Manuela/Lola.
Me quedo impresionada al ver cómo escribe y algo dentro de mí se remueve. Han pasado muchos días y también muchas cosas en mi casa... me maquillo el hematoma que tengo en el brazo. El otro día Cayetano se enfadó mucho y me agarró más fuerte de lo que debía. Empieza a hacerlo más a menudo. Tiene muy poca paciencia y empiezo a sentir miedo.
Es arriesgado acudir a ver a Daniel, pero de ambos modos corro peligro, así que acepto.
Me planto allí y le espero muy nerviosa. Me sudan las manos y me recojo el pelo para aprovechar el aire acondicionado y en cuestión de dos minutos aparece por la puerta. Tatuajes ocultos con maquillaje. Nada de barba. Nada de anillos. No sé quién habría hecho eso por él, pero para cubrir tanta piel tenía una maestría increíble, y aún más paciencia.
-Buenos días -comienza sentándose.
A mí me quiere dar la risa, pero a la vez me da miedo que alguien como él esté siendo tan formal. Es como si le hubiesen absorbido la mente y fuese otra persona.
-Necesito ADN de tu marido, Manuela.
Me quedo descolocada. Por qué demonios va a querer él eso. Al ver que no contesto, continúa:
-Creo que fue él quien me metió en el lío del juicio.
Cada vez comprendo menos y él parece estar inquieto y sin mucha paciencia. Mira mi brazo y lo tapo sin darme cuenta, poniéndome nerviosa.
-¿Qué ha pasado...?
-Supongo que yo no me sé maquillar tan bien como tú -admito sin mucho ánimo.
-Me cago en la virgen... -susurra con ira entendiendo que ha vuelto a ponerme la mano encima y no ha podido interponerse. Hace una pausa y retoma el tema anterior-. Mira, si consigues un pelo, una baba, lo que se te ocurra que tenga su rastro; podré dárselo a mi abogado. En el crimen había una huella no identificada porque su dueño no tenía antecedentes. Y creo que en un ataque de rabia, que ya veo que es bastante habitual, cometió un horrible error y trató de cargármelo a mí, por deberle unas cuantas.No sabía qué decir. Estaba muy impresionada. Parecía algo muy fácil: podía llevarme el cepillo de pelo o el de los dientes; no sé, pero tenía que hacerlo, por Daniel y por mí misma.
-Escúchame -volvió a retomar la palabra por lo bajo.
Alzo la mirada y espero a que siga.
-Te voy a sacar de esto y no le vas a ver nunca más, ¿vale?
Se me llenan los ojos de lágrimas y hago una mueca con la boca, quisiera sonreír, pero se queda en algo amargo.
-¿Cuándo nos vemos, cómo vamos a hacer?
-Lo que sea lo guardas en una bolsa transparente, de esas que tienen cierre hermético. Mañana me lo dejas ahí -señala fuera en la calle de en frente- yo estaré esperando y comprobaré que nadie lo coja. Tú lo dejas y yo lo recojo y me lo llevo.Asiento y hago el amago de irme.
-Ojalá pudiera besarte, mami -me dice sin que casi pueda yo oírle-. Se arrepentirá de todo esto...
Le aprieto el hombro con todo mi cariño y reprimiendo también mis ganas de hacer todo lo que en realidad quería.