Kaydy Cain/Daniel Gómez.
La canción empezaba lenta y sin intensidad suficiente, eso me venía bien. Le expliqué poco a poco cómo iba la cosa, aunque, en realidad, no había nada que explicar. Simplemente me lo inventé para poder palparla más de cerca, tocarla y notar su calor.
Cuando mi propia voz apareció diciendo "Fue en ese baile intenso cuando me enamoré de ti, yo pienso", ahí empecé a moverme. Y esa mami supo seguirme. Obviamente, no por lo que yo le hubiese o no guiado. Aquella mujer llevaba el ritmo en las venas. Y como el papá Daddy Yankee dice: el ritmo no perdona.
Era buena. Se había mostrado observadora desde que había entrado en el local y ahora entendía por qué. Había conseguido inmiscuirse en el ambiente e incluso la época, y se movía prácticamente como cualquiera de las nenas que había en la fiesta. En mi cabeza solo había una frase que se repetía una y otra vez: Ay, diosito querido. A mí me iba a dar algo malo, quería arrancarle el puto vestido y follarla ahí mismo, delante de todo el mundo.
Manuela/Lola.
Si ese mocoso se pensaba que iba a ser una palurda incompetente, estaba muy pero que muy equivocado. Si esas muchachas podían, ¿por qué no iba a hacerlo yo?
Después de un largo trago al Gintonic me dejé llevar por la música y por la calidez de aquellas manos morenas. La gente se pegaba hasta límites insospechados, como si quisieran fusionarse; así que yo hice lo mismo. Mi culo de orígenes latinos se posó donde debía. Encajaban gracias a mis tacones, y un escalofrío me recogió. Cuando su inconfundible voz sonó en la canción, me recreé en el papel. Quería que se enamorase de mí. No podría decir por qué, pero quería que se enamorase de mí en ese baile intenso.
Me repasaba las caderas con las manos y me agarró un par de veces del pelo. Lola había vuelto. Hasta a mí misma se me había olvidado que, en mi juventud, fui una perra insaciable, pero se acabó. Me descoqué y me acaloré hasta límites insospechados. Quería que me follase allí mismo, delante de todo el mundo.
Me giro entre sus brazos, me acerco a su cara y la acaricio. Su piel es suave porque está bien afeitada y cuidada, si no fuese por esos tatuajes estaría perfecto. Pero le dan el toque de malote que supongo que ayudaba a mantener su estatus. Además, es adorable, porque lleva brackets. No sé en qué momento mi cabeza ha sido capaz de relacionar zarrapastroso acicalado con bebé cautivador, pero lo ha hecho y me tengo que morder los labios para no comerme los suyos.
-Eres una mentirosa. Tú ya sabías de esto -me dice sonriente- A mí no me engañas.
-Podría engañarte en un millón de cosas, y no te darías ni cuenta -me río y tomo un poco de distancia.
-Crecí entre mentiras -se acerca e inspira fuerte en mi oído-, las huelo.A mí me revuelve las tripas y algo más. Miro hacia arriba para ser capaz de controlarme. «Manuela, por el amor de Cristo» pienso mientras abro y cierro los puños detrás de su cuello. Cuando devuelvo la vista hacia la altura humana encuentro sus ojos ardientes. Quiere besarme. Lo que no sabe es que yo a él también, pero no puedo hacerlo. De modo que le devuelvo la jugada acercándome a su oreja:
-Ya sé que te apetece desgastarme -jadeo a propósito y tras esa breve pausa continúo-. Pero se me acabó la copa.
Le pongo la mano en el pecho y le aparto. Ahora mismo me siento como una leona que achanta a la hiena, su hiena. Y él me persigue para suplicar.
-Tú de aquí no te vas -me abraza la cintura desde la retaguardia.
Yo me río porque soy la que tiene la sartén por el mango y le digo que por supuesto que me voy. Consigo encontrar a Catalina con dificultad porque está apoyada en una pared mientras se besa con el tal Khaled. Ella y los árabes.
-Eh -interrumpo-, nos vamos, Cata. Lola ya ha tenido para diez años.
-Venga ya, tía -se escabulle de las garras de Khaled-, ¿ahora?
-Ahora -le suplico y ella me entiende.
-Ay... -se queja con lástima-, con la de tiempo que hacía que no me llevaban pa Moroco -admite y se ríe.Me acerco a Daniel, que está incrédulo porque creía que iba a caer rendida a sus pies por un par de bailes.
-Tú y yo nos vamos a volver a ver, archiduquesa -dice con retintín burlándose de mí por ser, de algún modo, de otra clase social.
-Ni en tus mejores sueños, malcriado -le sonrío tras besarle la mejilla y echar a andar.
-Esto no se queda así, Manuela -me dice en alto.
-¡Llámame Lola, querido! -le respondo con una carcajada y le dejo atrás.Kaydy Cain/Daniel Gómez.
Según se marchaba, con ella se iban mis ganas de fiesta. Ya no me apetecía estar más allí, así que fui a despedirme de Khaled.
-¿Has conseguío su número?
-Qué va, hermano, ni flores -digo cabreado.
-Yo tengo el de la amiga -sonríe satisfecho.Pensar en volverla a ver y acabar lo que habíamos empezado no me devolvió las ganas de seguir drogándome y bebiendo, pero por lo menos dormí a gusto esa noche.