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Kaydy Cain/Daniel Gómez

La peste a perfume de mujer me colma las fosas nasales y me despierta. «Qué asco» pienso. Aunque ayer a las tres de la madrugada no me importaba tanto.
Sonrío como un idiota y abro los ojos para ver qué me encuentro hoy en mi cama.
Nada. «Joder, qué suerte» vuelvo a pensar. Echar a las mamis de mi cama a la mañana siguiente se me hace difícil. Sobre todo cuando creen que vamos a volvernos a ver... «Sí, ya sé, mami... Luego te llamo» le dije a una la última vez. Pero ese momento no llega nunca, está claro.
Me levanto y me visto con lo primero que encuentro. Rebusco por el salón algún porro a medio terminar y cuando lo encuentro me alegro. «Hay que ver con qué poco te conformas, Danielito» me digo a mí mismo prendiéndolo.
Nelka abre los ojos pero sigue tumbada. Me está reclamando que la baje a mear.

-Sí, enana, ya lo sé. Déjame que me termine de fumar esto y me ponga guapo. Hoy vamos a pasear a otro sitio.

La perra levanta la cabeza como si me hubiese entendido y eso me da pie a que siga hablando.

-Nos vamos pal centro a preparar unas cosas para esta noche. ¿Te apetece ver al Fernan?

Mueve la cola un par de veces y sonrío.

-Mira que eres guarrona tú. Anda, ven aquí -le pido y obedece.

La rasco y acaricio hasta que ambos alcanzamos nuestra dosis suficiente de cariño matutino y después hago lo que he dicho. No me molesto en rebuscar nada en el armario, con el chándal y las zapas de siempre estoy ready. Me miro en el espejo del baño antes de salir, estoy guapo. Le pongo el arnés y la correa a Nelka y nos bajamos a la calle.
Damos una vuelta por el barrio y después nos cogemos el Metro para irnos a Sol.
Cuando llegamos, la puerta de la discoteca ya está abierta. Eso significa que Fernando y Hakim ya están abajo.

-Qué pasó mi hermano, ya era hora -me reprocha el Seco.
-Son las cuatro, es pronto -me justifico.
-Deja al chaval, que estaba haciéndose unas pajas.

Hakim nos hace reír a los dos y él sonríe. Nelka no tarda en ir a rozarse contra las piernas de Fer y él la mima.

-No seas pesada, anda, que no hay quien te aguante -le digo cogiendo algunos cables de una de las cajas.
-A ti lo que te jode es que me quiere a mí más que a ti -me responde- ¿verdad que sí, mi guapa? -se dirige esta vez a la american stanford mientras le rasca las orejas.
-Anda, personaje, si a ti no te quiere ni tu mama -le reprocho riendo y empiezo a pelearme con los conectores y dónde encajar cada clavija.
-Pueeee... -empieza a contar con su clásico acento de granada- ayer no me las quitaba de encima.
-Ya te digo -secunda Hakim-, cómo estaban esas tres... Uf...
-Yo no sé ni con quién me fui -confesé bufando.
-Menos mal que la Nelka no habla, a saber la de mierda que la has hecho ver...

Fernando se ríe y yo llamo gilipollas al Hakim, qué graciosete se ha levantado hoy. Esta noche voy a presentar un par de canciones nuevas en Infierno y, como no suelo dar bolos en esta fiesta, se supone que va a venir bastante más gente de lo normal.
Cuando acabamos de colocar toda la mierda del sonido salimos a buscar un sitio donde comer. Como me pillaba cerca, dejé a la enana en casa y volví.

-Pero qué coño de sitio es este -les pregunto cuando veo dónde me están esperando.
-Vamos a entrar aquí a codearnos con los pijos un poco, ¿no te apetece? -me pregunta Fernan de risas.
-Fua, hermano, qué pereza, loco...

Aun así entramos. El camarero nos recibió a regañadientes y nos llevó a una de las mesas de comedor. Era ya muy tarde para comer, y eso le hizo tener aún más cara de mierda. Además, el Seco se puso a pedir comida como un trastornado y el tío estaba apuntando con ganas de cagarse en sus muertos. Mientras me aguantaba la risa eché un vistazo a las dos únicas mesas que estaban ocupadas. Una, por dos hombres trajeados que tenían pinta de hablar de números y otras gilipolleces de ese tipo. La otra, por una mujerona. A esa mami le hacía un monumento. Llevaba una blusa blanca, ajustada.; y por encima, una falda gris, que aun estando sentada, le marcaba todo. Se estaba tomando un café y leyendo algo en un eBook. «Zorra estirada» pienso mientras la miro disimuladamente. Ojalá se levantase para poder ver esa pompa en directo... Me estaba poniendo malo. Empezaba a sentirme descarado. Intentaba que no se notase, pero mis ojos se la estaban devorando. En un momento nuestras miradas se cruzaron. La suya me atravesó. Aquellos ojos claros rodeados de maquillaje negros me habían perforado y sentí calor. Tenía unos rizos color castaño que le reposaban a los lados de los pechos y un mechón que cubría la mitad de la frente y se colaba detrás de la oreja. Antes de que ella diese un sorbo al café y volviese a mirar su libro electrónico, agaché la mirada sin haber hecho eso nunca. Pero algo de ella hizo que me echase atrás, que no quisiera seguir jugando a ese juego, porque no era yo quien estaba mandando.

𝗣𝗔𝗡𝗧𝗘𝗥𝗔 {𝗞𝗔𝗬𝗗𝗬 𝗖𝗔𝗜𝗡}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora