Kaydy Cain/Daniel Gómez.
Estuve más de dos semanas dándole el coñazo a Khaled para quedar con aquellas mujeronas. Y el cabronazo siempre me decía que no, que era muy pronto, y mil mierdas más. Pero al final cedió y me dijo que esta noche las llamaría para salir a tomar algo. Era martes, y siendo tías tan clásicas, seguro que madrugaban para ir a trabajar. Gracias a dios que no tengo que vivir esa mierda de vida.
-¿Le has escrito ya?
-Sí, le he dicho que soy el Jalid y que si les apetece a ella y a su amiga salir a tomar algo.
-Vale, a ver si no tardan en contestar...
-A estas no las escribe nadie, bobo -me dice y se ríe-. Agradecerán y to que les haya escrito.
-¿Pero tú has visto cómo están, hermano?
-Sí, también tienen 40 tacos. No sé cómo no están con 3 cabezones ya.
-¿Cuarenta, dices?
-Sí, primo -asegura-. La Catalina tiene 37, pero la Manuela...
-Primera vez que voy a follarme a una tan mayor... Qué curvas, qué cuerpo, qué todo -suspiro y me froto la cara con sofoco.
-No cantes victoria. Dice Cata que ella sí puede, pero que Lola no -acalla un
momento- ¿Quién es Lola?
-Manuela. La gusta más que la llamen así. No sé por qué -hago una pausa y continúo-. ¡Puta mierda!
-Espera -me interrumpe-, dice que os podéis ver donde la otra vez, sobre esa hora -se queda en silencio esperando el siguiente mensaje-. Mañana.
-Esta qué se piensa, ¿que me quiero tomar un café y un pastelito con ella?Los dos nos reímos. Aunque a mí me da rabia que haya rechazado la oferta que Khaled ha hecho. ¿De qué va? Estoy demasiado mal acostumbrado a que me digan que sí desde el principio, y algo me dice que con esta mami voy a tener que aguantar mucho antes de meterme entre sus piernas.
-Ay, mendigo, te va a hacer sufrir esta.
Y qué razón tenía mi hermanito. Pero qué le vamos a hacer, pa presumir hay que sufrir. Es que quién me vería a mí de la mano de ese monumento. Lo pienso y me pongo tontico.
Manuela/Lola.
No me podía creer aquello. Después de casi un mes, los tíos de aquella noche aún nos recordaban. Yo ya no era Lola. No sé qué me sucedió en aquel antro. Pero Manuela había dejado muy atrás a su lado alocado e imprudente que Catalina había bautizado como Lola veinte años atrás.
Mi ritmo de vida no me permitía quedar con él de un modo aleatorio ni aventurado, así que sugerirle aquel restaurante me pareció lo más apropiado. Pedí por favor que Silvio no le recordase, porque de seguro me preguntaría al respecto cuando viese a Daniel aparecer por la puerta. Pero algo me inventaría para que no se le saltasen las alarmas y nuestro curso vital continuase con normalidad.
Inconscientemente me arreglé un poco más ese día y estuve un tanto agitada. Todavía no entendía muy bien por qué había accedido a tener un encuentro con él (me niego a llamarlo cita), pero seguramente el «tía, venga, no seas rancia» o el «te lo estás tomando demasiado en serio, al final me voy a creer que te gusta» de Cata haya sido lo que me ha traído hasta aquí.
Le veo por el cristal y Silvio también, así que enseguida me doy cuenta de la cara del camarero.
-No le puedo creer -exclama mirando al ventanal.
-No le digas nada -le digo un poco nerviosa-, viene a hablar conmigo.
-¿En serio? -se extraña- ¿Ya os conocíais?
-Sí, más o menos, es una larga historia... Es el hermano de una amiga. Se metió en malas vidas -fingí.
-Y tan malas... -refunfuñó.
-Así que ahora le estoy echando una mano -continué.
-¡Te pasas de buena, Manuela!
-Lo sé... -sonrío.A la par que el camarero se va, Daniel se acomoda en el asiento que está frente a mí y nos miramos unos segundos en silencio.
-Buenas tardes -comienzo vacilando.
Él enseguida se ríe y asiente deseándome lo mismo. Pero rápidamente empieza a formular la entrevista que traía en su cabeza:
-¿Por qué aquí?
-¿Y por qué no? -le respondo como si dentro de mí hubiera un resorte.Vuelve a reír y mira por la ventana.
-Tú quieres marearme...
-Para nada, la verdad. Tú querías verme y yo he accedido.
-¿Aquella noche no fue nada para ti? -se mira las manos y después a mí.Aunque la esperaba, la pregunta me sobresaltó de igual manera. Qué iba a decirle, ¿que me devolvió a mi adolescencia en cuestión de horas? Lo nuestro no era posible, y teníamos que contar con ello.
-Fue divertido, pero fue solo una noche.
-Sí, ya sé, mami... -dice no muy convencido-. Pero me gusta acabar lo que empiezo -insinúa.Y cuánto me gustaría, siendo sincera, darle ese gusto. Pero no. Dónde voy con 40 años. Por mucho que Cata diga que sí y que me lo merezco... Ya no es cuestión de merecer, es que simplemente no está destinado a pasar.
-No creo que ocurra nada entre nosotros, Daniel -intento sonar segura.
-Eso no te lo crees ni tú ⎯se ríe.Y en realidad, tiene razón. Mi paz interior me dice que no lo haga y que es algo prohibido. Pero siento un vacío emocional insoportable.
-No vas a ser capaz de aguantar todas las pruebas. Te cansarás mucho antes.
-Mientras no haya examen final, yo apruebo, ma.Los dos nos reímos y yo me quedo en silencio mientras Silvio le sirve un refresco.
-¿Qué quieres de mí? -le digo una vez se ha ido el hombre.
-¿Te cuento la versión en mi idioma, o en el tuyo? -bromea.
-En el mío, no soportaría otra cosa -sonrío. -Quiero tu ombligo contra el mío. Traspasar los límites.
-Ya veo -reprimo una carcajada.
-Pero a mí tú no me gustas, a mí me gusta Lola.Inesperadamente, tenía casi tan claro como yo el concepto de mis dos personalidades. Y poco a poco me iba ganando. Pero a mí no me convencía del todo, estaba indecisa. Después de una larga charla en la que nos descubrimos tan solo un poco, pero nos reímos mucho; me preguntó que cuándo nos volveríamos a ver. Y yo no quería admitirle mi verdad, pero tampoco quería mentirle.
-Mi vida es muy complicada. No podemos vernos en cualquier momento porque este sitio -explico mirando a mi alrededor- es el lugar en que más libre me siento.
-Pues qué pena, mami.
-Lo sé. Ya te he dicho que es difícil. Supondría contarte una larga historia, y no tengo en mente hacerlo.
-Puede parecerte una locura, pero quiero sacarte de esta jaula.
-Sí -sonrío con nostalgia-, también me gustaría a mí.
-Lo podemos hacer este fin de semana.Aquello sí que me coge desprevenida y me pone nerviosa. Está proponiendo que me vaya de escapada con él. Dios mío. Algo dentro de mí siente una ilusión incontrolable, creo que es Lola. Pero Manuela sabe que no debe y se queda callada.
-Escucha -llama mi atención-, no hace falta que me lo digas ahora. Guarda mi número y me escribes diciéndome si sí o si no.
Y puesto que dentro de las opciones está la negativa, me aventuro de nuevo a decirle que sí al tema de guardar su número. Aun así, no quiero crearle esperanzas, de modo que insisto en comentarle que no creo que pase, y que no estamos destinados a ser.