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Manuela/Lola.

Aquello no me estaba gustando nada. Había empezado mal la cosa cuando el portero de la Sala Stella nos dejó pasar sin impedimento alguno, porque eso quería decir que «Kaydy Cain» le había dejado el recado.

-Joder, Cata, aquí apesta a marihuana.
-A marihuana, hachís, sexo, sudor y juventud. Sinceramente -se ríe-, no se me ocurre ningún olor mejor.
-¿El del jabón y el desodorante? -me quejo mientras me agarro a la barra para bajar las escaleras.
-Dios, Manuela, eres toda una señora.
-Sí que lo soy. Por eso no entiendo por qué estoy aquí.
-¡Ay, mi querida Manuela! Si tú no lo sabes, yo sí. Me apetece mucho probar uno de estos jovencitos afectados por la despreocupación y el exceso de traumas sin resolver.
-Eres lo peor, Catalina. Solo hemos bajado a tomarnos una copa y a ver qué se cocía, nada más.
-No voy a discutir más contigo. Qué prefieres, ¿eh? Ir a tu casa a amargarte, ¿no? Porque es lo único que va a pasar.

Solo una puerta nos separa de la música y del interior de la sala. Y Catalina, como de costumbre, tiene toda la razón. Aun así no se conforma y continúa:

-Deja tu vida aquí, Manuela -exige seria-. Cuando tire de esa puerta de metal vas a entrar y vas a ser más tú que nunca. Llevo quince años dirigiéndome a ti como Manuela, y yo quiero que seas Lola otra vez. ¡Venga, joder! -me da un empujón en el hombro- Deja de ser editora, estirada y adinerada por un par de horas.
-¡Vale, coño, vale! Déjame ya, pelma...
-¡Bien, bien, bien! -aplaude emocionada- Vamos a enseñarle a esos bebés quiénes son las mamis -abre la puerta y entro tras ella.

No voy a negarlo, esa última expresión me había resultado desagradable, pero tenía que dejar de ser una rancia durante dos horas. Eso había prometido.

Niños, niños y más niños. «Dios mío, estoy más perdida que un pulpo en un garaje. Santa Madonna, sácame de aquí». La gente baila como si estuviese poseída, cosa que no descarto. Y esa forma de menearse es completamente nueva, en mi época no era así... Los culos femeninos rebotan una y otra vez contra las pelvis masculinas y se rozan continuamente entre todos. He de admitir que dependiendo de dónde mirases aquello era más sexy o más irritante, así que supongo que tendría que ver con lo bien o lo mal que se hiciese. Estoy tan entretenida contemplando el percal que no me percato de la llegada de nuestro «anfitrión».

-Me alegro de que hayáis venido, ya no os esperaba, en verdad.
-¿Por qué no iba a venir? Quería verte por última vez -admito con descaro.
-¿Última? Llámame loco, pero a mí me parece que esto no ha hecho más que empezar.
-Esto no es ninguna competición -le digo tratando de conservar el mando en la situación.

Me agarra de la cintura pillándome desprevenida y pega su mejilla izquierda a la mía derecha:

-No sé qué es esto para ti, pero yo hoy juego en casa. Y si juego, me la suda participar, solo gano.

No voy a dejar que un mocoso lleve el control de la ocasión así que sujeto su cara entre mis dedos y mirándole a los ojos le respondo:

-Eso ya lo veremos, insolente.


Kaydy Cain/Daniel Gómez.

Su voz retumbó por toda mi cabeza, aún más alta que la música. Insolente. Me iba a explotar el rabo con aquella zorra. Pero no se me ocurría morir de mejor forma. Avanza con su amiga hacia la barra y yo les sigo. Necesito alguien que entretenga a la tal Cata mientras yo me hago a su amiga. «Ese puto culo tiene que ser ilegal, no me jodas, Manuelita» pienso mientras la veo camuflarse entre la gente.

No se me ocurre nadie mejor que Khaled para cubrir la plaza que me hace falta, así que le indico con la mano que se acerque.

-Cabrón, dijiste que solo era una pija, pero mira, loco, son dos.
-¿A ti qué coño te pasa, primo? ¿Una rubia, yo? -me responde y pega un trago a la copa.
-Es pelirroja, atontado. No has visto la delantera que tiene, hermano, poco te va a importar el pelo, te lo digo yo.

Avanzamos hasta alcanzarlas y les presento a mi amigo. Su expresión cambia cuando ve el escote de Catalina y yo sé que Manuela ya es toda mía lo que queda de noche. Solo queda que ella se dé cuenta. Les entrego las copas que han pedido y le digo al camarero que lo pase a la cuenta de Hakim, que para eso es el jefe.

-¿Qué te parece esto? -le pregunto a la mami para intentar romper el hielo y saber si solo es una guarra que me voy a empotrar o si hay cerebro dentro de su cabeza.

El sentido común me dice que sí. Que, naturalmente, tiene mucho más que yo. Pero a lo que yo me refiero es a si consigue o no mantener mi interés.

-¿Honestamente? Creo que falta un poco de aire acondicionado.

Me río porque me esperaba otro tipo de respuesta y contesto:

-Esto no es una oficina llena de maricones trajeados. ¿No sales mucho, no?

Le pillo, otra vez, desprevenida y eso me hace sentir satisfacción. Aun así ella no se achanta.

-Ahora mismo creo que estoy en una dimensión completamente paralela, una algunos escalones más bajos que la mía -asegura sin sonreír.
-Tú estás en mi dimensión ahora, y es porque has querido.

Evita mis palabras con una pregunta que me deja todo aún más fácil.

-¿Por qué bailáis así? ¿Qué tiene de divertido?
-No puedo explicártelo, necesito hacértelo.

Ladeo la cabeza y alzo una ceja expectante. Ante su indecisión, le tiendo la mano con intención de llevármela a la pista y así enseñarle lo que es el perreo de la muerte que Yung Beef trajo a España. Con un chasquido y un par de gestos más, hago que el dj ponga una canción mía, de las que se bailan duro. Y qué mejor canción que Baile intenso.

𝗣𝗔𝗡𝗧𝗘𝗥𝗔 {𝗞𝗔𝗬𝗗𝗬 𝗖𝗔𝗜𝗡}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora