Kaydy Cain/Daniel Gómez
Me provoca de una forma inesperada y yo no me controlo. En realidad quiero comerle hasta lo que no está escrito, pero de momento cumplo su deseo (que también es el mío). Apoyo su espalda en el coche y le agarro el culo, ese mismo que tantas ganas tenía de tocar sin ningún tipo de excusa. Ella levanta un poco su pierna y la cuela entre las mías hasta que su rodilla me roza justo ahí. «Madre de dios» pienso aun con los ojos cerrados mientras le beso el cuello. Sabe a una colonia cara, de zorra pija. Pero no me importa, tengo que saciar las ganas que llevo semanas conteniendo.
Se ríe y jadea en mi oído hasta que consigue susurrar algo:
-No sé qué hago contigo.
-Pues yo sí que sé lo que vamos a hacer -Aseguro apretando su carne.Se ríe y mientras entramos en el apartamento me dice:
-No sabes nada de mí, Daniel.
-Ni tú de mí, pero ya habrá tiempo...Con lo excitado que estaba no era capaz de pensar en nada más que en quitarle la ropa y partirle. Lola se movía juguetona, como si llevase el mando de las cosas, aunque en el fondo yo sabía que no. Se pone a cuatro patas en la cama y después se deja caer comentando:
-Ay, qué cómoda es este colchón.
Me está vacilando y buscando a partes iguales.
-Ven acá o te vas a tener que comprar una camisa nueva.
-No -pone carita de pena-, yo me la quito...Se pone en pie y desabrocha uno a uno sus botones clavando sus iris azules en mí. Yo estoy ciego pensando qué será lo que hay bajo esa tela blanca. Sus dos pechos, bastante grandes, aparecen agarrados por un sujetador del mismo color que su camisa. Enseguida me acerco. Quiero besarlos, palparlos, comérmelos. Pero me detiene. Le miro directamente a la boca y sonríe.
Vuelve a sentarse en la cama y me acerca a ella. La posición es peligrosa, pero es exactamente la que deseo. Por si mi voluntad no fuera suficiente, ella lo hace realidad. Me baja el chándal y arrastra con él el resto de ropa. Y tras abrir la boca empieza a hacerme disfrutar. Aquella imaginación que tuve con la tía del baño hace un mes atrás se convierte en un hecho y supera con creces la ficción. La chupa igual que habla: con técnica, muy bien y de forma inequívoca. Pasan los segundos y necesito agarrarle el pelo.
Unos cuantos minutos después, me aparta, me mira y se retira la saliva de la barbilla. Se le ha corrido un poco el rímel, pero sigue estando espectacular. Ha conseguido rebajarme un poco el calentón, pero sigo duro esperando mi final. Para mí es importante que las mamis disfruten, así que le quito la falda dejando a la vista su conjunto de ropa interior.
Quitárselo está feo, porque así luce increíble, pero dejárselo puesto no es una opción posible para mí. Le bajo las bragas y, como Adán, encuentro la manzana prohibida. Y no dudo en comérmela a bocados. Grita y ríe con gusto, como si hiciera mucho que no la hacían así. A mí se me hace raro, porque la práctica la tiene más que entrenada. Me aventuro a meter tres dedos al cabo de un tiempo y ella se estremece.
La verdad es que no hablamos nada, pero hace mucho rato que sobran las palabras. Me levanto cuando llega a su orgasmo y busco un condón con dificultad para respirar. Rompo el plástico con los dientes y me lo pongo con habilidad. Ella me espera tumbada, con las piernas ampliamente abiertas, pero cuando me acerco se gira y se pone en pompa y sonriente vuelve un momento la cabeza hacia mí, pidiéndome con la mirada ardiente que se lo haga. Y yo siempre cumplo, así que arremeto contra ella sin piedad. Chilla y yo sonrío justo antes de morderme el labio inferior con fuerza.
Nos demoramos mucho tiempo entre unas cosas y otras. Acabé agotado, pero ella también.