Duodécimo Séptimo Tempo (A)

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Apreté mis piernas contra mi pecho y oculté el rostro entre las rodillas, sintiendo el dolor perforarme el pecho.

Estaba en mi habitación, como todas las madrugadas de esa maldita semana y sólo quería ver a Nat.

Pero no podía.

«¿Qué te ocurre? Estás raro desde que llegaste»

Recordé la preocupación en sus ojos, la manera en que vi las inseguridades crecer en sus ojos y sentí mis manos temblar.

Quería ir a verlo, quería besarlo y decirle que tenía que irme, pero no podía.

No me veía capaz de despedirme.

¿Qué acaso esto era sólo un enamoramiento de verano? ¿Como los amores de niños de campamento que sabes que terminarán?

Dolía como el demonio y me odiaba a mí mismo por olvidar que tendría que irme.

Sabía que cuando esto terminara me destrozaría por dentro, pero no sabía que fuese tan horrible.

¿Nathan me extrañaría?

Probablemente estuviese enojado.

Me habían quitado el yeso hacía un par de días y ni siquiera tenía tiempo para llorar debido a los ensayos para que mi condición estuviese a la altura de la última presentación.

Sólo podía pensar en las madrugadas como esa.

¿Cómo me recordaría Nat cuando me hubiese ido? ¿Un agridulce amor temporal? ¿El imbécil que se fue sin avisar después de haber hecho promesas?

Una risa amarga se escapó de mis labios y me pasé las manos por el cabello, sintiendo la frustración crecer en mi pecho.

Sólo quería correr hasta su ventana y besarlo, pero sabía que si lo hacía no había manera de que me fuera.

Mi teléfono vibró sobre el colchón y apreté los labios al ver el nombre de Nat en la pantalla, sintiendo cada tono como una puñalada en el pecho.

No era muy difícil imaginar su estado de ánimo, pues eran las tres de la mañana y eso era lo que más dolía.

Eso era mi culpa.

Apagué el teléfono en cuanto terminó de sonar.

—Lo siento... —susurré, acurrucándome más sobre mí mismo.

Y, así fue otra noche de insomnio. había Ensayar.

Ensayar.

Ensayar.

Así se fue todo ese día y finalmente estaba sentado en el suelo de los camerinos con el traje de mi último solo puesto.

Esta era mi última presentación.

Hace más de un mes me había presentado de esta manera y había mandado a la mierda al chico inválido que sólo quería que le diésemos esperanzas.

Una sonrisa nostálgica se formó en mi rostro.

Que ironías tenía esta maldita vida.

—¡Alex, tu turno! —exclamó Madame.

Me puse de pie y traté de suprimir cada sentimiento, como siempre.

Y no fue hasta que me senté en las escaleras detrás del escenario, una vez hube terminado mi número, que me di cuenta que las lágrimas me corrían por las mejillas.

Enredé los dedos en mi cabello y tiré, sintiendo los sollozos apoderarse de mi cuerpo.

¿Desde cuándo me dolía tanto terminar una gira?

Al Compás del Corazón [gay/yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora