manos a su nuca, acariciando su oreja con el pulgar—. ¿Cuándo te volviste tan manso?

Al Compás del Corazón [gay/yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora