Manuela/Lola.
Lo que aquel muchacho me había hecho sentir era indescriptible. Tuve tres orgasmos a lo largo de la tarde y hacía meses que no tenía. Gastamos al menos media caja de preservativos. Estaba muy, pero que muy cansada. Pero mi satisfacción superaba con creces el agotamiento.
-Daniel -solté seria y sin más demora. Tenía que decírselo.
-Dime mami.
-Estoy casada.Ambos estábamos mirando al techo, cogidos de la mano. Cuando solté la noticia, él no se movió, pero me miró para que mi gesto facial le confirmase que no era ninguna broma. Y así fue.
-¿Y qué hacemos aquí?
-Tú me invitaste.
-Y tú has venido -afirma y alza las cejas para remarcarlo.
-No soy feliz.
-Ya, supongo.Le noto hostil, pero es que no me extraña en absoluto. Aquello no sentaría bien ni a la persona más insensible del mundo.
-Lo siento.
-Yo no tengo nada que perdonarte, Manuela.Por primera vez no se dirige a mí como Lola y eso indica que, en efecto, está cabreado.
-Si quieres que me vaya, lo entiendo, Daniel.
Una parte de mí cree mis propias palabras. Pero la otra está deseando que él no me deje marchar. Aun así se queda en silencio y se pone al borde de la cama apoyando los codos en las rodillas. Yo le miro, sin apenas fuerzas para moverme. Ahí sé que yo solita lo he estropeado todo. Recojo mi ropa interior que, milagrosamente, he encontrado con facilidad.
No sé muy bien qué voy a hacer. Pero lo que tampoco quiero es quedarme y fabricar entre los dos un momento todavía más incómodo.
Me pongo la ropa de nuevo y echo la mano al pomo de la puerta. Miro para atrás por si acaso él fuese a apiadarse de mi alma. Pero no.
Así que con mi bolsa en mano, cierro dejando aquel apartamento atrás y aquel momento como un gran recuerdo. Camino en búsqueda de una cobertura telefónica suficiente para llamar a un taxi. Pero justo entonces noto que me agarran la muñeca. Por un lado me asusto, y por otro agradezco aquel calor.Kaydy Cain/Daniel.
Metí la cabeza entre las dos manos y me levanté de la cama. Di vueltas por la habitación. Por qué me jodía tanto que estuviera casada si era algo que ya me había pasado más veces.
Igual fue porque me lo dijo cuando más vulnerable estaba yo o porque era cuando más lo estaba ella también. Pero me jodía pensar que el verdadero motivo era que estaba enganchao a ella. Estando casi muerto todavía quería acostarme más con ella. Y volver a morderle la boca. Y eso que hacía treinta segundos que la había dejado marchar.
No me paré a buscar mi ropa, tan solo me puse el pantalón y salí en su busca. No podía haberse ido lejos, y, efectivamente, estaba a menos de cincuenta metros. La alcanzo y decido contarle yo también cuál es mi verdad.
-Escucha, Manuela...