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Daniel.

El fin de semana se había acabado y yo solo quería que se quedase conmigo. Esperaba que todas mis ansias se calmasen tras estos dos días de frotarnos y desgastarnos. Pero era como si algo dentro de mí no estuviera satisfecho aún.

Me desperté por la mañana y ella ya no estaba. No creía que se hubiese ido sin avisar, el tema de mi juicio ya se había aclarado y más o menos apaciguado.

Pero cuando llegué a la cocina se me cayó el alma al suelo. Estaba apoyada en la encimera, con el pelo revuelto en una coleta y una taza de café entre las manos. Aún así me resultaba sexy. Pero algo apagó todas mis emociones ardientes para encender las alarmas. Estaba triste, y se notaba a kilómetros.

-¿Qué pasa...? -Le pregunto estar muy seguro de si quiero saberlo.
-Nada -responde sin dar pie a decir más.
-¿Cómo "nada"?
-Catalina me ha escrito.
-Vale, ¿y? -Me extraño.
-Mi marido le preguntó por mí. Al parecer le extrañó que yo no le comentase con más antelación lo de mi conferencia.

Me cabreo enormemente por dentro. Ese malnacido la tiene controlada y no le deja apenas respirar.

-Creo que no vamos a volver a vernos, Daniel. Ni siquiera en el restaurante.
-Mami, creo que estás exagerando...
-¡No, no estoy exagerando!-exclama sin dejarme terminar, y me asusta no saber a qué le tiene tanto miedo.
-Manuela...

Alza la mirada atendiéndome, pero no dice nada.

-Te ha pegado, ¿verdad?

Traga saliva y sus palabras no pueden salir, el calor de su interior se manifiesta en sus mejillas y finalmente una lágrima se le escapa y cae en el café.

-No me lo cuentes si no quieres, pero conmigo no te va a pasar nada, nunca.

Su móvil suena y ambos nos sobresaltamos.

-"A qué estación llegas, tengo tiempo para pasar a por ti" -lee y posa la taza de café con desesperación-. Esto es un calvario-confiesa al fin- y ahora ¿qué le digo?
-Lola -no soporto más la distancia y me acerco a ella-, no te agobies. Escúchame. Ahora pensamos en algo.

Suspira y me deja que le acaricie la cara.

-Tal vez podamos buscar horarios de trenes y calcularlo para que todo cuadre.

Noto que a ella le parece buena idea porque reabre los ojos y asiente.

-Pero con una condición-hago una pausa-fingiré que soy un desconocido que también sale del tren. Quiero ver a ese hijo de puta.

Se pone nerviosa y sé que no quiere arriesgarse. Pero se olvida de que soy un maleante que se ha criao entre ladrones, yonkis y traficantes. Sé cómo camuflarme y pasar desapercibido.

-¿Confías en mí?
-No lo sé. Lo que sé es que en él sí que no confío...

Le miro expectante para que me dé una respuesta. No soporto verle así de preocupada. Me entristece pensar en cuánto tiempo debe de llevar siendo una jaula para sí misma. Desde hace cuánto que no se divertía. Seguro que ya ni sabe qué es ser feliz.

-Vale... -dice no muy segura-. Pero prométeme que no le harás nada.
-Te lo juro, mami.

Apoyo mi cadera en su cadera y le beso en los labios. De verdad que quiero hacer que se sienta a salvo, pero creo que va a ser un proceso difícil.

𝗣𝗔𝗡𝗧𝗘𝗥𝗔 {𝗞𝗔𝗬𝗗𝗬 𝗖𝗔𝗜𝗡}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora